El 11 de abril de 2024, en una clínica de Suiza, una mujer holandesa de 29 años, físicamente sana pero con autismo y depresión, apretó el botón que liberó el pentobarbital. Quince minutos después estaba muerta. Había pagado 12.000 euros por el “derecho” a morir.

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La muerte asistida es uno de los grandes temas controvertidos en el mundo occidental. La ley de eutanasia en España^[1] incluye a personas con “enfermedades graves e incurables” o “padecimientos graves, crónicos e imposibilitantes”.

En Canadá, el programa MAID (asistencia médica para morir) superó en 2023 las 15.300 muertes, un 16 % más que el año anterior; entre ellas, veteranos con estrés postraumático, discapacitados y personas sin hogar que alegaban “pobreza insoportable”. En Oregón (Estados Unidos), el 48 % de quienes solicitaron suicidio asistido en 2023 citaron como motivo principal “sentirse una carga”.

La sociedad moderna ha declarado que la muerte ya no es enemiga; puede ser aliada, solución y derecho. El mensaje es claro: si la vida se hace demasiado pesada, el Estado te ofrece una salida limpia, rápida y “digna”. Pero la Biblia responde sin ambigüedades: No matarás (Éxodo 20:13). La vida pertenece a Dios desde la concepción hasta el último suspiro natural. Esta colisión frontal entre la cultura contemporánea y la ley divina es el tema de este artículo.

1. La vida es sagrada porque pertenece exclusivamente a Dios

Génesis 1:27 y 2:7 no admiten duda: el ser humano es imagen de Dios y recibe el aliento divino. Por tanto, la vida no es propiedad privada; es depósito sagrado. Job lo expresa con crudeza: «El Señor dio, el Señor quitó; sea el nombre del Señor bendito» (Job 1:21). Ni el dolor más intenso ni la autonomía más absoluta anulan este principio. Cuando Saúl, herido y desesperado, pide a su escudero que lo mate, este se niega: «¡Lejos de mí poner mi mano sobre el ungido del Señor!» (2 Samuel 1:14). Él entiende que acelerar la muerte, aunque sea por “misericordia”, es usurpar la prerrogativa divina. El mismo principio se aplica hoy: ningún médico, ningún paciente, ningún Estado tiene autoridad para decidir cuándo termina una vida humana, sólo Dios.

2. El dolor no anula la santidad de la vida

En nuestra sociedad se equipara el sufrimiento con la pérdida de dignidad. La Biblia dice exactamente lo contrario. El sufrimiento, aunque no es bueno en sí mismo, puede ser redimido. Job, lleno de heridas y dejado solo por todos, se niega a maldecir a Dios y suicidarse. Pablo, con su “aguijón en la carne” (2 Corintios 12:7-10), aprende que la debilidad es el escenario donde la gracia brilla más. Y Cristo mismo, en Getsemaní, ora que pase de él esta copa, pero que se haga la voluntad de Dios (Lucas 22:42). El dolor no autoriza a disponer de la vida, sino que nos reta a confiar en quien ya pasó por el peor dolor y salió victorioso.

3. El argumento de la autonomía humana choca con la soberanía divina

Sin embargo, el mantra actual es: “Mi cuerpo, mi decisión”. La Biblia responde que somos administradores, no dueños. El suicidio de Saúl fue castigado (1 Crónicas 10:13-14); el de Judas, condenado. El deseo de morir de Elías (1 Reyes 19) y de Jonás (Jonás 4) es corregido por Dios, quien les enseña que la vida todavía tiene un propósito, aunque ellos no lo vean. La autonomía absoluta es la misma falsedad de Génesis 3: “Seréis como Dios”.

4. La alternativa cristiana: cuidados paliativos y acompañamiento

Desde el punto de vista cristiano, sin embargo, la respuesta no es prohibir sin más, sino ofrecer algo mejor. Los centros de cuidados paliativos cristianos, por ejemplo, demuestran que el 95-98 % del dolor terminal puede controlarse. En España, unidades como la Fundación Vianney, el Hospital San Juan de Dios o el Centro de Cuidados Laguna en Madrid superan el 97 % de control del dolor total (físico, emocional, social y espiritual). En África, donde muchas veces faltan los medicamentos adecuados, iglesias evangélicas han creado redes de hospicios donde familias enteras acompañan al moribundo con oración y canto, convirtiendo la muerte en testimonio público de esperanza.

5. Dos ejemplos que desafían la cultura de la muerte

●     Joni Eareckson Tada, tetrapléjica desde 1967, rechazó reiteradamente la eutanasia —legal en Estados Unidos— y declaró: «Si me hubieran ayudado a morir cuando lo pedí en mis primeros años de parálisis, me habría perdido 55 años de ministerio»^[2] Hoy dirige una fundación que —entre muchas otras cosas— ofrece sillas de ruedas gratuitas a 20.000 discapacitados al año.

