El énfasis de Valdés en el amor, su rechazo al partidismo teológico y su personalidad conciliadora sin duda lo distanciaron de la aguda y beligerante contienda entre los reformadores europeos y Roma.
Portada del libro de Manuel Martínez-Ortega.
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Gálatas 2:20
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Este libro es, en esencia, una tesis doctoral realizada en colaboración con el Centro Internacional de Estudios Teológicos Bautistas de Ámsterdam, socio colaborador de la Facultad de Teología de la Universidad Libre de Ámsterdam. El libro, editado por la editorial alemana Vandenhoeck & Ruprecht, perteneciente a la colección Refo500 Academic Studies consta de 560 páginas. Este libro fue realizado por Manuel Martínez Ortega, rector de la Facultad Internacional de Teología IBTSE.
Juan de Valdés (1490-1541) nació en Cuenca, España, capital de una provincia castellana y una de las cuatro sedes episcopales más ricas de España. La sede de Cuenca dependía de la de Toledo y tenía su propio tribunal inquisitorial. La familia Valdés, vinculada a la nobleza y al alto clero de la época, descendía de judíos conversos al cristianismo. La familia Valdés procedía del reino de León, y se extendió por Sevilla y Cuenca como casta noble.
Fernando de Valdés, padre de Juan, estableció a su familia en Cuenca. La familia tenía una habilidad especial para introducirse en las casas de los grandes nobles y de la alta política, para conseguir cargos de gobierno perpetuos o para asociarse con las cortes, buscando mecenas poderosos y casándose con la más alta nobleza. Juan de Valdés y Alfonso (1490-1532), su hermano, se convirtieron en chambelán del Papa y secretario de Su Majestad Carlos V (1500-1558), respectivamente.
Juan y Alfonso eran hermanos gemelos. Erasmo de Róterdam (1466-1536) y Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573), se refirieron a Alfonso y Juan en términos de gemelli y de tener un parecido extraordinario. Ginés de Sepúlveda llegó a afirmar lo siguiente: Cuando lo veo, ciertamente me parece verte a ti, ya sea que esté de pie, caminando o hablando. (Ginés a Alfonso de Valdés).
Alrededor de 1520, Valdés debió de experimentar una crisis religiosa, una conversión. En su Comentario de Mateo, Valdés se refirió a su conversión como un acontecimiento que tuvo lugar veinte años antes. Si escribió este Comentario alrededor de 1540, la conversión de Valdés tuvo lugar en torno a su partida al palacio de Escalona o al comienzo de su estancia allí.
En 1523, Valdés residía en la casa de Don Diego López Pacheco (1456-1529), segundo marqués de Villena y abierto protector de los conversos, esto es, judíos que se habían convertido al cristianismo. Pacheco promovía una espiritualidad intensa que podía incluir algunos rasgos alternativos, una religión algo independiente de la Iglesia institucional, que en aquella época se veía afectada por diversos movimientos que buscaban una espiritualidad diferente.
[photo_footer]Izquierda: Alfonso de Valdés. Derecha: Diálogo de la doctrina cristiana, de Juan de Valdés.[/photo_footer]
En la casa de Pacheco había una persona clave en la vida de Juan de Valdés: Pedro Ruiz de Alcaraz (1480-1539). Pedro era un predicador laico contratado por López Pacheco. Las enseñanzas de Alcaraz acabaron provocando una polémica entre los predicadores y religiosos de la casa de Pacheco, una polémica que acabó llegando incluso a los pueblos de los alrededores. Alcaraz atrajo seguidores, espectadores y enemigos. Finalmente fue arrestado y juzgado por la Inquisición como representante de los Alumbrados de Toledo. Valdés es mencionado varias veces en el juicio de Alcaraz, certificando su estancia en Escalona (1523-1524), su conocimiento de las enseñanzas de Alcaraz y la controversia en torno a los alumbrados.
En noviembre de 1526, Valdés estudia en la Universidad de Alcalá de Henares. El fundador de la Universidad, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517), promovió importantes reformas religiosas. Alcalá se convirtió en un centro único de humanismo y erudición bíblica. Según Erasmo, la Universidad de Alcalá era el lugar donde se realizaban los logros más notables de la erudición europea.
En 1528, Diego de Uceda, en Toledo, un cristiano viejo de gran reputación, fue juzgado por la Inquisición. Su aprecio por los escritos de Erasmo se asoció por primera vez con el luteranismo.
