El 80% de la humanidad en pobreza es todo un escándalo al que a veces, desde el mundo rico queremos justificar o, simplemente, darle la espalda. La Navidad nos anima a plantar cara. Aunque el hombre parece tener un corazón duro, un corazón de piedra, un corazón con una potencialidad de cometer los mayores males que uno pueda imaginar, no hemos de renunciar al anuncio de que es posible tener un corazón de carne. La Biblia nos muestra que es posible transformar los corazones de piedra en corazones tiernos. Tenemos que ser realistas, pero no pesimistas y debemos estar abiertos a la utopía de un mundo mejor... porque es Navidad. No estamos solos.
Navidad. Hay esperanza. Bíblicamente y en esta época navideña, se puede dar un mensaje esperanzador. No todo es negativo en la historia de la humanidad, aunque haya pobreza, robos de dignidad y sufrimiento. En el fondo del túnel se ve una luz esperanzadora que indica que el cambio del corazón de piedra al corazón de carne, es posible. La luz de la Navidad es de esperanza. Por tanto, todos los que trabajáis en ambientes en donde el egoísmo y la insolidaridad del ser humano son más patentes, sea viendo los ambientes o focos de marginación o los efectos que producen las fuertes desigualdades y los desequilibrios económicos, o en contacto con otros tipos de sufrimiento, no desesperéis y trabajad en la esperanza de que se puedan producir algunos cambios en el mundo, al igual que se pueden producir cambios personales.
Navidad. Dios con nosotros. Hay que ser un tanto utópicos. El Reino de los cielos se ha acercado en la figura del niño del pesebre, estamos en el “ya” del Reino y en el mundo hay millones de personas que dicen creer y practicar los valores del Reino. Esos, los auténticos, pueden ser semillas de esperanza.
Aunque es Navidad, muchas veces también los cristianos podemos ser insolidarios y comportarnos como si nuestro corazón fuera de piedra. Pero hay posibilidad de cambio. Así, el Señor a través del profeta Ezequiel nos dice:
“Os daré un corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”.
La Navidad con el niño excluido del mesón, nos sitúa ante la dura realidad de la pobreza. Jesús fue realista. Los profetas también, aunque nunca cayeron en el pesimismo. Eso es una lección para nosotros los que estamos en contacto con las problemáticas sociales y las diferentes insolidaridades y miserias humanas. Debemos de afrontarlas de una forma realista, pero no pesimista. El cristiano no puede ser pesimista, sino que más bien tiende a la utopía de un mundo nuevo, una nueva realidad que puede ser posible en muchos contextos de nuestro aquí y nuestro ahora. Y aunque los profetas ven en el hombre ese espíritu o esa situación de prostitución con respecto a los proyectos de Dios para nuestras vidas, son mensajeros de esperanza: el corazón de piedra puede llegar a convertirse en un corazón de carne... gracias al niño del pesebre.
El niño Jesús vino para posibilitar el cambio de los hombres desde su propia raíz pecaminosa y hacerles hombres de corazones nuevos. Es uno de los mensajes navideños. La Navidad comporta, por tanto, un mensaje de esperanza, tendemos hacia una utopía que tiene fundamentos en las promesas de Dios. Pareciera que Dios tiene en su mente un ser humano nuevo, con un corazón de carne, alejado de los egoísmos, injusticias e insolidaridades. Por eso se pueden repetir otras palabras de Ezequiel que son palabras de ánimo:
“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias… multiplicaré así mismo el fruto de los árboles, y el fruto de los campos, para que nunca más recibáis oprobio de hambre entre las naciones”.
Por tanto, el mensaje bíblico, el mensaje navideño, es que no debe haber en nuestros corazones pesimismo y que debemos de trabajar con la alegría que nos da ver al fondo del túnel la luz de esperanza que nos anima a continuar. La realidad y la situación del mundo puede ser decepcionante: tantas insolidaridades, tanta injusticia, tanta pobreza… pero podemos sostenernos en un Dios fiel que nos anima a seguir cuidando de los que están tirados al lado del camino. No hay lugar al pesimismo ni al cansancio. Nuestras manos tienen que estar siempre tendidas y nuestros pies dispuestos a ser los pies del Señor caminando en medio de un mundo de dolor: Es Navidad. Él va delante. No os desaniméis ni perdáis la esperanza.
Y es que el mensaje navideño tiene una visión diferente, una nueva visión antropológica que vislumbra un hombre nuevo. Un hombre que camine en una doble realidad: la del amor a Dios que, ineludiblemente, tiene que completarse con la otra realidad del el amor al prójimo… posiblemente ambas sean la única y misma realidad. Es el corazón de carne que ha anulado el corazón de piedra que habitaba en el fondo del ser humano.
Y será desde este corazón de carne que pedimos para todos en esta época navideña desde donde broten todas las ideas de justicia y amor para con el prójimo. Es desde ahí desde donde se podrán reformar todas las estructuras sociales marginantes, las estructuras sociales de maldad. Que nadie más se quede fuera del mesón. A la abundancia de corazones nuevos, podría corresponder una nueva sociedad que habrá nacido del corazón cambiado del hombre. No hay lugar al pesimismo ni al desánimo. Levantad vuestro ánimo, cambiad vuestros corazones y comenzar a servir desechando el cansancio… porque largo camino nos resta… Él va delante de nosotros. Esa es nuestra Navidad.
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