La necesidad de hacer justicia

«Este es mi siervo, a quien sostengo, mi escogido, en quien me deleito; sobre él he puesto mi Espíritu, y llevará justicia a las naciones». (Isaías 42:1)

Cuando el Padre habla de su Hijo Jesús, lo presenta por medio del profeta Isaías y dice que se deleita en él porque «llevará justicia a las naciones». Esa es una frase impresionante, porque define la manera en la que Jesús vivió, cómo estuvo siempre la lado de los necesitados, de los que no tenían nada y cómo, cuando vuelva, instaurará un reino justo como nunca se ha visto antes. 

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Jesús entregó su vida en una cruz y resucitó para expresar la justicia y el amor de Dios por cada uno de nosotros, pero ese objetivo, aparentemente espiritual, también tiene que ver con ayudar a las personas despreciadas y estar al lado de los que necesitan justicia.

Esa es nuestra misión también si queremos ser siervos de nuestro Padre celestial. Igualmente, el ministerio espiritual se expresa dando a los que no tienen, intentando que el mundo sea más justo, estando al lado de los despreciados y desvalidos, acompañando y sirviendo a quienes lo necesitan. Cuando es así, él también nos dice «tú eres mi siervo, mi sierva», porque estamos reflejando su carácter por medio de su Espíritu. 

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