Cervantes es un buen observador del ser humano: sus personajes revelan lo mismo que los bíblicos, que somos muy incoherentes.
Los que somos lectores empedernidos de Cervantes y, en particular, de El Quijote, estamos de enhorabuena con la última obra de Antonio Muñoz Molina titulada El verano de Cervantes. Este libro engancha desde su primera página. Es siempre una buena señal cuando una obra se lee vertiginosamente. He disfrutado mucho, lo mejor que se puede decir de un libro. Por mor de la magia de la literatura, El verano de Cervantes se ha transformado, como los molinos de viento, en gigantes, en mi verano con Cervantes.
[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]
El verano de Cervantes tiene un destacable poso de autenticidad. Se nota que Muñoz Molina, premio Miguel de Unamuno amigo de los protestantes, ha realizado a lo largo de toda una vida unas lecturas muy pormenorizadas del Quijote. Los que conocemos El Quijote lo podemos apreciar. Y, como no podía ser de otro modo, nos descubre nuevas percepciones de la novela que algunos de nosotros jamás habíamos avistado. Muñoz Molina pertenece a ese selecto grupo de lectores que releen. Según C.S. Lewis, estos son los auténticos lectores, pues vuelven una y otra vez al libro que les encandiló, para gozar de nuevo de aquellos pasajes que les cautivaron y, de paso, descubrir nuevas joyas en la obra ya leída. “Caigo cautivo a largas rachas de los escritores que más amo” comenta Muñoz Molina, entre los cuales ocupa un lugar de privilegio, para nuestro escritor andaluz afincado en Madrid, Cervantes. Unos de los atractivos de El verano de Cervantes reside en las referencias a los momentos y lugares en los que ha leído el Quijote. En su caso, su primera aproximación a Don Quijote es en Ubeda, en su infancia, en verano. Y es que, indefectiblemente, nuestras lecturas están unidas a los lugares y momentos, el donde y cuando las realizamos. Como indica el título de esta obra, Cervantes sitúa la acción de sus novelas quijotescas en verano. Como Muñoz Molina asocio el verano con Don Quijote. Recuerdo que la primer vez que lo leí fue en esa estación, durante esas interminables siestas que nos hacían tomar nuestros padres, con el calor amortiguado en una estancia a la sombra y mirando al norte. Me acuerdo hasta de la edición que manejé, de papel barato, las páginas ya de un descolorido marrón por el inexorable paso del tiempo. Por cierto, también me identifico con Muñoz Molina en su afán de tener todo lo que tenga que ver con el Quijote, por ejemplo, nuevas ediciones de la obra incluso traducciones a otros idiomas. Tengo una edición ilustrada por Salvador Dalí, un facsímil, en una edición muy desconocida, en inglés, publicada originalmente en Nueva York. Pero no solo ediciones sino también libros que comentan el Quijote. Todavía no salgo de mi asombro por el ejemplar perfectamente conservado en pasta dura y cantos dorados. que adquirí, a un precio increíble, en la cuesta de Moyano en Madrid. Es el libro del gran Américo Castro, Cervantes y los Casticismos Españoles. Me alejé del lugar tan contento como si hubiera encontrado un tesoro de joyas o perlas. Muñoz Molina alude a algunos de los más famosos lectores de El Quijote. Y es que han sido legión. Entre otros, Sigmund Freud, que aprendió español para hacerlo; Herman Melville, (nada menos que el último gran teólogo calvinista como le llama curiosamente José Luis Villacañas en su preciosa biografía sobre Giorgio Agamben) A mi siempre me conmovió Moby Dick, en cuyas páginas asistí, literariamente, a mi primer culto protestante, en esa capilla para marineros en la que el púlpito ocupa la mejor posición, y la predicación es el acto central de la reunión. Thomas Mann, el autor de La Montaña Mágica, y que lo leyó en una travesía por el Atlántico. O, incluso el gran William Wilberforce fue lector del Quijote, como pone de manifiesto su diario personal.
Un aspecto notable de El verano de Cervantes es que desgrana el arte literario detrás de la creación cervantina, mostrando así el enorme talento de Cervantes y la no menor habilidad de Muñoz Molina para revelar el secreto de la gran literatura, particularmente de la novela, a la que ha contribuido con obras como El Jinete Polaco, Beatus Ille, Plenilunio o Como la sombra que se va, la apasionante novela sobre James Earl Ray, el asesino de Martin Luther King. Este título, por cierto, es una cita del Salmo 102.11 tomada de la versión de Reina de 1569. Creo que las múltiples aproximaciones al libro de Cervantes han dejado una huella indeleble en su persona y en su obra literaria. Contrariamente a lo que se supone, nos dice Muñoz Molina, pocos parecen ser los escritores españoles que han sido tan influidos por Cervantes, salvo Benito Pérez Galdós y esto tan solo siglos después.