Durante su estancia en Alcalá, Juan de Valdés mantuvo correspondencia con Erasmo. En una de estas misivas, el holandés se refería a la capacidad de Valdés para combinar la elegantia literarum con la pietatis christianae synceritatem, algo que, en opinión de Erasmo, muy pocas personas habían logrado.
El período de Valdés en Alcalá terminó poco después de la publicación de su Diálogo de la doctrina cristiana en la imprenta de la universidad, dirigida (14 de enero de 1529). Al principio, hombres eminentes aprobaron la obra de Valdés. Sancho Carranza de Miranda, recién nombrado inquisidor de Navarra, compró varios ejemplares y los distribuyó entre el clero de su jurisdicción. Tras leerlo, las críticas del Diálogo contra los diezmos, las ofrendas y la confesión auricular convencieron a Carranza de que era necesario introducir algunas modificaciones. Finalmente, prohibió su lectura. El 29 de junio de 1529, Carranza envió una carta a la Inquisición de Cuenca para que persiguiera a su autor, el cual se encontraba fugitivo, y al que, según él, debía castigarse. El primer Índice de 1547 registró la prohibición formal y pública del libro de Valdés.
Valdés escapó a Roma, donde su hermano Alfonso era secretario imperial. Por mediación del papa Clemente VII (1478-1534), se logró que se absolviera a Juan y a su familia de cualquier acusación.
Fue especialmente en Nápoles donde la labor pastoral y los escritos de Valdés dejaron su huella en el cristianismo del siglo XVI. Juan se trasladó en 1535 a la elegante villa de Riaggia, donde residía gran parte de la nobleza. En Nápoles parecía que Dios le había destinado a ser doctor y pastor de personas nobles e ilustres. La obra de Valdés fue descrita con las siguientes palabras: Creo que escribe por la noche lo que hace durante el día, y durante el día escribe lo que sueña por la noche.
Entre los que se cree que formaban parte del círculo de Valdés se encontraban predicadores como Bernardino Ochino (1487-1564), de quien Carlos V dijo que su elocuente predicación hacía llorar a las piedras; sacerdotes como Pietro Carnesecchi (1508-1567), protonotario de Clemente VII, y Pedro Mártir Vermigli (1499-1562); el poeta humanista Marcantonio Flaminio (1498-1550); obispos como Pier Paolo Vergerio (1498-1565), Juan Mateo Giberti (1495-1543), Vittore Soranzo (1500-1558); cardenales de profunda espiritualidad como Gasparo Contarini (1483-1542), el inglés Reginald Pole(1500-1558), Jacopo Sadoleto (1477-1547) y Girolamo Seripando (1493-1563). También había mujeres importantes como Julia Gonzaga (1513-1556), condesa de Fondi, y Victoria Colonna (1490-1547).
Dentro de este círculo podemos ver que algunos personajes mencionados llegaron a ser discípulos directos de las enseñanzas de Valdés. Antonio Caracciolo (1519-1571), autor de una biografía del papa Pablo IV (1475-1559), habló de tres mil protestantes en Nápoles, que algunas fuentes han identificado o asociado con los seguidores de Valdés. Caracciolo se refirió a Vermiglio, Ochino y Flaminio como discípulos de Valdés.
Las consultas espirituales de Julia Gonzaga a Valdés dieron lugar a la redacción de la obra Alfabeto Cristiano, la cual refleja el fruto de las conversaciones mantenidas por el círculo valdesiano. Valdés había confiado inicialmente sus manuscritos a Julia, quien se los entregó a Carnesecchi en Viterbo. Carnesecchi los envió a Pier Paolo Vergerio y otros, quienes los llevaron de Italia a Suiza y Alemania para su impresión. Juan de Valdés nunca sería excomulgado de la iglesia católica.
Juan de Valdés murió en junio de 1541. Tras su muerte, sus seguidores tomaron diversas direcciones religiosas. Es evidente que no llegaron a constituir un movimiento coherente y específico. Algunos desarrollaron rasgos verdaderamente protestantes, abrazando abiertamente el protestantismo. Otros continuaron en la iglesia institucional, Flaminio, Carnesecchi y Vitoria Colonna se trasladaron a Viterbo con el cardenal Pole (más tarde nombrado arzobispo católico de Canterbury). Vermiglio y Ochino cruzaron los Alpes y buscaron refugio en Pisa y Ginebra.
