Hermanos y amigos

En mis archivos de años tengo un recorte del periódico tangerino La Dépeche Marocaine que contiene un desencuentro entre el entonces rey de Marruecos, Hassan II, y el que fuera presidente de Libia, Muamar Gaddafi. Este desencuentro se produjo con motivo de un congreso de jefes de estado en Casablanca. Gaddafi anunció que no acudiría a la reunión convocada por su “hermano, pero no amigo”, el rey de Marruecos.

Gaddafi se refería a la hermandad religiosa, ya que ambos eran musulmanes. Eran hermanos en Mahoma, pero no eran amigos entre ellos.

Una gran mayoría de los problemas que se viven en las iglesias locales arrancan de este mal. Poseemos suficiente religión para afirmar que somos hermanos, pero no la necesaria para identificarnos como amigos.

Somos hermanos en la fe porque el Padre nos redimió en Cristo. El día que nos convertimos entramos a formar parte de la hermandad universal. Nada hicimos por nosotros mismos. Todo nos lo fue dado. Tal vez si hubiéramos tenido que elegir entre este hermano sí, aquél hermano no, seríamos menos en las congregaciones.

El Padre nos hizo hermanos unos de otros sin permiso. Pero no nos hizo amigos.

Me explico: tengo un gran amigo mexicano, famoso abogado, que vive en la ciudad de Torreón, estado de Coahuila. Se llama José Luis Arredondo. Fue convertido a la fe de Cristo allí, en su ciudad y país. Yo fui convertido en Tánger, Marruecos. Dios no le pidió permiso para convertirme a mí ni a mí para convertirlo a él. Nos hizo hermanos en la distancia. Pero no nos hizo amigos. Esto fue cosa nuestra.

En su carta a los miembros de la Iglesia en Filipos Pablo escribe: “Los hermanos te saludan”. En la tercera epístola de Juan, el apóstol dice: “Los amigos te saludan”. Tanto Pablo como Juan se referían a personas convertidas, creyentes de la misma fe. Uno destaca la hermandad. Otro enfatiza la amistad. Hermanos y amigos.

El personaje del Salmo 55 tenía un amigo con el que comunicaba dulcemente los secretos. La amistad se hacía patente cuando juntos andaban en la casa de Dios, lo que destaca la importancia de la amistad en la Iglesia local. La amistad entre miembros de una misma congregación es privilegio de almas nobles. Quienes son hermanos pero no amigos son menos hermanos.

La Biblia no reflexiona sobre la amistad, pero el ejemplo entre David y Jonatán, cuyas almas estaban fuertemente unidas en la esencia de la amistad, dan pruebas de que es posible una amistad profunda. Segura y confiada entre personas.

Los amigos han de unirse en la práctica del bien, no del mal. Lucas 23 cuenta que dos enemigos como eran Herodes y Pilato, llegó un momento en que se hicieron amigos, pero sólo con la intención de condenar a Jesús. Este tipo de amistad procede de las llamas infernales.

Según escribe Juan en su Evangelio, los amigos de Cristo son predilectos. Le lleva a llamar a los apóstoles amigos, condicionado a la obediencia: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando”. El sentido de la frase tiene que ver con la misión que los había encomendado.

La amistad es una fraternidad espiritual. Y en el sentido más elevado es el bello ideal de la fraternidad, según la Biblia. Demos gracias a Dios por nuestros hermanos. Hagamos de ellos los mejores amigos.

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[title]Por un año más[/title]

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