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¿Ama Dios a todos los seres humanos?

Muchos rechazan el amor de Dios sin más. Los tales se quedarán fuera; pero los que lo reciben disfrutarán de su presencia, su amor y su comunión desde aquí y por toda la eternidad.

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 12 DE MARZO DE 2025 17:10 h
Foto: [link]Tony Lomas[/link], Unsplash CC0.

A la pregunta formulada en el título de esta exposición, contestamos que sí, que Dios ama a todos los seres humanos, sin hacer acepción de personas en razón de su raza, posición social, género o cualquier otra u otras diferencias.



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Pero Dios ama también a todos los seres humanos, aunque todos, sin excepción somos pecadores, tal y cómo las Escrituras nos enseñan. (Ro.3-9-10-22).



Decir que “Dios no ama a todos los seres humanos” sino solamente a los elegidos por Él, no parece que se ajuste a la realidad de lo que Dios enseña en las Sagradas Escrituras.



De otra forma, ¿por qué dice: “Quiero yo la muerte del impío? (…) ¿No vivirá si se apartare de sus caminos?” (Ezq.18.23) ¿Por qué no querría Dios la muerte del impío, si no fuera porque es su creación y lo ama y quiere rescatarlo de la impiedad para hacer de él una “nueva creación”?



También cabe preguntarse por qué dice la Escritura que cuando Jesús llegó a la ciudad de Jerusalén “lloró sobre ella” (Lc.19.41) ¿Por qué lloró, por las piedras y los monumentos o por las personas que la habitaban?



Y lo que expresaban sus lágrimas ¿no era la compasión que sentía por los habitantes de Jerusalén, sabiendo lo que ocurriría casi 40 años después? ¿Y por qué los amaba, a pesar de que sabía que iba a ser rechazado por ellos y a morir siguiendo la línea de sus antepasados, que habían dado muerte a los profetas antiguos? (Mt.23.37-39).



Dicho de otra manera y a la luz de los textos mencionados, Dios ama a todos porque “Dios es amor” (1ªJ.4.8). No importa si aceptan su amor o lo rechazan. De ahí que esté escrito que Dios haya manifestado su amor por todos los seres humanos en la persona de su Hijo, Jesucristo:



“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3.16-17).



El "mundo" en ese texto se refiere a todos los seres humanos que componen la humanidad, no a un grupo selecto y "escogido". Sería conveniente mirar también 1ªTi.2.3-6; Tito 2.11; 1ªJ.2.1-2, sin hacer ningún tipo de malabarismo hermenéutico para hacer decir al texto lo que no dice.



Es decir, que el “todos” a los cuales se refieren esos versículos, son "todos" y no solo unos pocos, "un grupo escogido”.



 



¿Amar sin ser amado? ¿Amar y ser rechazado?



Después se podrá hablar si es posible amar y no ser amado; amar hasta la muerte y ser rechazado; hacer todo lo posible para atraer con cuerdas de amor al pecador y, sin embargo, que éste rechace y desprecie el amor de Dios.



Porque eso fue lo que hizo el llamado “joven rico” cuando se enfrentó con las demandas de Jesús por medio de las cuales, el joven rico podía “heredar la vida eterna” (Ver, Mrc.10.17-21).



Sin embargo, con el rechazo de las demandas de Jesús el joven se colocaba en el nivel de los que se perdían eternamente. (No olvidemos la petición del joven: “¿Qué cosa haré para heredar la vida eterna?”).



Sin embargo, aun en esa posición y condición el texto bíblico nos dice: “Entonces Jesús, mirándole, le amó…” (Mrc.10.21). Uno se pregunta el por qué tiene que haber una contradicción entre el amor de Dios por las personas que aun así, se permiten rechazar ese amor de Dios por ellas.



Porque parece ser que a algunos no les encaja esa posibilidad. Y eso que está escrito algo como esto:



“En cambio los fariseos y los doctores de la ley rechazaron el designio de Dios para ellos, negándose a que Juan los bautizara” (Luc.7.30).



¿A qué designio se refiere? Sin duda a un designio de misericordia y de perdón condicionada al mensaje de arrepentimiento predicado por Juan el Bautista.



Pero ¿Se puede rechazar un designio de Dios para con nosotros? Son preguntas que nos hacemos y le hacemos al texto bíblico, y cuyas respuestas parece que podemos encontrarlas en el mismo texto, tal y cómo hemos visto.



También podemos traer a colación este otro pasaje donde Jesús, identificándose como Dios mismo (¡Ojo!) expresó su “esfuerzo” a lo largo de la historia del pueblo de Israel para alcanzarlo, cuidando de él como una madre (aquí, ilustrado con la figura de una gallina) que cuida de sus propios hijos:



“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía¡ ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos bajo sus alas, y vosotros os negasteis!” (Lc.23.37-39).



De fondo, parecieran oírse las palabras de Dios a través de los profetas, uno de ellos era Isaías:



“Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos” (Is.65.1-2).



¿En serio? ¿Dios haciendo esfuerzos por atraer y retener a "su pueblo" a su lado y éste ignorando y rechazando dichos esfuerzos? Pues parece que sí. El mayor ejemplo de esto se dio cuando Jesús fue crucificado.



Muchos estaban mofándose de él y diciendo: “A otros salvó; sálvese a sí mismo, si este es el Cristo, el escogido de Dios (…) ¡Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!”.



Sin embargo, en medio de tanta burla y escarnio, Jesús pronunció estas palabras: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. No parece que fueran estas palabras de juicio y de condenación contra los “impíos pecadores” que crucificaron a Jesús, sino de amor y de perdón.



El juicio y la condenación divinas los estaba recibiendo Jesús en esos momentos de sufrimiento y muerte inminente (Ver, 2ªCo.5.19-21).