Es importante resaltar la figura del cardenal Reginald Pole. A pesar de haber estado involucrado en la Contrarreforma y el Concilio de Trento, Pole mantuvo durante varios años ideas de la justificación por la fe en línea con el luteranismo. Figura clave en la evangelización de judíos en Italia, el converso Immanuel Tremellius (1510-1580) fue fruto de esta labor de Pole, es quizás el humanismo de Erasmo junto al énfasis del estudio de los textos sagrados lo que hizo que Pole estuviera interesado en el círculo de Valdés.
Uno de los aspectos que no debemos dejar de lado es la influencia que el origen judío de Valdés tuvo en su pensamiento. Pasaremos unas líneas resumiendo la influencia de los conversos y alumbrados en su pensamiento.
Un aspecto importante de la investigación sobre los alumbrados ha sido el predominio abrumador de conversos entre ellos, a los que también pertenecía el linaje Valdés. Tradicionalmente, el tema de los conversos se circunscribía a los pogromos de Toledo (1391), el Edicto de Pureza de Sangre (1449) y su expulsión (1492), girando principalmente en torno a la sinceridad o simulación de su conversión y los abusos o la legitimidad de la reacción de la vieja cristiandad. Este estudio retrata el mensaje de un corazón en lucha, que busca definir lo que Valdés entendía por concepto y experiencia del verdadero cristianismo.
El hermano de su madre, Fernando de la Barrera, fue acusado de recaer en el judaísmo y quemado por la Inquisición en 1491. El padre de Valdés y su hermano mayor Andrés fueron juzgados y condenados a la vergüenza pública por fautoría de herejes, es decir, por ayudar o proteger a judíos falsamente convertidos.
Algunos de los más grandes escritores, humanistas, reformadores cristianos, místicos y santos del Siglo de Oro español tenían padres, abuelos o bisabuelos que habían sido fieles seguidores de la Ley de Moisés. Crearon un clima espiritual caracterizado por una espiritualidad más interna y un énfasis paulino; esto es, una inclinación vivencial hacia las epístolas de San Pablo, lo cual se puede ver en 4 elementos: perfección, contemplación, riqueza espiritual y oración.
La perfección no se expresa a través de votos, sino a través de un amor superior por Dios y por el prójimo, una idea que desafiaba los esquemas espirituales de la sociedad medieval española. La contemplación no consiste en especulaciones filosóficas que tienden a la curiosidad, sino que es la elevación de la mente hacia Dios. Las riquezas espirituales son más valiosas que las físicas porque apuntan a lo que esperamos alcanzar en la eternidad. A través de la oración, Dios nos concede el don de participar en la bendición de conocer su soberanía divina.
Los conversos comenzaron a alejarse de las ceremonias eclesiásticas. Esta lucha proporciona la connotación más precisa de los llamados alumbrados. Para los alumbrados era importante resaltar la aplicación de la obra de Cristo al individuo.
El proceso de Pedro Ruiz Alcaraz describe a los alumbrados como un movimiento e identifica repetidamente a Valdés como el teólogo de los alumbrados. El alumbrado generalmente denotaba cuestiones como la oración mental, un fuerte énfasis en las Escrituras con una iluminación personal e inmediata del Espíritu, y una relación personal con Dios a través de la inspiración y la guía del Espíritu. Podemos ver en estas líneas como hay un parecido con lo que posteriormente se conocería como luteranismo.
El fervor espiritual y la diversidad existentes en España a principios del siglo XVI, la inquietud espiritual de los conversos no asimilados, el importante papel que desempeñaron los descendientes de judíos en las relaciones comerciales entre los Países Bajos y España (acusados posteriormente de promover la distribución de literatura luterana) ayudó a que existieran varios focos del movimiento alumbrado en España.
Expresión clave de Valdés: el cristianismo no es una cuestión de ciencia, sino de experiencia. El trasfondo de Valdés se ubica en una confusión que hubo entre el recogimiento, un método de oración mental desarrollado por el franciscano de Francisco de Osuna (1492-1540), y el abandono de los monjes del Monasterio de Cifuentes y de Pedro Ruiz de Alcaraz. El propósito del recogimiento era llevar al alma a la perfección de la unión amorosa con Dios a través de la meditación sobre la Pasión y los ejercicios espirituales. El abandono consistía en manipulaciones de la doctrina del amor puro, o la ley del amor de Dios, impulsadas por su sensibilidad religiosa y con el deseo de ofrecer un camino espiritual más fácil y seguro basado en el amor de Dios, centrándose en la religión interna y sin exigir obras.