●     Ramón Sampedro. Un caso particularmente conocido en España es el de Ramón Sampedro, quien quedó tetrapléjico en 1968 y pidió eutanasia durante 29 años, convirtiéndose en símbolo de la lucha por el “derecho a morir dignamente”. Su historia inspiró la película Mar adentro (2004), dirigida por Alejandro Amenábar. Sampedro expresó su desesperación en su libro: Cartas desde el infierno: «Quiero morir porque mi vida es un infierno, pero no quiero que nadie me mate; quiero que me ayuden a morir».^[3]

Lo que es menos conocido es que su hermano José, principal cuidador de Ramón, se negó siempre a ayudarle, declarando en entrevistas: «La eutanasia es matar, y matar no es compasión»^[4]. Ramón finalmente murió el 12 de enero de 1998 por ingestión de cianuro, asistido por su amiga Ramona Maneiro, quien lo confesó en 2005 cuando el delito había prescrito^[5]. Veinte años después, José seguía afirmando en debates sobre la ley de eutanasia: «Mi hermano buscaba paz, pero la paz no se encuentra matando; se encuentra en la vida con dignidad»^[6] Este caso ilustra la tensión familiar y moral que genera la eutanasia, y cómo, para creyentes, la vida debe respetarse hasta el final natural, como depósito divino.

6. Aplicaciones prácticas para hoy:

¿Cómo podemos responder a toda esta temática con hechos concretos? Me voy a permitir dar algunas sugerencias:

●     Redacta un testamento vital cristiano claro y legal. No basta con decir: «No quiero eutanasia»; hay que escribirlo. En España, el documento de instrucciones previas debe especificar: rechazo expreso de eutanasia activa y suicidio asistido, petición de cuidados paliativos completos y designación de un representante de confianza (preferiblemente creyente). Modelos evangélicos ya existen, por ejemplo, el de la Alianza Evangélica Española de marzo 2021, en respuesta a la ley de eutanasia. Desde la aprobación de la ley en 2021, los testamentos vitales en general han aumentado considerablemente, también entre los evangélicos.

●     Crea grupos de acompañamiento a enfermos en fase terminal. Algunas iglesias evangélicas en España han formado equipos de voluntarios capacitados en cuidados paliativos. Puedes preguntarte si esto también podría ser una opción interesante para tu iglesia. De todos modos, vale la pena involucrarte en el tema, y si tan solo fuera para tu formación personal.^[7]

●     Conviértete en “testigo vivo”. Vive de tal forma que, si mañana te diagnostican algo incurable, tu reacción sea: «Estoy en las manos del Señor». No somos intocables en cuanto al dolor y el sufrimiento. El dolor bien puede formar parte de la vida de un creyente. Para esto es necesario ser consciente de nuestra fragilidad, pero también de nuestra esperanza. El Señor no solamente nos da una carga, sino también nos ayuda a llevarla.

●     Prepárate para el debate público: Memoriza estos tres datos fundamentales:

○     En países con eutanasia legal, la pendiente resbaladiza es real. En Canadá aumentaron los casos de eutanasia activa de 1.018 en 2016 a 13.241 en 2022. Es un aumento del 1.200 %

○     Los cuidados paliativos controlan el 95-98 % del dolor terminal según los datos de la OMS del año 2020.

○     El 70 % de los que piden eutanasia cambian de opinión si reciben acompañamiento adecuado según un estudio holandés hecho en 2021.

●     Ora con nombre y apellidos. Cada iglesia debería tener una lista de enfermos terminales (propios y ajenos). Orar por ellos semanalmente cambia la perspectiva: la muerte deja de ser amenaza y se convierte en puerta. Los enfermos terminales son mucho más conscientes de lo que pasa a su alrededor que nos imaginamos. Saber que otros están orando y ser destinatario del poder divino es un recurso sobrenatural.

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7. El reto final

En algún momento nos va a tocar y puede que las circunstancias sean sumamente difíciles. A veces una llama se apaga muy lentamente. Podemos pedirle al Señor que le glorifiquemos con nuestra muerte y, si es su voluntad, con una mente clara y sin ser una carga excesiva para otros. Pero quién tiene la última palabra es Aquel que nos ha dado la vida. También nos la va a quitar en el momento adecuado según sus planes.

Nuestra sociedad exige que se muera con dignidad. Pero la verdadera dignidad no está en controlar la salida, sino en confiar en quien ya venció la muerte. Cuando la sociedad ofrece la jeringuilla como “liberación”, el cristiano confía en la cruz como victoria. Decidir nuestra hora de la muerte no es derecho de nadie. Esta decisión pertenece al que resucitó al tercer día.

^[1] Ley Orgánica 3/2021, aprobada en marzo de 2021

^[2] Joni Eareckson Tada, Heaven: Your Real Home (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2015), 147.

^[3] Círculo de lectores, 2005

^[4] El País, "La segunda muerte de Ramón Sampedro", 16 enero 2005

^[5] Antena 3, entrevista a Ramona Maneiro, 20 mayo 2005

^[6] Antena 3, "El hermano de Ramón Sampedro carga contra la mujer que le ayudó a morir", 20 mayo 2024.

^[7] Materiales y recursos gratuitos sobre el tema se encuentran aquí: https://alianzaevangelica.es/category/grupos-de-trabajo/bioetica-y-salud/