Es Navidad. Camino por las calles de Madrid. Todavía hay gente sin lugar en el mesón, con sus ojos abiertos y dirigidos a los viandantes esperando misericordia, ayuda. Son los “sin lugar”, los “sin techo”, los que llaman a muchas puertas sin que nadie les responda... a pesar de que es Navidad. Jesús niño, al nacer, tampoco tuvo lugar en el mesón. Las puertas estaban cerradas para Él. El Dios de la vida, el Señor de los Señores, tirado en plena calle implorando la ayuda de los mesoneros, de aquellos que, quizás, podrían proporcionarles un lugar.
Es Navidad. ¡Qué atrocidad! El Dios del universo no tuvo una cama para nacer. Esto también era uno de los precedentes del Evangelio a los pobres. ¡Cómo no va a entender Jesús a los “sin techo” que deambulan por la ciudad de Madrid! Las buenas noticias también son para ellos. ¿Dónde están los mensajeros en estos días de Navidad?
Es Navidad. Los sin lugar, los sin techo, los sin ruta, los carrilanos, los que llevan todas sus propiedades en una bolsa de plástico, los que se refugian en el alcohol para suavizar el peso de la grave losa que para ellos es la soledad. En muchos casos no beben por vicio, sino simplemente para que no les estalle el corazón por la pena, por el peso inaguantable de la soledad, de la falta de familia y afecto en días de Navidad.
Es Navidad. Jesús no tuvo lugar en el mesón. Él os entiende a todos los pobres de la tierra. Que Él os ayude a encontrar alguna cuadra, algún chopazo, entrante de una entidad financiera entre cartones... algo para que, como él, podáis encontrar al menos, vuestro pesebre, vuestra cuadra, vuestro establo... para que no muráis de frío en días navideños. Aunque Jesús, el que nació en una cuadra, preferiría que en el mundo se hiciera justicia, una justicia redistributiva.
Es Navidad. ¡No hay lugar, no hay lugar, no hay lugar! Es la frase que se repite en el mundo. No sólo en la ciudad de Madrid. Está el sobrante humano de tantos que no tienen lugar en el mundo, que no tienen nada de trabajo, que ni siquiera son explotados para dar de comer a sus hijos.
Estos, los niños, tienen que morir, en muchos casos, sin conocer un mundo injusto. No son conscientes. Lo sufren sin conocerlo, sin ser sabedores del hecho de que por qué ellos no tienen qué comer y tienen que pasar frío, enfermedad y dolor hasta llegar a la muerte temprana.
Es Navidad. Esos niños inocentes nunca van a gritar buscando el porqué de la injusticia en el mundo, de la falta de puertas abiertas y acogedoras, de la falta de mesón... de lugar. Son los sin lugar en el mundo. Condenados a morir de una muerte temprana e injusta.
Es Navidad. Jesús fue alumbrado en una cuadra, acostado en un pesebre con la compañía de animales que, sin saberlo, le dieron calor solidario. Nosotros, los humanos seguidores de Jesús, tenemos que ser al menos tan generosos como esos animales. ¿Qué podemos hacer para dar calor a los excluidos del mundo, a los que no encuentran lugar en nuestros mesones? Si seguimos a un Jesús que, identificándose con los pobres, que comprende a los que no tienen lugar en el mundo, tendríamos también que aprender a responder esta pregunta.
Es Navidad. Me gustaría que la iglesia pudiera dar a los pobres el mensaje de los ángeles: “No temáis; hay noticias de gran gozo”. No temáis porque el Señor ha establecido su Reino que ya está entre nosotros.
No temáis que vienen unos valores que los cristianos, sus seguidores, tienen que poner en marcha. Hay valores de justicia que los cristianos siguen, valores que nos lanzan a hacer banquete con los pobres de la tierra como dijo Jesús que será el banquete del Reino, valores que van a traer a los últimos de los bajos fondos de la tierra y los van a poner en posición de relevancia. Los pobres, los sin trabajo, los sin techo, pueden ser pagados los primeros, aunque hayan llegado al final, cuando ya no había esperanza.
Es Navidad. ¡Venid, comed, sin dinero y sin precio! Porque el Señor, a través de sus seguidores, los cristianos, ha habilitado agentes del Reino que claman por justicia y que luchan por igualdad, por una justicia redistributiva nueva. Señor, que no se calle la voz de los cristianos... y si callan haz que griten las piedras, los montes y los collados.
Es Navidad. ¿Dónde están esos agentes del Reino, los agentes de liberación que tienen que ser las manos y los pies del Señor que se mueven en medio de un mundo de dolor, transportando entre los pobres de la tierra estos valores? ¿Dónde están los profetas que claman por justicia, por amparo a los huérfanos, viudas y extranjeros? ¿Dónde están los enviados que son la voz de los sin voz, la voz de los que no tienen lugar en el mesón? Señor, provéenos de amplificadores que atruenen el mundo en busca de justicia.
Es Navidad. No temáis. Las noticias son de gran gozo. ¿O es que se han ahogado esas noticias, se han podrido en corazones insolidarios y no son lanzadas entre los pobres de la tierra como un elixir de consuelo y de justicia?
Es Navidad. Buscad, pobres de la tierra, los que guardáis las vigilias de la noche al raso, sin un techo ni una cama en donde reclinar la cabeza. Buscad, porque quizás no vais a tener a Jesús lejos de vosotros. Quizás esté allí en vuestra noche fría, acostado en vuestros “chopanos”, envuelto entre cartones, tiritando de frío en espera de alguna nueva crucifixión. Confiad en él. Él es el varón de dolores experto en sufrimiento. Él os entiende.
Es Navidad. Queremos paz y buena voluntad. Queremos tener conciencia. Tener sensibilidad hacia los pobres de la tierra que, como Jesús niño, no encuentran lugar en ningún mesón.
Es Navidad. Señor, danos buena voluntad para actuar en esta Navidad, pero no sólo en ella, sino que nuestra buena voluntad activa, nuestra fe actuando por el amor, llegue a los pobres excluidos de los mesones de la tierra. Porque es Navidad y queremos seguirte en tus compromisos, prioridades y ejemplos de vida... aunque nosotros también tengamos que renacer en una cuadra infecta para que tu Evangelio a los pobres se extienda como mano liberadora. Será nuestra Navidad.
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