Sin embargo, en estos días navideños, los cristianos y las iglesias dirán sin duda que son buscadores de paz, que quieren crear una cultura de paz…, pero no trabajamos de una forma activa y comprometida para que el aserto bíblico se cumpla: que la justicia y la paz se besen. No nos atrae, al contrario de lo que ocurrió con los profetas, ni la denuncia contra la injusticia, ni la acción contra la pobreza, ni la lucha contra la opresión de los pueblos o de las personas oprimidas en su ámbito individual. No se cumple el deseo bíblico de que la justicia y la paz se besen. Dios quiera que se consiga... al menos en Navidad.
Navidad. Paz entre los pobres. ¿Hay paz entre los pobres? Quizás tampoco, pero curiosamente, tampoco se cumple de forma tajante, el que los pueblos empobrecidos sean violentos, que defiendan su liberación acudiendo a la violencia. Nadie duda que hay muchos pueblos sometidos, oprimidos, despojados, bajo la bota de unos cuantos poderosos, desesperados y en la infravida de la pobreza y, sin embargo, no protestan, no alzan ni su espada ni su voz contra sus opresores... y, quizás, no existe eso de “la voz de los sin voz”.
Navidad. Paz entre los pobres. No existe la revolución de los pobres. Su pobreza severa no se convierte en algo intolerable contra lo que hay que levantarse… y muchos a esto le llaman vivir en un mundo en paz, aunque no hemos de anhelar nunca la paz de los cementerios. Los pueblos, así, se pueden plegar a su mentalidad de pobreza, de analfabetismo, de dependencia y de resignación, sin que funcione lo que pareciera que, humanamente, debería ser: que la injusticia crea las bases y las condiciones de la violencia.
Navidad. Paz entre los pobres. También este deseo para el mundo rico. Paz entre los cristianos del mundo. Aquí, en estos casos tan conocidos en el mundo, los cristianos nunca se deben decantar por animar a estos pueblos a la violencia. No hay ninguna espada o arma especial para usar por parte de los cristianos en defensa de los pueblos oprimidos. Sólo nos queda el ejemplo profético, sólo nos queda la voz, la palabra. Palabras de denuncia tendentes al acercamiento del Reino de Dios, que irrumpe con el nacimiento que celebramos en Navidad, a estos pueblos.
Navidad. La irrupción del Reino con sus valores. Un Reino cuyas normas están en contra de las grandes desigualdades, Reino buscador de justicia y de paz, Reino que pone en los primeros lugares de dignidad a aquellos que están postergados, hundidos, marginados y excluidos. Leed las Parábolas del Reino. Las normas del Reino, con su acogida a los pobres, proscritos y quebrantados del mundo, con la llamada al banquete del Reino de todos estos despojados y oprimidos, está condenando todo aquello que paraliza el desarrollo de los pueblos, su inmersión y condena a la pobreza, el subdesarrollo que nutre las arcas de un puñado de acumuladores.
Navidad. Que no haya injusticias para que no se generen violencias. Noche de paz. La injusticia, de alguna manera, siempre genera violencias. Por tanto, si algunos afirman que no siempre la injusticia genera violencia, se equivocan. Lo que pasa es que la violencia que genera la injusticia se enroca recayendo sobre las propias víctimas de la pobreza y las paraliza. La injusticia y la violencia siempre la generan los mismos. Si las víctimas de la injusticia no recurren a la violencia es porque en la mayoría de los casos no pueden. No tienen ni siquiera la posibilidad de usar la violencia de la voz. Eso no significa que con la injusticia generalizada haya paz en el mundo. Eso no es paz. Eso es violencia institucionalizada contra la que los pobres no pueden hacer nada. Violencia legalizada y establecida a la que el mundo llama paz.
Navidad. Que no haya invitaciones por parte de nadie a la violencia. Las prácticas de los injustos, las injusticias y las acumulaciones desmedidas de bienes, son una invitación a la violencia. La intolerable riqueza de algunas minorías es, de hecho, una llamada a la violencia de los pueblos, pero la violencia, el miedo, la subyugación violenta de los injustos es superior. Domina y calla a los pobres sumergiéndoles en una mentalidad de
fatum o destino del cual creen no poder salir. No tienen ninguna posibilidad de éxito contra los que injustamente controlan su destino.
Navidad. El niño sin lugar en el mesón. El niño que nació en exclusión. Es una denuncia del mundo injusto. Así, la denuncia profética que hemos de retomar hoy, con el uso de la voz como única arma, con el uso de la palabra como única herramienta, la denuncia profética dentro de los métodos de la no violencia, es el medio más adecuado para plantar cara a la violencia de los injustos. Esta violencia tampoco la pueden ejercer los pueblos empobrecidos y despojados. Muchos pobres de este mundo no se plantean siquiera el hecho de tomar la vía de las reivindicaciones a través del uso de la palabra. Para muchos, si vencieran su alienación en la que han sido sumergidos dentro de la violencia establecida que es la paz de los injustos y hablaran defendiendo sus derechos más elementales, serían perseguidos y acallados de forma brusca.
Navidad. Cantemos villancicos, hablemos, miremos al niño naciendo ne medio de la infección de los animales... denunciemos. La violencia de la voz de los creyentes del mundo podría tener un efecto enorme y devastador de la violencia establecida como paz. La búsqueda activa y comprometida de la justicia por parte de los creyentes, podría reconducir al mundo a la auténtica paz, al hecho final y definitivo de que habla la Biblia. El hecho de que
la justicia y la paz se besen. Será entonces cuando habremos acercado al mundo el Reino de Dios y algo de su justicia. Será la celebración de la auténtica Navidad. Será entonces cuando nuestro llamado a la misericordia y a la búsqueda de justicia, nos pondrá en movimiento hacia un mundo mejor y más justo. Estaremos llevando al mundo a una situación en la que se dé, realmente, la auténtica paz que hace añicos y pedazos todas esas paces muertas e inactivas de los cementerios. ¡Danos días de paz, Señor, en esta Navidad!
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