La Buena Noticia del Evangelio es que una cruz ha atravesado el abismo. Alguien se ha enfrentado a “la potestad de las tinieblas” (Lucas 22:53).
Este año es el centenario de Joseph Conrad (1857-1924), el autor de El corazón de las tinieblas, una novela sobre los males de la colonización en el Congo belga, trasladada a la guerra del Vietnam en Apocalypse Now (1979). La ahora fallecida esposa del director, Elaine Coppola (1936-2024), hizo un documental y un diario Con el corazón en las tinieblas, sobre las vicisitudes del rodaje en Filipinas y la crisis que estuvo a punto de acabar su matrimonio.
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Conrad nació en Polonia en 1857, pero se hizo tan inglés que escribió en este idioma hasta su muerte en el Reino Unido en 1924. Su novela narra el viaje de un marinero, Marlow, que remonta el río Congo a la búsqueda de un agente de una compañía belga que ha enloquecido en la selva. El autor siguió ese mismo recorrido doce años antes, justo cuando Stanley publicaba el relato de sus exploraciones por las tinieblas de África.
Esa oscuridad era entonces referencia a lo desconocido, pero en el lenguaje de Conrad va adquiriendo un sentido cada vez más simbólico. Este itinerario se convierte en todo un viaje interior, en el que la jungla se va convirtiendo en metáfora de lo desconocido, como si el misterio de la humanidad estuviera de alguna forma silenciado allí. La expresión de las fuerzas de la oscuridad que allí se manifiestan nos muestran una verdad oculta y destructora, pero a la vez fascinante.
[photo_footer]La ahora fallecida esposa del director, Elaine Coppola (1936-2024), hizo un documental con un diario sobre el rodaje y la crisis que estuvo a punto de romper su matrimonio.[/photo_footer]
Cuando uno se sumerge en esa locura, entramos en un mundo de alucinaciones y pesadillas, al límite mismo de la razón. Es un viaje realmente al fondo del alma, en un barco lleno de contradicciones, miedos y preguntas. Y el descubrimiento final de Kurtz es una confrontación con nuestro yo más íntimo.
Es evidente que el relato de Conrad desenmascaró la historia oficial del estado creado en 1882 por el rey Leopoldo II de Bélgica, ocultando la muerte de millones de congoleses en nombre de la civilización. Aunque si su novela sigue siendo hoy capaz de hablarnos y emocionarnos tan poderosamente, es más bien por su contenido metafísico.
Es a ese terreno que nos traslada Eleanor Coppola al contar la obsesión de su marido por esta historia en el diario íntimo Con el corazón en tinieblas, que describe el turbulento rodaje de Apocalypse Now (1979). El viaje de Marlow se convierte para Coppola en una espiral hacia el interior de la bestia, que el director encuentra en la guerra de Vietnam.
[photo_footer]El eco de la voz de Marlon Brando pronunciando las últimas palabras de Kurtz, ¡el horror!, ¡el horror!, resuena a lo largo de este recorrido infernal.[/photo_footer]
El eco de la voz de Marlon Brando pronunciando las últimas palabras de Kurtz, “¡el horror!, ¡el horror!”, resuena a lo largo de todo este recorrido infernal que hace el director, los dos años que pasó en Filipinas haciendo la película. Su esposa fue testigo de esa batalla personal que estuvo a punto de romper su matrimonio, cuando iba a cumplir ya cuarenta años.
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“Creía que me iba a morir, literalmente”, dice Coppola. El actor Martin Sheen sufrió de hecho un ataque al corazón. Eleanor cuenta cómo “bebía y lloraba, obligándoles a rezar juntos”. El equipo se instala como aquellos soldados americanos en una fantasmagórica zona, en la que los sueños se vuelven pesadillas.
La introducción de la película tiene, por eso, ese sentido onírico que lleva a la imagen de Willard luchando contra el espejo de su dormitorio en Saigón, con la voz de Jim Morrison de los Doors anunciando el fin, mientras los helicópteros cruzan la jungla, mezclándose con el ventilador del techo de su habitación. Es la misma atmósfera opresiva del libro, donde todo parece apresado en la densa tela de araña de una inmensa e ininterrumpida jungla que empieza y termina en la desembocadura del Támesis.
La historia, estrictamente hablando, no tiene principio ni final, ya que acaba volviendo a su inicio. Cuando Marlow habla con la prometida de Kurtz al final de la novela, le miente sobre sus últimas palabras, haciendo que en vez de “el horror” invoque su nombre. Esa mentira la equipara a la muerte. Ha llegado entonces a “el corazón de una inmensa oscuridad”.
Esa verdad oculta nos hace ver lo que hasta entonces había permanecido escondido bajo el manto de las convenciones sociales. Kurtz representa la Sociedad Internacional para la Supresión de las Costumbres Salvajes, pero de nada le sirven sus “espléndidos monólogos sobre el amor, la justicia y el modo de conducirse”. Pues “la selva le había susurrado cosas acerca de sí mismo que él desconocía”, dice Conrad. Y “el susurro le resultó fascinante, irresistible”.
[photo_footer]Eleanor cuenta cómo Coppola bebía y lloraba, obligándoles a rezar juntos.[/photo_footer]
Un general en Apocalypse Now intenta explicar la locura de Kurtz como alguien que ha caído en la tentación de ocupar el lugar de Dios. Se presenta como un emisario de luz, apóstol de la ciencia y el progreso, al que solo mueve la compasión, pero no puede escapar a los lazos sutiles del poder de la oscuridad. Así es como todos sucumben.
“La luz vino al mundo”, dice el Evangelio de Juan, pero “los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (3:19). Conrad contempla esa oscuridad impenetrable, “como uno observa a un hombre que yace en el fondo de un precipicio, donde el sol no brilla nunca”.
La muerte de Kurtz aparece al comienzo de un poema de T. S. Eliot Los hombres huecos (1925), cuyos versos finales aparecen en Apocalypse Now: “Así es como acaba el mundo, no con un estallido, sino con un quejido”. Ya que este autor cristiano ve el libro como una metáfora de la oscuridad del alma, pero ante ella declara con fe: “Tuyo es el Reino”.
La Buena Noticia del Evangelio es que una cruz ha atravesado el abismo. Alguien se ha enfrentado a “la potestad de las tinieblas” (Lucas 22:53). Su último grito de victoria ha traído la alborada de un nuevo día. Jesús dice: “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí, no permanezca en tinieblas” (Juan 12:46).
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