Lo que sí suele haber, a veces y desgraciadamente, son intereses humanos creados que defendemos, hipocresías que impiden que algunos puedan ir a una manifestación, radicalidades que espantan, intereses políticos al lado de los cuales nos posicionamos o huimos de ellos y, a veces, ni defendemos la vida, ni la solidaridad humana entre los hombres contra la pobreza. Nos movemos solamente por intereses y preferencias, sean personales o de partido político al cual seguimos.
No obstante, desde estas hipocresías e intereses partidistas que suelen surgir, se puede entender que algunos cristianos no participen en manifestaciones pro vida como la de Madrid, día 17 de octubre, contra del aborto. Varios me han comentado su no asistencia al ver que estaba encabezada por personas que intentan dar la cara por la vida, cuando, habiendo gobernado y habiendo tenido oportunidad de legislar en estas áreas, habiendo tenido oportunidad de corregir las leyes o limitar el número de abortos, no lo han hecho. Han gobernado usando las mismas leyes que los gobernantes a los que critican, leyes que han dado lugar a tantos cientos de miles de eliminación de no natos... hay cristianos que no se pueden adherir a estas convocatorias, bien por causa de quienes convocan o de quienes son cabezas visibles.
La hipocresía de algunos participantes importantes y conocidos hace que haya cristianos que no quieran participar en marchas por la vida politizadas y al servicio de intereses de partidos políticos concretos, intereses partidistas. Esto no quiere decir que la no participación de algunos cristianos en estas marchas politizadas indiquen que no se esté en contra del aborto y a favor de la vida. Los evangélicos estamos a favor de la vida siempre. De toda vida.
Necesitamos convocar otras marchas evangélicas a favor de la vida. Necesitamos nuevas Marchas por la Vida convocadas por evangélicos o por cristianos coherentes ajenos a las preferencias de las políticas de partido, que no sirvan a intereses políticos concretos, que no sean una excusa para conseguir votos y poder político.
Por otra parte, no hay que hacer distinciones entre el atentado a la vida que es un aborto y el atentado a la vida que es un niño que muere por hambre, falta de vacunas o abandono insolidario. Los que mueren por hambre, por la opresión y reducción a la pobreza, los que fallecen y se reducen a la infravida por las acumulaciones desmedidas de bienes por parte de los adoradores de Mammón, están en el centro del corazón de Dios. Toda la Biblia es un clamor en defensa de los pobres, de los oprimidos, de los robados de dignidad, de los injustamente tratados. En estos ámbitos de la pobreza hay que estar también y sin ninguna duda en contra de la muerte y a favor de la vida. Es el gran grito bíblico. No es opción personal de los cristianos. Es necesidad impuesta por la vivencia de la espiritualidad cristiana.
El escándalo de niños que mueren de hambre, niños que mueren por no tener vacunas, por enfermedades vencibles, por falta de agua potable... adultos que se mueven en la infravida, muchos de ellos envejeciendo prematuramente, casi mil millones de hambrientos en el mundo, muchos millones más sobreviviendo en el no-ser de la pobreza con menos de un euro diario. Es el holocausto escandaloso de los hambrientos, de los vencidos por los acumuladores y opresores del mundo, de las víctimas de los injustos. ¿Qué tiene más importancia ante Dios: un niño abortado o un niño ya nacido que se le deja morir? Por favor: no os planteéis estas preguntas.
La Biblia afirma que los rituales de los creyentes se deben posponer ante la búsqueda de la justicia, ante la infravida o muerte del hermano al que yo debo ayudar. Leed a los profetas. Escuchad a Jesús. Hay un silencio evangélico bastante aplastante ante el escándalo de la pobreza. Hay más ruido ante la aberración del aborto. ¿Por qué esta descompensación? ¿Por qué esta mutilación de los textos bíblicos que, si gritan, es contra la pobreza al haber más concienciación de ellos en los tiempos bíblicos, en los tiempos proféticos, en los tiempos de Jesús? Pero no quiero comparar dos escándalos ante los cuales los cristianos se deben implicar echando fuera las preferencias políticas de partido. ¿Cómo vamos a comparar dos escándalos de muerte?
El otro ámbito escandaloso es el tema del aborto en el mundo. Sin embargo, la respuesta de muchos cristianos es diferente. Muchos denuncian y se muestran activos hasta el punto de acercarse a la violencia en la defensa de los temas contra el aborto -y que nadie me considere sospechoso ante estos temas, pues he sido el único evangélico en España que, a través de Misión Urbana y de nuestro Programa Da Vida, estamos dando alternativas al aborto y favoreciendo la vida a través de líneas de trabajo pro-vida-, pero veo incoherencias cuando no se defienden con la misma fuerza a tantos niños que nada más nacer son condenados a morir o a vivir algún tiempo en la infravida, el hambre y la miseria.
Parcelamos... y, a veces, por intereses simplemente políticos o similares. No tengo por menos de comparar el grito de muchos cristianos ante la muerte de los aún no nacidos, con el silencio ante la muerte de tantos niños que ahogan su vida en el hambre o se mueven algunos años en la infravida de la miseria. ¡Qué incoherencia! ¡Qué mutilación de la realidad bíblica! ¡Qué sordera ante el tema estrella de la Biblia, ante los gritos de los Profetas y de Jesús como el último de los profetas!
Yo dije en un artículo de la serie anterior:
“Quien defiende la vida del no nacido y no se preocupa, o no defiende con la misma intensidad, la vida de tantos niños que mueren diariamente por el hambre, enfermedades vencibles, la falta de medicinas o de agua potable; quien no defiende la vida de los que están en la infravida de la exclusión, aunque grite contra las políticas abortistas, quien parcela así el Evangelio decantándose por un aspecto y olvidando los otros, sea por intereses políticos o por vivencias sesgadas de la espiritualidad cristiana, no sólo mutila el Evangelio, sino que está mintiendo”.
O el Evangelio es integral y grita contra la muerte y contra la no-vida de tantos niños en el mundo con el mismo megáfono, o estamos mutilando el Evangelio. La defensa de la vida va más allá de ponerse en contra del aborto o de la eutanasia. La condena del pecado va más allá de los cometidos en el ámbito de la sexualidad.
Reclamo el mismo megáfono, el mismo grito, la misma voz de trompeta contra el escándalo de la pobreza, de la infravida y de la muerte a causa de las grandes acumulaciones, la opresión y la injusticia, que en contra del aborto y de los pecados relativos a la sexualidad. Si no, estaremos mintiendo y mutilando el Evangelio de la gracia y de la misericordia de Dios. Estaremos parcelando, muchas veces con arreglo a nuestras preferencias políticas, en vez de estar buscando la defensa de los valores del Reino en su integralidad.
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