El mundo necesita de personas capaces de concienciar a sus conciudadanos en líneas solidarias de compromiso, acción social y búsqueda de la justicia, con vistas a crear una cultura de la solidaridad y de la projimidad que pueda cambiar el curso de la historia.
El conseguir una auténtica sensibilización que coopere a una nueva cultura de la solidaridad, no es cuestión del trabajo de una sola persona, ni de un periodo de tiempo determinado. Es toda una involucración de agentes de concienciación solidarios que se sumergen en un proceso que, realmente, es indefinido, no tiene fin. Debe ser un trabajo continuo y constante en el que deben estar involucrados los cristianos, trazando sin cesar líneas orientativas para la solidaridad y el compromiso con el prójimo sufriente siguiendo los pasos de Jesús. Orientaciones que no sólo se deben dar desde la palabra, sino desde los estilos de vida, las prioridades, la acción de los cristianos, el uso de su voz y en su evangelización.
Los cristianos en el trazado de esas líneas solidarias de concienciación son los más adecuados para introducir los valores del Reino que son contravalores contra las conductas insolidarias, egoístas y que sólo piensan en el beneficio como finalidad de la vida. Los cristianos son los más preparados para redefinir el sentido de la vida, de la felicidad que, en el fondo, consiste en compartir, en el dar y en el darse, en ser movidos a misericordia y búsqueda de la justicia.
Los cristianos, con sus palabras de concienciación, sus estilos de vida, su acción y su evangelización, son los que pueden enfatizar que “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen”. Que la posesión y el tener no define la felicidad, ni el placer, ni el sentido y autorrealización de la vida. Desde los valores cristianos es desde donde se puede incidir para ir trazando esas líneas básicas y fundamentales de una cultura de la solidaridad, de una sensibilización y concienciación social que cree ambientes de cooperación con los débiles del mundo.
La concienciación social que emane de los ámbitos cristianos debe ser transformadora de la sociedad, debe promover una inversión de valores, una transmutación de los estilos de vida y prioridades humanas que supongan el amor y la no discriminación a los pobres, a los diferentes, a los que tienen otro color de piel, a los que pertenecen a otra etnia o cultura buscando siempre la justicia y la equidad. Los valores cristianos son de acogida, dignificantes, solidarios y justos. ¿Por qué no nos esforzamos más en sacarlos a la palestra pública en la lucha contra la pobreza en el mundo?
Los valores cristianos son los más adecuados para la lucha contra la injusticia, la xenofobia, el racismo... a la vez que favorecen la acogida, el pluralismo, la diversidad en la unidad, la tolerancia y la entrega a la ayuda a los más débiles.
Así, pues, no sólo desde nuestras obras sociales, sino desde la iglesia, desde nuestras familias y proyectos personales de vida, debemos lanzarnos a la sensibilización social, a la concienciación, la búsqueda de una cultura de la solidaridad y la búsqueda de la justicia, sin que nos de miedo de que entre las palabras y voces de concienciación haya también palabras de denuncia contra las situaciones injustas y contra las estructuras de poder y de pecado que crean insolidaridad y que marginan a los débiles y pobres de la tierra... las dos terceras partes de la humanidad.
Una cultura de la solidaridad debe dar lugar a un mayor compromiso con el mundo, al surgimiento de nuevas asociaciones solidarias, ONGs, así como a la involucración de un sinnúmero de voluntarios que no sólo actúen en la acción asistencial, sino que sean una voz imparable que el mundo tenga que escuchar necesariamente. Que el mundo tenga que pararse ante la voz de los cristianos y personas solidarias y comenzar a replantearse una nueva cultura solidaria, un nuevo cauce de vida, aunque este proceso tenga que durar siglos... hasta que el Señor venga. No debe haber tregua ni cansancio. La situación de injusticia, de despojo y robo de dignidad de nuestro prójimo es demasiado grave para quedarse inactivos haciéndonos cómplices de la injusticia del mundo.
La inversión de valores que los cristianos pueden hacer, este cambio, este giro copernicano de lo social, es lo que posibilitaría la solidaridad del mundo hacia niveles de gasto y consumo más racionales para que haya para todos y para que la tierra no sea depredada ni saqueada. Hay que seguir líneas ecológicas. Toda la tecnología, todo el uso de la ciencia y toda acción humana tiene que tener prioridades ecológicas y medioambientales, reciclables y respetuosas con el medio ambiente.
No subestimemos el reto. Tracemos, pues, líneas de sensibilización, de concienciación y de búsqueda de justicia para que podamos ir venciendo la tragedia, escándalo y vergüenza humana que es la pobreza en el mundo.
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