El edicto de Toledo se promulgó con carácter de urgencia en 1525. Alrededor de tres cuartas partes de sus artículos podían relacionarse con Alcaraz. Sin embargo, el edicto se promulgó antes de que él pudiera responder a las acusaciones, lo que hizo en 1526. El edicto se refiere varias veces a Lutero, pero Lutero está absolutamente ausente en la acusación o sentencia de Alcaraz. El conflicto de los alumbrados provocó aparentemente un edicto prematuro y condenatorio, que no se correspondía con las sentencias bastante leves dictadas contra los sospechosos.
[photo_footer]Izquierda: Erasmo de Rotterdam. Derecha: Martín Lutero. [/photo_footer]
En el juicio de Alcaraz, Juan de Valdés es mencionado tres veces. Se menciona que él y los seguidores de Pedro Ruiz de Alcaraz fueron vistos durante el servicio divino de la eucaristía sin rezar externamente ni inclinar la cabeza ante el nombre de Jesucristo.
La conversión de Alcaraz se remontaba a 1512. Ni las fechas de Alcaraz ni sus enseñanzas hacen plausible una dependencia luterana. Aunque la similitud con ideas luteranas no estaba eximida. Entre las similitudes que podemos ver se encuentras las siguientes: Alcaraz hablaba de las Escrituras como nadie más. Varios acusadores quedaron fascinados por el conocimiento que Alcaraz tenía de la Biblia. Otros informaron que él afirmaba comprender la Biblia de principio a fin.
Uno de los aspectos de los alumbrados que más preocupaba a los eclesiásticos españoles en el siglo XVI era su uso de las Escrituras. La autoridad de las Escrituras y la conversación teológica con otros laicos también eran muy importantes en el método teológico de Valdés. La idea del abandono como una forma de rendirse al amor de Dios que se asemejaba a la justificación por la fe de Lutero; esto es, el objetivo de entrar en una relación de amor perfecta con Dios, que se alcanza cuando los esfuerzos propios, el interés y la voluntad propios han cesado en vista de un compromiso total con Dios, lo que incluye no preocuparse por el destino eterno de uno mismo, sino dejarlo todo en manos de Dios. La comprensión que el hombre debe tener de Dios y de sí mismo, alabando a Dios y despreciándose a sí mismo, y humillándose en todas las cosas, poniendo toda su confianza en Dios y no en sí mismo, apartándose de todo egoísmo y vanagloria, dando gloria a Dios por todos los buenos dones.
Su linaje converso, su conversión personal del cristianismo general a una convicción y experiencia de fe personales, y su formación religiosa en el foro religioso del palacio de Don Diego López Pacheco y el conflicto de los alumbrados, determinarán el enfoque y los intereses de Juan de Valdés.
La siguiente gran influencia en el pensamiento teológico de Valdés se debe a la figura de dos personajes importantes del siglo XVI: Erasmo de Róterdam y Martín Lutero (1483-1546). Estas dos influencias externas, que llegaron de forma diversa a la Universidad Humanista de Alcalá, completarán las principales corrientes religiosas que se formaron y proporcionaron los elementos con los que Valdés compuso su primer y único escrito publicado en vida: el Diálogo de doctrina cristiana.
Erasmo aparece mencionado por primera vez en documentos españoles por el abad de Husillos en 1516. El abad sugirió a Cisneros que Erasmo colaborara en el Políglota español. Cisneros lo invitó a participar, pero Erasmo nunca llegó a España. La corte imperial entró en contacto con Erasmo, y algunos miembros de la corte se convirtieron en una vía clave de influencia erasmiana para Alcalá de Henares y Valdés. Más concretamente, el hermano gemelo de Valdés, Alfonso, servía en la corte como secretario imperial. Se convirtió en un ferviente seguidor de Erasmo, así como en uno de los primeros informadores sobre la disidencia luterana para los habitantes de Alcalá de Henares.
El luteranismo empieza a ser mencionado como doctrina que se tiene que prohibir en España en 1521. Los consejeros imperiales en España pronto escribieron a Carlos V aconsejándole que tomara medidas contra Lutero. Animaron a prohibir la venta, posesión, lectura o discusión de los libros y herejías de Lutero, tanto en público como en privado. En ese contexto, el legado papal escribió a Carlos V una carta que contenía un comentario significativo sobre Juan de Valdés y los conversos. El representante firmaba que todos los españoles apoyaban el catolicismo ortodoxo, con la excepción de los marranos y, en particular, los que comerciaban en Amberes. Se afirmaba, los marranos apoyaban a Lutero como reacción a la Inquisición española.
