Se trata de un pasaje bíblico en el que
Jesús llama como discípulo a un publicano, Leví, a un despreciado como ladrón y pecador. Come con él y con otros muchos pecadores que se le acercan. Visto desde nuestra perspectiva, este pasaje no es tan escandaloso como lo fue en tiempos de Jesús, en el contexto social y religioso de aquella época en la que la comida con otros, comunitaria, tenía unas normas muy estrictas que vamos a analizar brevemente unas líneas más abajo. Es un pasaje lleno de fuerza y, desde el contexto de la época, escandaloso. Jesús se acerca a aquellos a los que la sociedad rechazaba, marginaba, tenía como proscritos, como pecadores y malditos.
Esta es una de las líneas del Evangelio a los pobres. Esta línea es: todo ser humano merece acogida. Nadie debe ser rechazado ni marginado. Toda persona merece respeto independientemente de su situación. Nadie debe ser dado de lado ni rechazado. La acogida de Jesús es para todos, pero también se muestra parcial con aquellos que son objeto de un rechazo generalizado, sea por pobreza o cualquier otra circunstancia. No existe el grupo de los limpios y el grupo de los manchados. Esas divisiones sólo las hacen los hombres autoconsiderados limpios, los que considerándose sanos, no tienen necesidad de médico y, por tanto rechazan la oferta de Jesús.
Esta afirmación de que todo ser humano merece respeto y acogida es una idea central del Evangelio y uno de los cimientos o columnas en donde se sustenta el concepto de Jesús del Evangelio a los pobres. Es un concepto central que hoy no deberíamos olvidar en un mundo en donde tantas personas se mueven en diferentes situaciones y de diferentes países dando lugar al fenómeno de las migraciones internacionales. Hoy, a nuestro concepto de pobreza en nuestras grandes ciudades, a través de la inmigración, se unen personas de los cuatro vientos de la tierra, muchas de las cuales caen en pobreza o son presa del racismo, la xenofobia, la opresión y el maltrato a los trabajadores.
Jesús no se somete a las normas sociales que muchos tenían por intocables. Es un hombre libre que no se deja esclavizar por leyes y costumbres sociales que marginaban a muchos. No se deja arrastrar por las divisiones que hacían los religiosos y autoconsiderados puros entre ricos y pobres, justos y pecadores, los considerados prójimos y los alejados como no prójimos. Su forma de enfrentarse a todas estas normas creadas por los religiosos de la época, lo convierten en un liberador que rompe tabúes y normativas que agobiaban a los hombres. Así, su acogida es incondicional, se hace a todos, a todos se acerca y puede comer con los proscritos, pobres y pecadores.
Por tanto, una de las líneas del Evangelio a los pobres es que Jesús se acerca por igual a los pobres, a los proscritos y desclasados, a todos aquellos considerados pecadores que eran marginados de la religión, al igual que pueden existir marginados por la sociedad. Practicando este tipo de acogida, esta forma de mesa compartida con los proscritos y pecadores, Jesús se está exponiendo a la crítica y al conflicto agrio con los religiosos de la época. Sin embargo Él, como hombre libre y liberador, no puede hacerse esclavo de las leyes, conductas y normas que marginaban a los más débiles.
Jesús, en esa su faceta de hombre libre y liberador, se acerca y acoge a aquellos a los que nadie acogía, a los rechazados, a los impregnados por la mala fama, a los apestados por ladrones, como era el caso de los publicanos, a los pobres, desclasados y proscritos. Y, entrando de lleno en el tema de este artículo, no solamente se acerca a ellos y les acoge, sino que come con ellos rompiendo los prejuicios de los religiosos y liberando a los estigmatizados, rompe las convenciones sociales marginantes y rompe las barreras entre puros e impuros, ricos y pobres… todos son acogidos y dignos de sentarse a la mesa con el Maestro. Los religiosos no podían o no querían comer con los impuros, pobres y proscritos… Jesús sí pudo y queda como ejemplo a todos sus seguidores.
A Jesús no le preocupó el conflicto con los religiosos. Deseaba desmontar sus normas y leyes excluyentes y marginantes. Por eso, el cuadro que representa a Jesús comiendo con los proscritos y pecadores, que es un objeto de dura crítica de los religiosos hacia él, no le preocupa. No rehúye el conflicto y lo que quiere es transmitir un mensaje de liberación integral. Con su acogida está rompiendo todo tipo de ataduras y tabúes que marginan y excluyen a muchos hombres.
Dicen los comentaristas de la época que sólo se podía contraer matrimonio con aquellas personas con las que se podía comer. Por tanto, compartir la mesa era como compartir la vida. Jesús compartía su vida con los proscritos y marginados del mundo. Es por eso que yo una serie que escribí sobre evangelización, la titule “Evangelizar: Compartir la vida, el pan y la Palabra”.
Los seguidores de Jesús hoy deberían ser imitadores del Maestro en estas formas liberadoras y destructoras de todo tipo de división o muro creado entre los hombres. Para ello hay que estar dispuesto a compartir la vida, el pan y la palabra con aquellos marginados, pobres, desclasados y proscritos del mundo. Hay que seguir las líneas dignificadotas y liberadoras del Evangelio a los pobres.
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