Es importante que
Mateo, narrando su propio llamamiento por Jesús mientras estaba en el banco de los tributos y pasando a narrar el episodio de la mesa compartida, introduzca en este contexto de comida comunitaria, símbolo de acogida a los proscritos, pobres y pecadores, unas palabras que Jesús dijo que no introduce el evangelista Marcos: “Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio”.
Toda su acogida en la mesa comunitaria, comiendo con los proscritos, queda reducida a un acto de misericordia, mientras que, de alguna manera, rechaza el sacrificio y el ritual de los religiosos inmisericordes. Jesús lo dice con un imperativo:”Aprended lo que significa”. Contrapone la importancia de la misericordia en la vivencia de la espiritualidad cristiana, ante todo tipo de ritos religiosos, esfuerzos por conservar la pureza, rituales que considera vacíos si no se tiene en cuenta el concepto de projimidad. Están equivocados. No han aprendido la importancia vital de la misericordia si queremos que nuestro ritual sea válido.
Esta frase que se da en este contexto de la mesa compartida, del tiempo compartido, de la acogida incondicional, es de vital importancia para comprender lo que es, lo que significa y el alcance del concepto de Jesús del Evangelio a los pobres. Lo dice también mientras continúa su frase de rechazo a los que se autojustificaban con la práctica del ritual y buscaban sus ámbitos de pureza que no era otra cosa que el desprecio al prójimo sufriente o inmerso en circunstancias que para ellos, los puros, podrían ser contaminantes.
La fe que actúa a través del amor, la misericordia y el concepto de projimidad de Jesús están por encima de cualquier ritual, de cualquier pietismo o deseos de pureza. Esto nunca nos debe llevar al hecho de ser inmisericordes con el prójimo. Si nuestro ritual impide la acogida al diferente, al pobre y al proscrito, debemos renunciar a ese ritual que nunca llega a los oídos de un Dios misericordioso.
Por tanto la mesa comunitaria, la acogida a los proscritos, es un acto de misericordia que está por encima de cualquier ritual en busca de pureza, por encima de los pietismos religiosos vanos. Todo culto y todo ritual válido, tiene que estar apoyado en la misericordia, en el amor en acción, en el concepto de justicia misericordiosa que tenía Jesús.
Los religiosos del momento caían en dos errores que critica Jesús: el considerarse y autoproclamarse justos, concepto que hoy puede tentar a muchos religiosos que están satisfechos como si ellos solos estuvieran en posesión de la verdad absoluta, y también caían, como consecuencia de lo anterior el desprecio a todos los que estaban fuera de sus círculos de pureza. Algo de esto nos puede tentar hoy a los que estamos tan felices en nuestros ámbitos eclesiales sin querer mancharnos con lo que está fuera, en el mundo, en medio de los focos de conflicto.
Jesús tenía otras pautas, otros estilos de vida, otras formas de acercamiento al prójimo sufriente… nos da ejemplo. Los religiosos del momento no podían entender como Jesús podía acoger a estos grupos de personas considerados impuros y, además, comer con ellos. Así, la religión entra en una crítica al propio Jesús. De esta manera, los religiosos quieren corregir la propia vida del Maestro.
En esta forma crítica, los revestidos de fachadas religiosas y de santidad aparente, son los que más lejos están de los posicionamientos de Jesús, de los valores del Reino, del Evangelio a los pobres. Es como una llamada de atención a los religiosos de cualquier época. Su excesivo pietismo y obsesión por la limpieza y pureza, le puede separar del Dios al que ellos dicen servir, pues es como si con su deseo excesivo de consumo del bien y de la santidad, estuvieran robando esta posibilidad para otros. Esos otros de los que se despreocupan, pasan de largo y les dan la espalda.
Jesús quiere dejar claro en sus enseñanzas, en sus parábolas del reino que por encima de todo está la misericordia y que, incluso la justicia, debe ser misericordiosa. Los que se olvidan de la justicia y la fe, aunque hagan todo tipo de diezmos y rituales, se están separando del Reino de Dios. De ahí la frase a los críticos de Jesús porque Él comía con los proscritos y pecadores: “Misericordia quiero y no sacrificio”. Jesús les deja la frase imperativa: Aprended lo que esto significa.
Todo esto conforma una de las bases inquebrantables de la Diaconía, de la acción social cristiana que tiene que estar impregnada de una justicia misericordiosa. Es la base del Evangelio a los pobres. Es la base de una de las misiones centrales de la iglesia: sumisión diacónica.
Hoy debemos reflexionar, leer y releer estos pasajes de la mesa compartida. Incluso el Reino de los Cielos se nos presenta como un banquete con estas características. Un banquete compartido con los excluidos del mundo, los pobres, los lisiados y todos aquellos que han sido rechazados y excluidos por otros hombres entre los que, sin duda, van a estar muchos religiosos.
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