Entre las dos eses

Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo. 2 Pedro 1:21

Una profeta, un profeta, son creyentes que se presentan en la iglesia con nombres y apellidos, nunca por su unción ni por el tan mal llamado mi ministerio.

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Su labor en esa congregación puede ser integrarse de manera voluntaria en ella, o porque se sienten enviados por una razón que todavía no conocen, o quizá sí conocen, todo cabe. Lo que saben con seguridad es que no buscan nada para sí.

Más pronto que tarde serán detectados por algunos, los que recuerdan comentarios sobre ellos provenientes de otros templos, los que se dan cuenta de que es Dios quien los envía y, aterrados sin saber cómo gestionar la situación, irán dando la voz de alarma al resto, convirtiéndose así en falsos profetas dados al chisme.

Quieren dar la impresión de que tienen el don de discernimiento y no saben usarlo ni para lo bueno ni para encauzar hacia el bien lo malo. Ven la verdad, pero cierran sus ojos alejándose y alejando a los demás.

Estos correveidiles se sienten en peligro, ¿perderán los beneficios que han recibido en ese lugar con ese puesto que ejercen? No sólo la jerarquía sino la capa más baja siente miedo, están siendo aleccionados para que así sea.

En las iglesias existen capas bajas, no hay duda. Son los pusilánimes espirituales, los extranjeros desprotegidos, los pobres que no levantan cabeza, la carne de cañón propicia para ser manipulada.

La fama que produce el miedo va cubriendo la obra de la profeta, del profeta, como un humo negro que los envuelve y los separa del resto, los aísla.

Poco pueden hacer si esa iglesia, esos pastores y creyentes, se siente bien a gusto, viviendo entre las dos eses: lo Santo y lo sucio.

De poco vale que la vida de los profetas esté acorde con el deseo del Espíritu Santo, con la fe en la misión que le ha sido entregada, con el esfuerzo y la valentía de quienes ofrecen el cumplimiento de su deber limpio y lo hacen de manera que no esperan nada a cambio, material ni inmaterial. Hablamos de los elegidos que van de un lugar a otro comunicando un mensaje:

El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá la recompensa que merece un profeta; y el que recibe al justo por ser justo, recibirá la recompensa que merece un justo. Mateo 10:40-41.

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