El tweet de Dios para evitar influencias desastrosas

Las muertes prematuras de gente joven, que estaban siendo una referencia para otros, acontecen con mayor frecuencia de lo esperado. Algunas de esas personas eran famosas por determinada profesión, pero otras por haberse abierto paso en las redes sociales, al ser una referencia para otros, es decir, al haberse convertido en influencers. Ahora es el objetivo, el sueño, de tantos, cuyo máximo anhelo es estar ahí, siendo vistos y seguidos por muchos que están pendientes de lo que digan o hagan. A ver qué última ocurrencia o qué nueva agudeza han ideado, para continuar en la cresta de la ola.

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Pero una de las dificultades, si no la máxima, que tiene esta actividad no es tanto llegar arriba, sino mantenerse allí y superarse, aunque eso ocurre en muchos otros campos. En el caso de que se haya saltado al estrellato, continuar en el mismo requiere perseverancia y versatilidad, para lo cual hace falta mucho esfuerzo e imaginación.

Cuando se alcanza cierto nivel de lucimiento, la continuidad en el mismo es un imperativo, del que ya no se puede prescindir, porque de hacerlo se habrá entrado en el túnel de la insignificancia, es decir, del fracaso. Eso significa que tal continuidad es una especie de droga, totalmente necesaria para seguir experimentando la euforia y satisfacción que acompañan al éxito. Y ya no es solamente el individuo protagonista el que se exige a sí mismo tal rendimiento, sino que son sus propios seguidores quienes se lo demandan, porque de lo contrario los perderá. La repetición conlleva aburrimiento, que es la puerta de abandono por la que se van los seguidores. Claro que eso exige una tensión incesante, que puede resultar peligrosa. Pero a estas alturas ya se ha entrado en una arriesgada dinámica, consistente en tener que ir siempre más allá, o de lo contrario sucederá el hundimiento en el oscuro mar de la invisibilidad.

Es lo que le pasó a Manolete, quien fue víctima de la insaciable sed del público taurino, que cada vez le exigía más y más riesgo. Había llegado a la cumbre, entre otras cosas a fuerza de exponerse, pero siempre había un milímetro más que debía acercarse a las temibles astas. Sus penúltimas palabras, antes de morir a consecuencia de la cogida en Linares, fueron: ‘Esto no me pasa "na" más que a mí, por lo tonto que he "sio".’

Podrían ser también las palabras, si hubieran tenido tiempo de pronunciarlas, de tantos que hoy en día súbitamente mueren, al estar intentado subir otro peldaño más, en el atrevido intento de superar todos los límites. Pero la cuerda puede romperse, los pies pueden resbalar, la cabeza puede fallar o el experimento fracasar, y entonces sobreviene la tragedia. Pero ya no hay vuelta atrás, ni oportunidad de reparar lo irreparable.

Sí, es un mundo muy peligroso en el que vivimos, que te aplaude, si eres capaz de hacer lo que nadie más hace, pero que te lleva, al mismo tiempo, al terreno en el que puedes perder, ya no solamente tu vida aquí, sino tu eternidad. Es estar en el filo de la navaja, pudiendo conquistar una gloria momentánea, pero pudiendo sumirte en la condenación que no acaba nunca.

Pero si peligroso resulta este mundo, no lo es menos el ego, que en su obsesión por llegar a lo más elevado, es ciego para captar la agazapada amenaza que se esconde, ignorante del fatal desenlace que aguarda, con tal de obtener el reconocimiento. Pero en la búsqueda de esa gloria, lo más que se consigue, si se consigue, es la vanagloria, pero a un precio muy elevado, que denota la insensatez del sujeto.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Hijo mío, no andes en camino con ellos. Aparta tu pie de sus veredas.’ (Proverbios 1:15). Esta palabra de aviso resulta muy actual, cuando tantos y tantos están cautivados por la admiración hacia quienes andan sin saber adónde van, que imparten lecciones que son aberraciones, y ofrecen soluciones que no son más que ensoñaciones. La precaución ante este anzuelo es vital, si se quiere evitar acabar devorado por los fatales resultados que acompañan.

En el pasaje citado se hace mención a camino y veredas, refiriéndose ambas palabras a lo que es transitado y recorrido con mucha frecuencia. No se trata de algo que se hace una vez y nunca más se hace, sino algo que se repite y repite, hasta convertirse en un hábito y en una manera de vivir. Mas una manera de vivir que es toda una amenaza para el que la ha hecho suya,pero también para quienes, encandilados, quedan enajenados contemplando sus insensatas andanzas.

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Hay influencias desastrosas, que hacen perder totalmente la cabeza, y lo mejor que se puede hacer es, ni por curiosidad, adentrarse en ellas. ¡Cuidado con las influencias de muchos influencers!