Aunque el tema es el Nuevo Testamento, los Evangelios, he querido citar el precedente del Cántico de María que es el Cántico de Ana. Con Ana ocurre exactamente igual que con María: Dios mira y actúa ante la humildad y bajeza de sus siervos, los no poderosos y sabios según el mundo. La potencia o el poder de Dios se perfecciona en la debilidad de éstos. Desde la prepotencia es imposible captar al Dios poderoso y santo que mira la bajeza de sus siervos. Desde el orgullo prepotente es imposible comprender el Evangelio a los pobres.
En el Evangelio es impactante el hecho de que Dios pase de largo de los poderosos y los ricos de este mundo, el que les dé la espalda para fijarse en los pobres y en los humildes. Si queremos ser discípulos de Jesús, tenemos que entrar, necesariamente, por estas líneas de humildad, bajeza, sencillez y solidaridad con los pobres de la tierra. El Cántico de Ana dice:
“Los arcos de los fuertes fueron quebrados, y los débiles se ciñeron de poder”.
María, en su Cántico, queda impactada por estos hechos, por conocer a un Dios que se fija en la bajeza de sus siervos. Es a los pobres y marginados -y tanto María como Ana se encontraban en este grupo-, los marginados como eran las mujeres de aquellas épocas, a quienes el Poderoso escoge para revelar los más grandes hechos, los acontecimientos más asombrosos que Dios va a hacer en el mundo... hechos tan asombrosos como su concepción virginal. Así de asombroso para el mundo sonaría después el Evangelio a los pobres del que Jesús hablará después en consonancia con estos precedentes. Hecho tan asombroso como lamisca concepción virginal.
Tanto el Cántico de María como el de Ana, nos transmiten todo un trastoque de valores, una inversión de prioridades, un vuelco de lo que muchos hombres consideran como válido: La riqueza como prestigio o, en su caso, como bendición de Dios. Es un golpe a los pies de barro que tiene el ídolo del poder humano como elemento dignificador, a los pies de arcilla de la acumulación de riquezas como triunfo.
Los dos Cánticos son como contravalores anunciando la línea de lo que serían los auténticos valores que nos traería Jesús, los valores del Reino y el Evangelio a los pobres. Esto no lo pueden comprender los soberbios. Esto no lo comprenden aún muchos de los llamados cristianos hoy a lo largo del mundo. Los soberbios y los poderosos, montados en el poder económico o en el poder terrenal, los que coquetean con el Dios Mamón, serán esparcidos y aniquilados:
“Dios esparció a los soberbios, quitó de los tronos a los poderosos”, dice el Cántico de María.
En el Cántico de María se da la contraposición de cuatro conceptos:
poderosos y humildes; ricos y hambrientos. Es la situación del mundo hoy. Tanto el Cántico de María, como el de Ana, tienen plena actualidad. Cuatro conceptos contrapuestos. ¿Al lado de quién o de quiénes nos debemos situar los cristianos? La respuesta viene si sabemos contestar otras preguntas: ¿Por cuáles se decantará el Señor? ¿Al lado de quién se pondrá el Poderoso? ¿A quién querrá favorecer? ¿Quién ocupa el lugar central de su sentir?
La respuesta bíblica es clara: Dios se pone, en todo el contexto bíblico, al lado de los pobres y sufrientes del mundo. Esta es la base, este es el fundamento del Evangelio a los pobres.
El par de conceptos antagónicos del Cántico de María, se resuelve de forma clara:
“Quitó de los tronos s los poderosos y exaltó a los humildes”. Cambio de valores que asusta al mundo. Nos suele gustar más el trono que el servicio, la alta consideración propia, la prepotencia o la altivez, a la humildad y al ubicarnos al lado de aquellos que ostentan, de cara al mundo, cierta bajeza. Dios quiere que los que le siguen se aparten de la prepotencia, para situarse al lado de los pobres y de los humildes. María, con su Cántico, se anticipa a los valores del Reino y al concepto del Evangelio a los pobres.
En cuanto al par de conceptos antagónicos “hambrientos y ricos”, conceptos que debieran hacer temblar a un mundo que hoy cuenta con más de mil millones de hambrientos y con más de medio mundo en pobreza, el Cántico de María los resuelve así:
“A los hambrientos colmó de bienes y a los ricos envió vacíos”. ¿Por qué, Señor, aún no se ha cumplido el deseo o las afirmaciones del Cántico de María? No nos pongamos nerviosos. Esperemos en el Señor, Él tiene su momento, la Palabra ha de cumplirse.
Mientras tanto, en esa utopía del Reino con sus valores, en este mundo en donde aún suena extraño ese concepto del Evangelio a los pobres, Dios quiere que sigamos trabajando, acercando al mundo los valores del Reino que “ya” está entre nosotros. Acercándoselos a los hambrientos, a los pobres, a los humildes. Si el Evangelio que predicamos y que queremos realizar, pierde esa visión, las iglesias dejarán se ser iglesias del Reino y el concepto tan importante y necesario del Evangelio a los pobres, tendrán que gritarlo las piedras.
A los ricos los deja en la vaciedad, en el sinsentido de sus riquezas, en el vacío existencial... les anuncia la muerte:
“Necio, esta noche van a pedirte tu alma, y lo que has almacenado, ¿para quién será?”
Cántico de María, preludio del Evangelio a los pobres... Dios cumple. Confiemos en su promesa. El Cántico de Ana dice:
“Los saciados se alquilaron por pan, y los hambriento dejaron de tener hambre”. ¡Queremos verlo Señor! Mientras tanto, mantengámonos activos en la utopía del Reino, en la línea del Evangelio a los pobres, en la línea del servicio. Acordémonos de la misericordia del Todopoderoso. Así fundamenta María todo su Cántico: “Acordándose de la misericordia, de los cuales habló a nuestros padres para con Abraham y su descendencia para siempre”. Imploramos tu misericordia, Señor. Ayúdanos a seguirte en esas líneas del Evangelio a los pobres. Si no, Señor, no nos des paz.
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