¿No sería quizás porque Jesús estaba expresando el amor de Dios el Padre, no solo por los que le conocían a través de las Escrituras del A. Testamento y de su propio testimonio, sino incluso para con sus enemigos? (Ver Lucas, 23.33-37). ¡Sin duda alguna!



Pero no sería incorrecto ni descabellado pensar que aunque muchos rechazaron a Jesús en el tiempo de su apresamiento y crucifixión, después de su resurrección y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés procedieron al arrepentimiento, llegando a gozar del amor perdonador que Dios manifestó en la persona de su Hijo Jesús.



Entre los cuales estaban no solo aquellos primeros tres mil que se entregaron al Señor (Hch.2.37-41) sino otros muchos miles, e incluso de la clase sacerdotal: “también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hch.6.7).



“Dios es juez justo. Y Dios está airado contra el impío todos los días” (Sal. 7.11)



Luego, este texto es usado para demostrar que Dios no ama al pecador e impío, sino que la ira -el enfado- de Dios es lo único que siente por el pecador.



Pero como hemos visto en los textos anteriores, parece que no hay ninguna contradicción entre el hecho de que Dios ame al pecador y que el comportamiento de éste lo “enfade” o lo haga “airar”. ¿Dónde está el problema?



En todo caso es el comportamiento del impío y su actitud lo que le impide el no poder gozar del amor de Dios que está disponible para él, y del cual podría disfrutar deponiendo su actitud, como ya vimos con respecto a los llamados de los profetas:



“Diles: Vivo yo, dice el Señor que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva de su camino y que viva. Volveos, volveos de vuestros caminos; ¿por qué moriréis, casa de Israel?” (Ezq.33.11)´



Esos llamados, que en los profetas iban acompañados de una gran compasión manifestaban el amor de Dios por aquellos a los cuales denunciaban y llamaban al arrepentimiento, con dolor de sus propias entrañas y con muchas lágrimas (Jr.9.1-4…). Pero no fue diferente a lo que mostró el Señor Jesús con los de su tiempo.



La indignación divina así como la compasión se daban en el mismo corazón del Salvador, como se dio a lo largo de los siglos para con su pueblo y evidenciaba el amor de Dios por toda la humanidad, tal y como se nos enseña en Juan 3.16-17, en Lucas, 9.55-56 y 1ªJ.2.1-2).



Pero el hecho de que los seres humanos puedan conocer y disfrutar de su amor o alejarse de él eternamente y para siempre, dependerá de su aceptación o su rechazo, tal y cómo hemos visto en los pasajes anteriores.



Y ya hemos visto que sí es posible rechazar el amor de Dios.



 



El amor a nuestros enemigos



Finalmente, otro argumento que nos ayudará a entender el hecho de que Dios ama a todos los seres humanos, es que el mismo Jesús ordenó a sus seguidores a amar a sus enemigos: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid… haced bien… y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mt.5.38-45).



Y ese debería ser un amor sincero por aquellos que sin merecerlo (como todos nosotros) Dios desea que reciban el testimonio de su amor perdonador y reconciliador a través de sus hijos.



Y la pregunta que nos hacemos es: ¿Nos ordenaría Dios amar a nuestros enemigos, cuando Él no estaría dispuesto a hacerlo? Pero lo contrario es la verdad, tal y cómo nos enseña la palabra de Dios.



De ahí que el apóstol Pablo, entre otros, escribiera: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros en que siendo pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro.5.8).



Y de ese máximo y sublime ejemplo se sigue lo que también el mismo Pablo escribió: Sed, pues imitadores de Dios como hijos amados, y andad en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros…” (Ef.5.1-2)



Pero eso, habiendo sido nosotros antes, “insensatos, rebeldes, extraviados… aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros” (Ti.3.3-5). ¿Entonces?



Luego, con el amor de Dios expresado en Jesús, pasa lo mismo que con nuestro amor por nuestros enemigos, ya que es el mismo amor que nos ha sido dado; y es que unos lo recibirán y lo abrazarán, mientras que otros, lo rechazarán. Pero ese hecho no invalidará el amor de Dios por sus enemigos.



Una regla hermenéutica: Los textos más claros de las Escrituras aclararán los menos claros.



Después de todo lo dicho anteriormente, una regla hermenéutica que hemos de tener en cuenta es que los textos menos claros de la Biblia deben ser interpretados a la luz de los textos más claros.



Es lo que ocurre con este texto que hemos mencionado de Salmos 7.11 y al cual muchos se aferran para “demostrar” que Dios no ama a todos los seres humanos.



Si lo interpretamos literalmente, sin tener en cuenta ninguna otra consideración hermenéutica, sacaremos una conclusión sesgada y por tanto, errónea.



Entonces, a la luz de todo lo expuesto, concluimos afirmando lo mismo que decíamos al princpio, que Dios no solo “es amor”, sino que Él ama a todos.



Pero no todos reciben su amor. ¡Al contrario! Muchos lo rechazan sin más. Los tales se quedarán fuera; pero los que lo reciben disfrutarán de su presencia, de su amor y de su comunión desde aquí y por toda la eternidad.


 

 


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COMENTARIOS

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Alfredo
13/03/2025
11:03 h
1
 
es posible recibir toda la fe (solo fide) sin recibir su amor: ", y si tuviese toda la fe... y no tengo amor, nada soy." 1 Cor. 13:2; 1 Cor 16:22; "pero SI (condicional) andamos en luz (comportamiento, fe q obra por el amor Rom. 2:7-10)...tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo... nos limpia de todo pecado" 1 Jn 1:7-8. Luego es el comportamiento del "creyente" (fe q obra por el amor Gal 5:6 ) lo q permite gozar del amor de Dios, no solamente la fe. (Juan 14:23)
 



 
 
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