A veces uno no sabe qué hacer exactamente para ayudarse a uno mismo, y siente que los demás tampoco entienden mucho del tema. Por Wolfgang Streich.
Este año, en el mes de abril perdí a un apreciado amigo por suicidio. Tal vez usted ya leyó o escuchó mi historia.
Yo era un estudiante recién graduado de teología, con 24 años cuando empecé a experimentar muy fuertes cambios de humor. Tenía periodos de mucha energía y entusiasmo, yo diría tiempos bastante locos, donde tenía tanto malestar en la cabeza que no podía dormir, no paraba de hablar y de hacer cosas, miles de planes y proyectos. Y luego, de repente, un tiempo de tremendo dolor emocional, sin fuerzas, con solamente ganas de morir y que todo termine.
Más de una vez hablé de la bipolaridad, y luego de casi 15 años vivir con eso, y a pesar de los tratamientos médicos intenté quitarme la vida, en medio de una crisis por pérdida del empleo, una pérdida sentimental y experimentar cómo todo mi mundo se iba desmoronando. .
Más adelante, volvió a ocurrir; y en ambos intentos de suicidio pasé más de una semana en cuidados intensivos.
Me tocó en todo este tiempo conocer a varios médicos, intentar experimentar con algunos tratamientos. A veces uno no sabe qué hacer exactamente para ayudarse a uno mismo, y uno siente que los demás tampoco entienden mucho sobre este tema.
Para mí fue bueno compartir mi historia, he tenido algunos amigos que se identificaron con problemas similares. Nunca quise ponerme de ejemplo, ni tampoco creo que podría proponer soluciones al tema, ya que uno tiene que aprender por uno mismo, a avanzar en este terreno difícil, especialmente el de la depresión.
Lo qué más quería evitar era verme envuelto en la experiencia de que otra persona se quite la vida, y luego cargar con la culpa, que tal vez le di algún consejo equivocado, ni tampoco quería que me tomen como «ejemplo» o «modelo» ya que muchas veces siento que mi vida no cumple los requisitos para ser identificado como alguien que ya superó todo esto, y que vive una vida maravillosa.
Mi amigo y compañero de trabajo, que no diré su nombre, vivía en otro país, y realmente nunca me había dicho que pasaba por depresiones. Yo sabía que su vida era muy complicada en Cuba, donde no existe la justicia ni la libertad. Tampoco pude alentarlo a salir de allí rápidamente, aunque él estaba desesperado por salir de allí. Hablamos por última vez a final de enero, y él no envió más artículos. Yo no me daba cuenta de lo que estaba pasando, hasta el momento en que encontré en el Internet un aviso que comunicaba que él había fallecido.
Su obituario no contenía la forma de muerte ni detalles. Él tenía 40 años. Pude hablar con uno de sus amigos del Facebook, y luego también con la madre del amigo que había fallecido. También hablé con pastores de su comunidad. Todos parecían muy sorprendidos con el tema, y realmente, ni yo, ni nadie se dio cuenta de lo que estaba pasando este amigo.
Desde que ocurrió esto siempre me pregunto ¿Por qué sigo aquí y él no? ¿Por qué no estoy del otro lado como tanta gente que se quita la vida diariamente en este mundo? Este tema me afectó profundamente, y estoy seguro de que soy un privilegiado al estar hoy con vida.
En este tiempo he conocido a otras personas con el mal del trastorno bipolar. Y pienso, si es bueno involucrarme en la vida de personas que están pasando por esto, y me pregunto si realmente hay algo que yo podría hacer. Y seguramente hay alguna cosa que yo puedo hacer. Por algo Dios me dio la capacidad de escribir, y contar esto que estoy contando.
Más de uno, seguramente sentirá el dolor de no poder haber ayudado a una persona quien finalmente se quitó la vida. Creo que, en mi caso particular, escribir es como una terapia. Y tal vez esto de que usted esté leyendo esto, sirva para de alguna manera pedir a Dios que nos permita ayudar a personas que están pensando en quitarse la vida.
