La primera consecuencia a la desobediencia es perder el favor de Dios, tanto en el terreno espiritual como en el natural.
Una de las cosas sobre las cuales el pueblo de Israel fue advertido es a no dejar de oír y obedecer la ley de Dios. Al final cuando Dios les dio su ley, también les declaró por medio de Moisés que habría consecuencias de bendición a la obediencia y de maldición a la desobediencia. Al respecto siempre me llamaron la atención que una de las consecuencias (¡de las muchas!) a la desobediencia era la pérdida del favor de Dios; es decir la falta de atención por parte de Dios a las oraciones y los ruegos del pueblo, tratando de buscar su favor. Estas son unas de las palabras recogidas por Moisés:
“Y quebrantaré la soberbia de vuestro orgullo y haré vuestro cielo como hierro y vuestra tierra como bronce. Vuestra fuerza se consumirá en vano, porque vuestra tierra no dará su producto y los árboles de la tierra no darán su fruto” (Lv.26.19-20).
Es la primera parte lo que explica la segunda, que es mucho más amplia y que sigue en todo el capítulo relacionado. En principio, notemos que es la soberbia y el orgullo lo que hace que el ser humano se aparte de Dios y de sus leyes. Y la primera consecuencia a la desobediencia es perder el favor de Dios, tanto en el terreno espiritual como en el natural. Todo sería (y será) afectado en la vida a causa de la soberbia del ser humano.
[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]
El “haré vuestro cielo de hierro” está relacionado no solo con el hecho de que Dios no atenderá ninguna oración, excepto la que exprese arrepentimiento, sino que tampoco extenderá su bendición en el plano natural: “Y haré… vuestra tierra como bronce”. Pero aquí, con el símil de la tierra “como bronce” expresa la imposibilidad de la tierra para dar el fruto que se espera de ella. Luego, a través de la historia del pueblo de Israel vemos cómo por su soberbia y orgullo, el pueblo tuvo que sufrir las malas consecuencias que les fueron anunciadas desde el principio. (Ver, 1ªR.17.1 y Joel Cp.1). ¡Y eso, a pesar de que aun en esas etapas de desvío y corrupción ellos insistían en ser muy religiosos! (Ver Isaías Cp. 1 y el Cap. 58).
Sin embargo, Dios no buscaba que ellos fueran religiosos, sino que fueran obedientes a sus leyes: que hicieran justicia, que hablaran verdad, que se acordaran de los pobres y las viudas, que atendieran a los extranjeros como a los naturales del pueblo; que no admitieran cohecho, que no hicieran acepción de personas en el juicio y que no explotaran a sus trabajadores. Pero todo eso quedaba fuera de la práctica del pueblo, comenzando por los gobernantes y los líderes religiosos. Sin embargo, ellos pretendían el favor de Dios con sus ofrendas, sus sacrificios, las celebraciones de sus fiestas religiosas y sus oraciones. Es por esa razón que a través del profeta Isaías Dios les dice que está hastiado de “su religión” y sus prácticas “religiosas”:
“Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración yo no oiré; llenas están vuestras manos de sangre.” (Is.1.10.20).
Cientos de años después de que el pueblo de Israel fuera probado, una y otra vez y de que fuera advertido una y otra vez, se cumplieron las palabras de Moisés. Así que cuando Jerusalén fue destruida por Nabucodonosor, rey de Babilonia, Jeremías dejó por escrito sus lamentos (¡Sus muchos lamentos!) y él dibujó brevemente lo que fue el cumplimiento de la siempre fiel palabra de Dios dada por medio de Moisés; solo que en vez de los términos “hierro” y “bronce” usó el de “nube”. Él dijo:
“Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra; y nos volviste en oprobio y abominación en medio de los pueblos” (Lam.3.44-45)
El pueblo perdió el favor de Dios. Porque al fin y al cabo, cuando de ver la luz de Dios se trata, da igual que sea “hierro”, “bronce” o “nube” lo que se interponga entre Él y nosotros. Entonces, fue a causa de sus desobediencias que les fue retirado el favor de Dios y aquella claridad con la cual y desde la cual recibieron la ley divina, se oscureció y el profeta Jeremías lo explicó, figuradamente, por medio de una “nube” de tal manera, que apenas pudieron entender lo que les había pasado; excepto aquellos que, como Jeremías, eran piadosos entre tantos impíos.
Luego, cuando llegamos al Nuevo Testamento nos encontramos con la misma historia. La cuestión es que viéndolo desde un punto de vista general, el hombre sin Dios es ciego, espiritualmente hablando (Ver, 2ªCo.4.3-4) y “no entiende las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” (1ªCo.2.14).
Sin embargo, lo más doloroso es constatar que Jesús habló de esta ceguera a los líderes religiosos del pueblo de Dios. Era la misma realidad que denunciaron los profetas al pueblo de Israel. No era solo el pueblo; principalmente eran los líderes religiosos que tenían la responsabilidad de guiar al pueblo. Jesús les calificó de “ciegos y guías de ciegos” sin capacidad para ver lo esencial de la ley divina. Por tanto, erraban en su comportamiento para con Dios y para con el prójimo:
“¡Ay de vosotros, guías ciegos!” (…) “Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello (…) “¡Fariseo ciego!”. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! porque diezmáis la menta el eneldo y el comino y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe” (Mt.23.16,23,24,26).
Sin embargo, Jesús sobresale en todo el Nuevo Testamento como la respuesta a la ceguera de los seres humanos. Él declaró: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida” (J.8.12). Y el Padre que le envió no iba a dejarle sin el testimonio suficiente que certificara las palabras de Jesús. Fue en la transfiguración de Jesús cuando nos dice el texto bíblico que “resplandeció su rostro como el sol y sus vestidos se hicieron blancos como la luz”. Además, “Una nube de luz los cubrió…” (Mt.17.2,5,6).
