Que beba el que cree en mi

El último día de la fiesta, que era el más importante, Jesús, puesto de pie, dijo con voz fuerte:

— El que tenga sed, venga a mí; el que cree en mí, que beba. Como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva.

Con esto quería decir Jesús que quienes creyesen en él recibirían el Espíritu. Y es que el Espíritu todavía no había venido, porque Jesús aún no había sido glorificado. Jn 7, 37-39

A lo largo de las Escrituras la palabra “agua” prolifera tanto en la abundancia como en la escasez. Se habla de manantiales, cisternas, pozos. Se habla de aprovisionar agua para saciar la sed y también de racionarla. Y sobre todo se usa como símbolo espiritual.

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En el Antiguo Testamento vemos:

En Isaías 55,1: Todos los que tenéis sed, venid a beber agua.

Jeremías 2,13: Mi pueblo ha cometido un doble pecado: me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron sus propias cisternas, pozos agrietados que no conservan el agua.

En Eclesiástico 24,30 (libro que forma parte del canon católico y aprendo de él) vemos que la sabiduría dice de sí misma: En cuanto a mí, yo soy como canal que sale de un río, como acequia que lleva el agua a un jardín.

Otra expresión poética en Eclesiástico 39,13: Escuchadme, hijos piadosos, y floreceréis como rosales sembrados junto al agua.

En el Nuevo Testamento encontramos:

Juan 4: 10, 13,14, Jesús se encuentra con la samaritana ante el pozo y le adelanta:

— Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él, él te daría agua viva.

Y continúa:

— Los que beben de esta agua (refiriéndose al pozo) volverán a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, jamás volverá a tener sed. Porque el agua que yo le daré brotará en él como un manantial de vida eterna.

Y saltamos a Juan 7: 37-39, donde Jesús hace acto de presencia en la Fiesta de las Cabañas, o Tabernáculos, o Sucot una de las tres grandes fiestas de peregrinación del calendario judío.

Se celebraba durante el mes de Tishri que corresponde a septiembre-octubre. Para los judíos este es el primer mes, cuando celebran la bienvenida al año nuevo.

La Fiesta de las Cabañas era de acción de gracias por la cosecha y además se hacía la petición de lluvia para el otoño. Se llevaba a cabo una procesión en la que, el sumo sacerdote, llenaba una vasija o ánfora de agua proveniente de la fuente de Gihón que era la que proporcionaba agua a la Piscina de Siloé. Según las fuentes este ánfora era de oro y el sacerdote la llevaba hasta el Templo donde era acogida con júbilo y la derramaba sobre el altar.

Esta procesión se hacía durante siete días. Sabemos que el agua representaba al Espíritu. El Templo de Jerusalén se iluminaba con antorchas, porque a este festejo se unía la idea de la luz que recordaba la columna de fuego y nube que acompañó a los israelitas en su travesía por el desierto durante cuarenta años al ser liberados de la esclavitud de Egipto.

Las dos fiestas estaban asociadas con la venida del Mesías.

Bien. En primera instancia Jesús decide no acudir a esta celebración, aunque sus allegados ven una buena ocasión para que él se manifestarse al mundo. Pero Jesús sabe que los judíos quieren matarle, por eso determina quedarse en Galilea.

A Jesús le aborrecen, esa es la palabra, y lo hacen por el amor que reparte, por su compasión y por dar testimonio del mal que ellos hacían, por eso decide quedarse y da el visto bueno a sus familiares para que fueran ya que ellos no corrían ningún peligro. Pero para él, expresa, todavía no había llegado su tiempo.

Más tarde, desconocemos los motivos del cambio de actitud, Jesús va solo, de incógnito. Cuando lo vio oportuno subió al Templo y como enviado por el Padre, se puso a enseñar.

En versículos anteriores anuncia a la gente: Todavía un poco tiempo estaré con vosotros, y me voy al que me ha enviado. Me buscaréis y no me encontraréis; y adonde yo voy, vosotros no podéis venir (Jn 7, 33-34). Y no le entendieron.