No siempre estaremos preparados para dar consejería o psicoterapia. Incluso no tenemos dinero como para ayudar a alguien que está pasando por un momento económico muy difícil. Hay muchas cosas que no podemos hacer; pero seguramente hay alguna cosa que podemos hacer.
En este tiempo, en medio de mis propios desafíos, mi escritura está despegando. En un corto período de tiempo, estoy trabajando como freelance para varios medios cristianos. Estoy llegando a unos 300 artículos publicados desde 2019, inmediatamente después de mi segundo intento de suicidio.
Se me abrieron las puertas, precisamente porque la gente estuvo muy interesada en mi testimonio sobre la bipolaridad, luego que media docena de pastores se había quitado la vida en unos pocos meses. Yo me abrí, y me puse a escribir sobre lo que me estaba pasando.
Hablé en un podcast donde miles escucharon parte de mi historia. Yo quería compartir los detalles de lo que estaba atravesando, pero siempre pensaba que la mayoría, de todas formas no entendería nada. Hoy, sigo creyendo que la gente no entiende mucho de este tema, pero entre todos tal vez podamos buscar caminos para prevenir que otras personas sigan quitándose la vida.
El tema es complejo, y no diré que es lo que usted debiera hacer. Sé de iglesias que hacen charlas sobre el tema de prevención con médicos, psicólogos y consejeros. Tal vez hay otras formas que aún no me vienen a la mente.
Pienso que las iglesias deberían dejar de ser tan legalistas, donde nadie puede contar lo que le está pasando, ya que las personas simplemente callarán para no ser juzgados.
Yo mismo hay días que me levanto, y tengo ganas de quemar todo lo que he escrito, de eliminar mis blogs y redes sociales, porque pienso que nada de lo que hago sirve para nada. No estoy diciendo que esto me pasa muy frecuentemente, pero sí, me pasa.
Me imagino que hay personas que tienen luchas y situaciones mucho más difíciles que las que yo tengo, y no me vienen ideas realmente de qué decir o qué sugerir cuando alguien me dice que está mal, que está triste, o no tiene fuerzas para continuar adelante.
En primer lugar, siempre digo, ponga su confianza en Dios, hable del tema, y busque ayuda médica. A veces me ha pasado que una pastillita, soluciona meses de angustia mental. Y cuando uno equilibra la química del cerebro, luego es más sencillo encontrar otras soluciones, espirituales, emocionales, laborales, etc.
En este tiempo luego de la muerte de mi amigo de Cuba, he pensado muchas veces en volver a escribir sobre este tema. Pero hoy, por ser el día mundial de la prevención del suicidio.
Hoy pasé un día terrible, donde no se puede respirar, ya que mi país está envuelto en llamas y humo (a causa de los incendios), y pensé que la depresión es algo parecido, que te nubla la mente, donde cuesta respirar, y donde uno no encuentra ninguna salida…
Pero sabemos que el viernes, la lluvia llegará. No intentaré dar una solución teológica al tema, pero Jesús tuvo que pasar en Getsemaní por una angustia mucho más grande de la que cualquiera pudiera atravesar, y pidió a su Padre que esa copa pase, pero no pasó. Su angustia duró varias horas, y la noche llegó, pero el domingo el Sol salió con todo su esplendor.
Podemos ayudar a personas que están pensando en suicidarse. Pidamos a Dios sabiduría, y sigamos adelante. Seguramente en su país hay alguna línea telefónica de urgencia, anótela, pero intente escuchar, ya sea usted, algún familiar, compañero, amigo, vecino, y si es posible, llevarlo al médico y a un consejero, antes que sea demasiado tarde. Las iglesias también deberían estar preparadas para esto.
Wolfgang Streich es teólogo anabautista y periodista. Es coordinador de Buenas Noticias Ilimitadas Paraguay y director de Anabautista Digital 500.
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