En su dedicatoria personal (que tuvo la gentileza de hacer Antonio Muñoz Molina a petición de mi buen amigo José de Segovia que me regaló el libro) afirma que el Quijote es casi nuestra Biblia española. Y que cierto es pues nuestra Biblia, la de nuestro Siglo de Oro Español, fue perseguida hasta el punto de no poder dejar huella en nuestra cultura. Esto lo sabe muy bien Muñoz Molina, como dijo en su conferencia Memoria y Ficción: “pero existía una Biblia en español desde el último tercio del siglo XVI, en un español que tiene toda la furia y toda la poesía del español de La Celestina, toda la abundancia selvática del idioma en el que están escritas las Crónicas de Indias, el descaro del Lazarillo, la solemnidad terrible de la gran arquitectura y la música religiosa de entonces. Me estoy refiriendo a la traducción de la Biblia de Casiodoro de Reina, completada por Cipriano de Valera … Publicada, claro, en el destierro, por un fraile hereje, y leída clandestinamente a lo largo de los siglos por los protestantes españoles, pero inaccesible para casi todos, e incapaz por tanto de vigorizar el idioma y la imaginación en la misma medida que la Biblia inglesa. Juan Benet, que según su propia confesión era un crítico frustrado que se consolaba escribiendo novelas, atribuye a esa ausencia de la Biblia la falta en español de lo que él llama Gran Estilo”. Por eso El Quijote es casi nuestra Biblia, ¡Muñoz Molina genial incluso en sus dedicatorias!
[photo_footer]Antonio Muñoz Molina, escritor./ Casa de América, Flickr, CC 2.0[/photo_footer]
Lo que si demuestra El Quijote es que Cervantes era un empedernido lector de la Biblia. Y esto no solo por las abundantes citas que hace de la misma en su obra. (Este es uno de los aspectos más misteriosos de El Quijote, pues la Biblia estaba proscrita en España) Lo es asimismo por mostrar una imagen real del ser humano. En otras palabras, la antropología cervantina es intensamente bíblica. Así lo explica Muñoz Molina en El verano de Cervantes: “una de las lecciones supremas de Cervantes es la atención a lo inconstante, lo ambiguo, lo contradictorio de las personas, las trastornadas y las en apariencia cuerdas, las mezquinas y las generosas. Don Quijote es cortés y comedido y un momento después está ciego de cólera y grita atropelladamente groserías, y ataca por sorpresa y con extrema violencia a alguien que no puede defenderse. Sancho se conmueve con el llanto de un galeote viejo y le da una limosna, y unas páginas después está especulando sobre la posibilidad de gobernar un reino que tenga costa y esté poblado por súbditos negros para hacerse rico vendiéndolos a todos como esclavos”. Muñoz Molina insiste en que “en cada persona, y no solo en Don Quijote, se suceden la lucidez y el trastorno, la generosidad y la crueldad, la cobardía y el coraje”. Sin duda alguna, Cervantes es un buen observador del ser humano y ha sido un gran lector, pero sus personajes revelan lo mismo que los bíblicos, que somos muy incoherentes. En este sentido, El Quijote podría ser una especie de Biblia española. Como Michel de Montaigne, Cervantes muestra su prevención frente al absolutismo moral de los que dicen, usando las palabras de Isaías: “... Estate en tu lugar, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú; éstos son humo en mi furor, fuego que arde todo el día”, Isaías 65.5. En El Quijote Cervantes se enfrenta a los que separan en la sociedad a los buenos (ellos) de los malos (los otros). Y es que el mundo de Cervantes era tan abigarrado y mixto y no tan diferente de la España actual. El creador de Don Quijote nos previene contra cualquier superioridad moral que podamos sentir frente a otros seres humanos. Sancho no se siente superior a su vecino, Ricote, aunque este sea un morisco condenado a abandonar España. Cervantes muestra, por medio de El Quijote, lo que siglos después Martin Heidegger consideraría nuestra constante tendencia a malinterpretarnos por medio de un encubrimiento y una deformación de lo que somos. Esto desvela la perspicaz mirada de Cervantes sobre la compleja naturaleza humana. Del mismo modo, la Biblia no oculta o disimula los pecados y disparates de los que desfilan por sus páginas; lo hace para mostrar el fracaso del ser humano. De este manera, las Escrituras señalan la completa necesidad de una salvación que no dependa en absoluto de uno mismo, sino de Dios, de la justicia de Dios en Cristo, de los méritos de Cristo que