Existen tres cartas conservadas entre el propio Erasmo y Juan de Valdés que hacen referencia a la relación del neerlandés con Valdés durante su estancia en Alcalá de Henares. Las cartas de Erasmo incluyen elogios, como que Juan era un joven avanzado que se dedicaba a las artes liberales con el fin de adornar la virtud. Juan también es retratado como alguien que, formando parte de aquellos que viven en medio del odio y la hostilidad de sus oponentes, pone todo su cuidado y entusiasmo en unir la sinceridad de la piedad cristiana con la elegancia de las letras. Las cartas datan de Basilea el 1 de marzo de 1528, lo cual confirma a Valdés como estudiante en la Universidad de Alcalá. Hay otra del 21 de marzo de 1529, así como otra de Friburgo del 13 de enero de 1530 en donde Erasmo muestra su descontento de que Valdés no responde a sus cartas. Erasmo y el erasmismo español sin duda ejercieron una influencia sobre Valdés. En su Diálogo de Doctrina, Erasmo aparece como un precursor de sus comentarios sobre el credo. Se hace referencia a Erasmo como un excelente doctor y verdadero teólogo.
El Diálogo de Doctrina Cristiana, obra dedicada a Don Diego López Pacheco, es la supuesta transcripción de una conversación entre tres personajes: Antronio, Eusebio y Fray Pedro de Alba, arzobispo de Granada. A través de la interacción de estos personajes se presentan dos líneas de pensamiento claras. Una es la perspectiva del autor sobre el verdadero cristianismo, en particular en lo que se refiere a la comprensión y la experiencia práctica de los pilares pastorales del cristianismo: el credo, los diez mandamientos, los siete pecados capitales, los dones del Espíritu, etc. La segunda línea de pensamiento es una descripción del contexto religioso de la época, la religión tal y como la vivían y enseñaban los clérigos cristianos y el cristianismo institucional.
La intención de la obra era presentar una perspectiva básica pero completa del verdadero cristianismo, que abarcara diversas áreas del conocimiento, la espiritualidad y la práctica pastoral, llegando incluso a la reforma de la Iglesia. El Diálogo corresponde claramente a un joven de unos treinta años, que reunió todas las fuentes que tenía a su alcance y se proyectó en el ámbito del debate religioso. Además de los procedimientos que pudo haber causado la relación de Valdés con Alcaraz, el Diálogo constituyó un segundo motivo para que la Inquisición procediera contra él.
En su obra Diálogo de la Lengua, escrito en Italia, Valdés se refiere a otro personaje de Alcalá de Henares con el que discrepaba: Antonio de Nebrija (1444-1522). Valdés menciona a Nebrija más de veinte veces. En ese diálogo, que tiene lugar entre Valdés y tres amigos, Nebrija es repetidamente señalado a Valdés como una figura irritante. La diferencia entre Valdés y Nebrija se refiere únicamente a argumentos lingüísticos sobre la lengua española; sin embargo, teniendo en cuenta la figura y la importancia de Antonio de Nebrija en relación con el cardenal Cisneros y la Políglota, las diferencias de Valdés sin duda conllevan algunas connotaciones religiosas. La referencia negativa de Nebrija confirma la distancia que Valdés expresaba con respecto a las figuras institucionales mientras estaba en esa universidad teológica.
No solo el humanismo de Erasmo sino también la influencia de la obra de Lutero empieza a verse en el Diálogo de Doctrina de Valdés. El objetivo general del Diálogo de Doctrina es presentar la perspectiva alternativa de Valdés sobre el enfoque individual hacia Dios y su relación con él. Valdés presenta una orientación clara hacia la experiencia de la perfección cristiana, también conocida como unión amorosa con Dios.
Valdés defiende la idea de que solo el Antiguo y el Nuevo Testamento pueden considerarse sagradas escrituras:
La ley de Dios está contenida en las Sagradas Escrituras, porque esta es la única ley que nos declara la voluntad de Dios, y solo esta, en la que no falta ni una letra, está escrita por el Espíritu Santo, y solo a partir de esta, entre todas las muchas escrituras que existen en el mundo, estamos obligados a creer todas las cosas sin omitir ninguna.
