No podemos desfallecer en la defensa de los derechos humanos

“¿Cómo consigues seguir adelante?”, preguntó una joven de rostro fresco en el ascensor de las Naciones Unidas. “¡Llevo tres meses en esto y ya estoy agotada!”.

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Esa es la triste realidad de muchos defensores de los derechos humanos en este momento de incertidumbre global para las relaciones internacionales. Los cristianos que trabajan en este campo tampoco se libran de ello.

Recientemente pasé dos días en el Foro sobre Cuestiones de las Minorías, organizado en Ginebra por el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre Cuestiones de las Minorías. Uno de los objetivos de este evento anual es ofrecer a los grupos minoritarios una plataforma para expresar sus reivindicaciones.

Y muchos de ellos, procedentes de todo el mundo, aprovecharon la oportunidad para describir su dolor, su sufrimiento, su exclusión y su marginación ante las Naciones Unidas.

Los problemas de Europa, Oriente Medio y África del Norte estuvieron algo sobrerrepresentados. Esto se debe sobre todo a que los defensores tuvieron que financiar sus propios viajes al foro, lo que supuso un mayor coste para las personas procedentes de América Latina o Asia meridional y oriental.

Sí escuchamos a personas procedentes de varios países asiáticos, entre ellos Pakistán, India, Sri Lanka, Nepal, Bangladesh, China, Tailandia y Vietnam.

Lamentablemente, algunas de las violaciones más graves de los derechos humanos no estuvieron representadas porque las víctimas no tienen voz. Por ejemplo, nadie estuvo presente en Ginebra para hablar en nombre de las mujeres oprimidas en Afganistán.

Los representantes de los países también estuvieron presentes, dispuestos a defender sus propias acciones y señalar a los grupos minoritarios como el problema.

China e Irán se mostraron especialmente atentos para intervenir cada vez que un defensor expresaba críticas sobre los derechos humanos en sus países.

Todo esto ilustró la situación de los derechos humanos en el mundo actual: todos los países quieren presentarse como modelos de armonía social y tolerancia, pero a menudo esa no es la realidad para los grupos minoritarios.

En mi trabajo para la Alianza Evangélica Mundial (WEA), defiendo principalmente a las minorías religiosas. Los cristianos son un grupo minoritario en la mayoría de los 161 países donde la WEA tiene alianzas nacionales, y a menudo se enfrentan a severas restricciones para practicar su fe.

En Turquía, por ejemplo, los aproximadamente 7000 cristianos evangélicos, de una población total de 85 millones, no suponen ninguna amenaza, pero el Gobierno se niega a reconocerlos.

Los evangélicos de Turquía no pueden obtener permisos para construir nuevas iglesias. Como no tienen su propio seminario, históricamente han dependido de pastores de otros países, pero el año pasado el Gobierno turco expulsó a los pastores extranjeros, incluso a aquellos con cónyuges y familias turcos. Como resultado, muchas iglesias cristianas evangélicas se han quedado sin pastores.

En muchos países islámicos, la población cristiana histórica, como la Iglesia copta en Egipto o la Iglesia armenia en Irán, es reconocida y protegida.

Sin embargo, los cristianos evangélicos son considerados una amenaza para el islam porque comparten el evangelio con entusiasmo y están convirtiendo a otras personas.

En la mayoría de los países donde el islam es la religión oficial, es ilegal que los musulmanes se conviertan a otra fe y los evangélicos no tienen estatus legal.

Estos países afirman que respetan a las minorías cristianas, pero eso solo es cierto en parte.

Por el contrario, varios grupos musulmanes han expresado su preocupación por las violaciones de los derechos de los musulmanes que han emigrado a Europa y América del Norte.

En algunos países, a los seguidores del islam se les niega el derecho a llevar ropa distintiva o a adaptar sus días festivos.

Estos casos nos recuerdan que los derechos humanos son aplicables a todas las personas, en todo momento.

En prácticamente todos los países del mundo, incluso en aquellos que se consideran modelos de derechos humanos, hay minorías agraviadas. Por el contrario, cuando se respetan sistemáticamente los principios de los derechos humanos, nadie es “marginado” ni excluido.

No pensemos que los derechos humanos son solo una idea inventada por las Naciones Unidas, Jesús ya dijo que el segundo mandamiento más importante de Dios es “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos” (Marcos 12:31).

Ilustró este punto con la parábola del buen samaritano, en la que un miembro de una minoría odiada mostró amor sacrificial por un hombre abandonado a su suerte al borde del camino.

Jesús dejó claro que su misión incluía reconciliar a judíos y gentiles en Juan 10:16: “Tengo otras ovejas que no son de este redil. También a ellas debo traerlas. Ellas también escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor”.

Pablo reforzó este mensaje en Efesios 2:15-18. Él y sus compañeros cristianos judíos dieron ejemplo a la iglesia al reconocer que Dios acogía en su reino a creyentes de todos los grupos étnicos.

No es de extrañar, pues, que los cristianos desempeñaran un papel importante en la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), cuyo aniversario celebramos cada 10 de diciembre.

Cuando se adoptó en 1948, la DUDH fue un compromiso mundial innovador tras las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial.

Nuestra creencia en la dignidad inherente de todos los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, independientemente de sus características personales, se refleja en nuestro firme reconocimiento de los derechos humanos.

En este Día de los Derechos Humanos, reafirmemos todos nuestro compromiso de defender el valor y la dignidad de todos los seres humanos.

Sí, es una tarea difícil. Puede llevar fácilmente al agotamiento, debido a la oposición que enfrentan los defensores de los derechos humanos desde muchos frentes, pero es una parte esencial de nuestra responsabilidad representar a Jesús en un mundo herido y dividido.

Janet Epp Buckingham, directora de la Oficina de la Alianza Evangélica Mundial ante las Naciones Unidas en Ginebra.

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