Es interesante notar que en aquella transfiguración podemos resaltar tres cosas: Una la luz que se hizo patente en la persona de Jesús; Dos, “la nube de luz que los cubrió” y que nos habla de la gloria de Dios manifestada en la persona de Jesús y en su entorno, llenándolo todo; Tres, la voz que vino del cielo y que oyeron tanto Moisés y Elías (que habían aparecido en aquella ocasión) como Pedro, Jacobo y Juan:
“Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto, los discípulos se postraron sobre sus rostros llenos de gran temor” (Mt.17.5,6).
La luz de gloria que llenaba y rodeaba a Jesús hablaba de la verdad: “Dios es luz y no hay ninguna tiniebla en él” (1ªJ.1.5). En él no puede haber ninguna sombra de mentira u ocultación, ni torcedura de la realidad. Pero al señalar a Jesús, “mi Hijo amado” como aquel a quien todos debían oír -“A él oíd”- el Padre estaba dando testimonio de la importancia de Jesús reconociéndolo por encima de Moisés, como representante de la Ley y de Elías como representante de todos los profetas. Sus discípulos invitados para tal ocasión recibieron otra dosis del conocimiento acerca de quién era Jesús. Tal experiencia iba a determinar la relación de ellos con Jesús y aumentaría el aprecio de ellos por su palabra y sus enseñanzas. Luego, ellos supieron más ampliamente que todos cuantos le aceptaran y recibieran como “el Hijo del Dios viviente” tendrían “acceso con confianza por medio de la fe en él” (Ef.3.11-12), en vista de que “Jesucristo es el único Mediador entre Dios y los hombres” (1ªTi.2.5).
[ads_google]div-gpt-ad-1623832402041-0[/ads_google]
Así que tal y como hemos señalado anteriormente, mientras Jesús llevaba a cabo las denuncias pertinentes, él también realizó un ministerio de predicación, enseñanza y exhortación en relación con sus discípulos. El propósito era que ellos comenzaran a “ver” lo relacionado con el reino de Dios y asimilarlo en sus vidas, para luego poder hacer la misma tarea que Jesús hizo con ellos: predicarlo y enseñarlo a otros. Por eso Jesús insistió en el hecho de que debían prestar atención a su palabra para que fuese cumplida en sus vidas. Sus palabras debían “penetrar bien en (o a través de) vuestros oídos” (Lc.9.44-45). Evidentemente, la idea era que las palabras de Cristo penetraran hasta los más profundo de su ser. También debían obedecer su palabra que sería la base para edificar sus vidas (Mt.7.24-27). Pero sus palabras también debían ser aplicadas como medio de limpieza (o, santificación) integral: mente, corazón, alma, etc. (J.15.3).Por supuesto, su palabra debía ser recibida por los discípulos, como medio para recibir la vida eterna (J.5.24), así como les era necesario permanecer en su palabra para llevar fruto en sus vidas (J.15.1-17).
Todo el ministerio de Jesús en relación con sus discípulos fue en orden a que ellos recibieran la luz que necesitaban para conocer al Dios y Padre celestial y a Él mismo como su Hijo (Mt.11.25-30).
Concluimos diciendo que en eso consiste el favor y la bendición de Dios para con los seguidores de Jesús. Y todo nuestro esfuerzo será poco para conseguir que se cumpla su voluntad en y a través de nosotros. Esfuerzo, sí, pero sin olvidar que es por la gracia de Dios que lo recibimos todo y por la gracia de Dios nos mantenemos firmes en la fe y en la vida que hemos recibido de parte de Él. De otra forma podríamos acabar ciegos nosotros también y, como consecuencia, es posible que experimentemos la realidad de una especie “de nube cubriendo el cielo” que impida que podamos acercarnos a Él para recibir su favor; y como consecuencia, podríamos experimentar también “la bendición de Dios” de una forma diferente a como la esperábamos. Es decir en forma de disciplina, que en ninguna manera será una “maldición”, sino lo que necesitamos para volvernos al camino. No hemos de olvidar que Dios es nuestro Padre, no nuestro enemigo.
Recibe el contenido de Protestante Digital directamente en tu WhatsApp. Haz clic aquí para unirte.
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
Estudiamos el fenómeno de la luz partiendo de varios detalles del milagro de la vista en Marcos 8:24, en el que Jesús nos ayuda a comprender nuestra necesidad de ver la realidad claramente.
Causas del triunfo de Boris Johnson y del Brexit; y sus consecuencias para la Unión Europea y la agenda globalista. Una entrevista a César Vidal.
Analizamos las noticias más relevantes de la semana.
Algunas imágenes del primer congreso protestante sobre ministerios con la infancia y la familia, celebrado en Madrid.
Algunas fotos de la entrega del Premio Jorge Borrow 2019 y de este encuentro de referencia, celebrado el sábado en la Facultad de Filología y en el Ayuntamiento de Salamanca. Fotos de MGala.
Instantáneas del fin de semana de la Alianza Evangélica Española en Murcia, donde se desarrolló el programa con el lema ‘El poder transformador de lo pequeño’.
José era alguien de una gran lealtad, la cual demostró con su actitud y acciones.
Celebración de Navidad evangélica, desde la Iglesia Evangélica Bautista Buen Pastor, en Madrid.
Madrid acoge el min19, donde ministerios evangélicos de toda España conversan sobre los desafíos de la infancia en el mundo actual.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.
Si quieres comentar o