son suficientes para satisfacer a la justicia divina a nuestro favor. El Quijote, como la Biblia, revela la bancarrota moral de la humanidad, la hipocresía de la religión, y la necesidad de un Salvador; no del que nos aplauda por nuestros buenos esfuerzos sino de Uno que nos salve a pesar de nosotros mismos. El versículo bíblico más escandaloso para los religiosos es Romanos 4.3: “Dios justifica al impío”. No lo hace con el que cree ser bueno, sino al que reconoce lo que realmente es, y le dice a Dios como el publicano de la parábola: “Señor se propicio a mí pecador”, Lucas 18.13. Es decir, Señor sálvame de tu justa ira por mi pecado por causa del sacrificio, que no es otro sino el que ofreció Cristo en la cruz del Calvario (Romanos 3.25) La Biblia es, pues, ante todo, una auténtica Praeparatio evangelica. Y esto porque pone de manifiesto lo que todas las culturas se unen en demostrar, el fracaso moral de la humanidad, lo cual dispone el camino para las buenas nuevas de salvación en la Persona y la Obra de Jesucristo. El Quijote, y todo el corpus cervantino, nos ayudan y mucho, a conocernos a nosotros mismos, pues es una especie de espejo del alma humana, en particular de nuestra fragilidad. Y es que si no nos conocemos como pecadores, no conoceremos realmente a Dios. Ambos saberes están íntimamente relacionados como dice Juan Calvino al comienzo de su Institución. Pero ese reconocimiento del pecado de uno, no es un fin en sí mismo, sino que lleva a la sorpresa de conocer que Dios está lleno de misericordia como Padre de nuestro Señor Jesucristo. Conocer a Dios es estar seguros de que si le confesamos nuestros pecados, El es fiel y Justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (1ª Juan 1.9)
Y si le pedimos perdón a Dios, necesariamente lo haremos a nuestro prójimo. Es relevante notar que lo que si hace Don Quijote es pedir perdón y en esto consiste una parte importante de nuestra fe. No es nada fácil, como sabemos por experiencia, y por lo raro que resulta escuchar una petición de perdón; pero Don Quijote, el hidalgo, también pide perdón a Sancho Panza, su escudero, cruzando así la línea que los separaba en aquella sociedad de privilegios. En nuestros días, sobra condenación y cancelación, y brilla por su ausencia el perdón. Don Quijote, al que incluso Sancho llama teólogo, dice que la compasión no se ha ausentado de su alma. Aquí, es el caballero de la triste figura imitador de Aquel que viendo a las multitudes tuvo compasión de ellas (Mateo 9.35) La compasión lleva a perdonar, y ese es justamente el mensaje que desvela toda la Escritura: que Dios nos perdona por fe y sobre la base de la obra de la cruz. Ese es el Dios que celebran las Escrituras: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”, Miqueas 7.18,19. Pide a Dios que te perdone, y perdona tu también. Recuerda a aquel que en la misma cruz dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, Lucas 23.34.
José Moreno Berrocal es pastor y presidente del Grupo de Trabajo de Teología de la Alianza Evangélica Española.
Recibe el contenido de Protestante Digital directamente en tu WhatsApp. Haz clic aquí para unirte.
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
Estudiamos el fenómeno de la luz partiendo de varios detalles del milagro de la vista en Marcos 8:24, en el que Jesús nos ayuda a comprender nuestra necesidad de ver la realidad claramente.
Causas del triunfo de Boris Johnson y del Brexit; y sus consecuencias para la Unión Europea y la agenda globalista. Una entrevista a César Vidal.
Analizamos las noticias más relevantes de la semana.
Algunas imágenes del primer congreso protestante sobre ministerios con la infancia y la familia, celebrado en Madrid.
Algunas fotos de la entrega del Premio Jorge Borrow 2019 y de este encuentro de referencia, celebrado el sábado en la Facultad de Filología y en el Ayuntamiento de Salamanca. Fotos de MGala.
Instantáneas del fin de semana de la Alianza Evangélica Española en Murcia, donde se desarrolló el programa con el lema ‘El poder transformador de lo pequeño’.
José era alguien de una gran lealtad, la cual demostró con su actitud y acciones.
Celebración de Navidad evangélica, desde la Iglesia Evangélica Bautista Buen Pastor, en Madrid.
Madrid acoge el min19, donde ministerios evangélicos de toda España conversan sobre los desafíos de la infancia en el mundo actual.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.
Si quieres comentar o