Volvemos a Jn 7, 37-39:

Comenté antes que, durante esta Fiesta de las Tiendas, cada día se llevaba a cabo la procesión con un ánfora de agua desde la fuente de Gihón, que es la que proporciona agua a la Piscina de Siloé, hasta el Templo.

Mientras tanto un coro repetía el texto de Isaías 12,3: También vosotros podréis ir a beber con alegría en esa fuente de salvación. Y luego el sacerdote vertía el agua en tierra. Era el último día de la fiesta, el más importante, y esta ceremonia era una de las más solemnes.

Es entonces cuando Jesús se llena de poder y valentía. Esto no significa que no tuviese miedo, ya vimos que no quería ir a Jerusalén porque sabía que querían matarlo, y, en medio de tantísima gente, se pone de pie y lleno del Espíritu Santo:

Dijo con voz fuerte: (en otras versiones se dice que gritó. Imaginemos el momento, imaginemos la reacción de tantísima gente y la cara del sacerdote que no cree lo que está viendo y oyendo.) Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba el que cree en mí. De su seno correrán ríos de agua viva.

Esta es una invitación general para todos los sedientos que también puede interpretarse de la siguiente manera: Tener sed es la necesidad con la que la Escritura expresa necesidades morales y espirituales. Jesús se ofrece a apagar la sed del alma, esa sed que si no es saciada haría que muriésemos con grandes sufrimientos, con desesperación.

Esto, repito de nuevo, lo vemos también en el encuentro con la mujer samaritana en Jn 4:13-14: Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. Una unción perenne. 

Pues si de nuestro interior corren ríos de agua viva para dar testimonio de la verdad, y así lo creemos, es porque hemos bebido de la fuente que es Cristo y el Espíritu Santo habita en nosotros, por ejemplo, en forma de dones.

Leemos en 1Corintios 12:8-10: Porque a uno, por el Espíritu, le es dada palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento, según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades, por el único Espíritu; a otro, poderes milagrosos; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, distintas lenguas. Entendemos que cuando se refiere a “uno le da” es que a “una” también le da.

La persona creyente que ama a Cristo se convierte en un pozo que da vida.

¿Pero qué aprendes tú, o qué aprendo yo de todo esto, que no podemos participar en la fiesta que mencionamos, ni tuvimos oportunidad de estar presente en el pozo de Jacob con la samaritana?: Pues ni más ni menos que también somos vasijas por donde brota su agua.

Concluyo:

Creer en Jesús es ir a él y beber. Para querer beber hay que sentir sed. Para querer beber mucho hay que tener mucha sed. Jesús se ha puesto de pie. Nos llama a gritos y nos dice que él es la fuente de aguas vivas. Nos envía al Espíritu que se manifiesta en la Iglesia a través de los dones que pone al servicio de la comunidad y que contribuyen, además, a la unidad y a reconocer juntos que Jesús es el Señor que nos une en comunión con él y nos mueve a llevar a otros a la fuente para que beban y que del interior de ellos también corran ríos de agua viva al acercarse a Jesús.

Porque como dice Plutarco Bonilla, cuando Jesús pasa, algo pasa.

Fuentes:

- Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Grupo Editorial Verbo Divino.

- Notas de La Biblia de Estudio Dios habla Hoy.

- Comentarios Bíblicos al Leccionario Dominical III. Ciclo C. Editoriales: Balmes; Carlos Hofmann; Católica; Coculsa; Desclée de Brouwer; Eret; Marova; Mensajero; Paulinas; Perpetuo Socorro; Sal Terrae.

- Comentario del Nuevo Testamento. Tomo 2. L. Bonnet y A. Schroeder. Casa Bautista de Publicaciones.

- https://rsanzcarrera2.wordpress.com/2015/06/08/la-fiesta-de-las-tiendas-o-tabernaculos-o-sukkot/

- Fiestas y prácticas judías en el Talmud y en la Tradición. Ionel Mihalovici. Editorial Riopiedras.