Las recomendaciones de Dios a Elías para vencer la depresión valen también para quienes la sufren en nuestros días.
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Últimamente he escrito seis artículos sobre temas humanos y sociológicos:
La salud mental. El suicidio. La soledad de los jóvenes. La ansiedad. La angustia y la depresión. En la redacción de estos trabajos he empleado únicamente literatura secular. Hoy, como continuación a mi último artículo sobre la depresión, hecho mano de la Biblia para escribir sobre las depresiones de Elías.
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La Biblia no menciona ni una sola vez la palabra depresión. Ni la registra, ni la define, ni da normas para curarla. Pero es cierto que por las páginas de la Biblia desfilan hombres profundamente creyentes en los que se advierten períodos de intensa depresión, como Moisés, Job, y otros.
Uno de los hombres del Antiguo Testamento que más padeció la depresión fue Elías. Santiago dice de él que fue hombre “sujeto a pasiones semejantes a las nuestras” (5:17). Entre estas pasiones estuvo la depresión. Los especialistas en temas de depresión dicen que puede atacar a las personas después de un sonado fracaso o de un clamoroso éxito.
Aquí entra Elías. Sus éxitos como profeta fueron muchos: Resucita al hijo de una viuda. Se presenta y desafía al rey Acab, que lo andaba buscando para matarlo. Ora pidiendo al cielo que llueva y Dios le envía un diluvio. Corre ante la carroza que transportaba al rey y llega a Jezreel antes que él. Desafía a 450 profetas del dios pagano Baal y manda matarlos a todos.
Un hombre de estas condiciones y este poder espiritual tan extraordinario, ¿puede llegar a deprimirse? Pues Elías lo fue.
Y la causa de la depresión no fue para tanto. Una mujer, la reina Jezabel, al enterarse de la matanza de los profetas de Baal, prometió: “así me hagan los dioses y así me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos”. Elías se enfrenta a 450 hombres y huye por miedo a las amenazas de una mujer. Además, la amenaza no constituye daño en sí, sino la intención de hacerlo.
Pero Elías no lo soportó. La depresión se estaba incubando en su interior. “Viendo el peligro se levantó y se fue para salvar su vida”. (1º Reyes 19:3). Escapó. Huyó de las amenazas de Jezabel. Poco antes había expuesto su vida ante 450 profetas de Baal, hombres con mucho poder, y ahora huía cobardemente para salvarse. La conciencia del ser humano está formada por estas contradicciones.
En su huida Elías parte del monte Carmelo en dirección sur a través del desierto. Lo recorre día y noche, sin orientación, perdido, durmiendo en cavernas y al pie de árboles solitarios. Bajo un sol abrasador camina día y noche, teniendo tal vez como meta el monte Sinaí. Una noche se refugia debajo de un enebro, árbol característico del desierto del Neguev, suficientemente desarrollado para dar cobijo al profeta.
Aquí su depresión se agudiza hasta el punto de desear la muerte. Le dice a Dios: “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida”. (1º Reyes 19:4). Había huido para salvar su vida de las amenazas de Jezabel y ahora le pide a Dios que se la quite. Son las contradicciones de la persona deprimida. Abandonando el árbol “se metió en una cueva”. (1º Reyes 19:9). Fue allí donde Dios entra en contacto con él. Las recomendaciones de Dios a Elías para vencer la depresión valen también para quienes la sufren en nuestros días. Es una terapia de la que han aprendido médicos de hoy. Analicemos en qué consistió esa terapia. Todo se encuentra en el primer libro de los Reyes, capítulo 19.
Ternura.
Dios le mandó un ángel, quien pudo haberle reprochado todas las contradicciones de su vida. Pero no hizo nada de esto. Simplemente se acercó al profeta “y le tocó”. Fue un toque ligero, suave, un toque de ternura.
A la persona deprimida no se la debe castigar. Hay que tratarla con ternura.
Superación.
El ángel dijo a Elías: “Levántate”. Es el consejo que se ha de dar a la persona deprimida. Que trate de levantarse de su situación, que haga esfuerzos por conseguirlo, que quienes están cerca de él o de ella sufren con sus sufrimientos.
Alimentación.
El doctor francés J. P. Amiel, especializado en depresión, dice que en muchos casos se debe a anomalías alimenticias, comer lo justo para no engordar.
El ángel le dijo a Elías “levántate y come”. A la persona en estado de depresión hay que hacerle comprender la necesidad de una alimentación adecuada.
Descanso.
“Elías comió, bebió y volvió a dormirse”.
En la lucha contra la depresión el descanso ocupa un lugar de capital importancia. Cuando el cuerpo no funciona, la mente tampoco.
Proyección de futuro.
El ángel dice a Elías: “Levántate y come, porque largo camino te resta”.
La persona deprimida llega a creer que no tiene que hacer ya nada en la vida. Y es un error. Afectado por una larga depresión, el escritor italiano Giovanni Papini llegó a escribir a los 30 años Un hombre acabado. Sin embargo, vencida la depresión estuvo escribiendo hasta su muerte, a los 75 años.
Sentido de la existencia.
Dos veces el ángel pregunta a Elías: “¿Qué haces aquí, Elías?” ¿Qué hacía un héroe de la fe, un gran profeta escondido en una cueva? La vida no es un nirvana. Vivir es una aventura gloriosa. Se impone animar a la persona deprimida a que abandone su rincón y dé sentido a la vida.
Cambio de ambiente.
El ángel dice a Elías: “Sal fuera y ponte en el monte”. En el monte o en la playa, en el campo o en la sierra, el cambio de ambiente puede ayudar a la persona deprimida. El psiquiatra Vallejo-Nágera cree que no, que aconsejar al deprimido a viajar puede ser tiempo perdido, porque lo primero que mete en la maleta es la depresión. Sin embargo otro psiquiatra, el alemán Vester, ya citado en estos trabajos, escribe a favor de que el deprimido cambia de ambiente.
Nuevas metas.
Confiado en que Elías ha superado la depresión, Jehová le encomienda esta tarea: “Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco. Ungirás a Nimsi por rey sobre Israel y a Eliseo para que sea profeta en lugar de ti”.
Dios le dice a Elías que su ministerio no había terminado. Debía vencer totalmente la depresión y ungir en nombre de Jehová a reyes y profetas.
Gran lección para las personas deprimidas. Hacerles ver que si hicieron grandes cosas antes de la depresión es menester seguir haciéndolas una vez vencida.
Solidaridad.
El último tratamiento de la terapia que Dios aplica a Elías para vencer su depresión es la solidaridad. Cuando Jehová le pregunta qué hacía allí, escondido en aquella cueva, el profeta deforma la realidad. Le responde que habían matado a todos los demás profetas y sólo quedaba él, a quien buscaban para quitarle la vida. Dios le convence de que no era así. No estaba solo. Otros siete mil permanecían fieles y activos.
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El psiquiatra Vallejo-Nágera, al que acabo de citar, dice en su libro Ante la depresión que la soledad, una de las causas que conducen a la depresión, se esgrime también para mantenerla. El deprimido cree que se encuentra solo, que nadie le ayuda. Por lo mismo hay que rodearlo de cariño y decirle como Pablo al carcelero de Filipos. “No te hagas ningún daño. Nosotros estamos aquí”.
Decir a la persona deprimida que familiares y amigos están aquí, dispuestos a ayudarle en su enfermedad. No somos siete mil, pero los suficientes para darles la mano y levantarlo de su postración.
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