Con respecto a la doctrina de la satisfacción:
Dios envió a su hijo como hombre, para que pudiera satisfacer ante Dios la ofensa que había cometido el primer Adán, y para que todos pudieran obtener igualmente la gracia que por culpa de Adán todos habíamos perdido, y abrir las puertas del cielo, donde hasta entonces, hasta la cruz, ningún hombre había entrado; de ahí en adelante, todos los que se acerquen a él por la fe y el amor disfrutarán de esa bienaventuranza.
Cuando el cristiano oye que Jesucristo sufrió por él y lo cree, nace en él una nueva confianza y un amor verdadero, lo cual es algo maravilloso, y junto con la subestimación de todas las cosas externas, crece una única estima por Jesucristo, sabiendo que solo él, Cristo, es suficiente, y de él espera todas las cosas.
La realidad de ese nuevo nacimiento necesario, real y posible es reiterada por Valdés a través del Diálogo de Doctrina. El nuevo nacimiento de Valdés se refiere a un cambio interno provocado sobrenaturalmente por una verdadera comprensión de la fe cristiana y la confianza en Cristo.
El Alfabeto Cristiano es la respuesta de Valdés a la lucha espiritual de Julia Gonzaga. Este escrito presenta una unidad orgánica, una respuesta completa y una perspectiva integral de su pensamiento. El mensaje de Valdés en el Diálogo de la Doctrina versaba sobre la verdadera experiencia cristiana y la religión, un compromiso verdadero e interno que da como resultado una relación satisfactoria y amorosa con Dios. La felicidad del hombre consiste en conocer a Dios a través de Cristo con la luz de la fe y consiste en la unión del alma con Dios a través de la fe, la esperanza y la caridad; solo el verdadero cristiano alcanza esta felicidad.
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Juan Pérez de Pineda (1500-1567), el primer editor de los Comentarios Bíblicos de Valdés se refirió a él como un teólogo práctico que era tan erudito como piadoso. Esta es una cita de Valdés en donde se puede ver su piedad:
Cuando acepto el evangelio, es decir, la noticia más feliz del perdón general, siento que mi conciencia se tranquiliza, que los afectos y apetitos de la carne desaparecen, sin ningún esfuerzo ni ejercicio por mi parte. Siento que me enamoro de Dios, de Cristo y de las cosas eternas. Me siento desprendido de mí mismo y de las cosas del mundo, y siento una gran certeza de mi salvación en mi alma y de una futura glorificación en Cristo a través de Cristo, de tal manera que vivo en una alegría espiritual perpetua. Siento estos y otros efectos estupendos que produce la fe.
La justificación, el reino de Dios, el Espíritu Santo, la resurrección y la vida eterna ahora se prometen a través de la fe, y esa vida eterna es la verdadera felicidad. La felicidad es conocer a Dios y a Cristo. La fe cristiana se basa en esta confesión, de modo que nosotros, que hemos aceptado el perdón general tal y como se expresa en el Evangelio, fundamentamos nuestra fe en la convicción de que Cristo es el Mesías y el Hijo de Dios, y así obtenemos la seguridad en nosotros mismos de la remisión de nuestros pecados y de nuestra reconciliación con Dios, considerándonos hijos de Dios, incorporados a Cristo y herederos de la vida eterna con Cristo.
El principio, el medio y el fin de la predicación cristiana deben ser predicar el reino de Dios y obligar y forzar a los hombres a entrar en él, rechazando el reino del mundo con todo lo que le pertenece.
Cuando la fe es sembrada por el Espíritu Santo, crece y produce un fruto maravilloso, de modo que podemos saber por experiencia que no hay nada en este mundo más precioso o deseable; y es cierto que la cuestión cristiana no consiste en la ciencia, sino en la experiencia.
Valdés expresó la conveniencia de permanecer en un cargo eclesiástico, independientemente de sus desacuerdos, con el fin de poder enseñar a otros. El énfasis de Valdés en el amor, su rechazo al partidismo teológico y su personalidad conciliadora sin duda lo distanciaron de la aguda y beligerante contienda entre los reformadores europeos y Roma. Valdés afirmó que apasionarse por una posición teológica era comparable a comportarse como bestias. Su falta de compromiso con la Reforma protestante, por lo tanto, parece ser una convicción, y no una traición a sus convicciones religiosas ni una concesión debido a sus intereses materiales o personales.
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