La biografía de Brando muestra una vida de promiscuidad y perversión, que revela un total egoísmo. El actor no fue ajeno a una búsqueda espiritual.
Uno a veces tiene la impresión de conocer a alguien, simplemente por la cantidad de veces que oye su nombre y ve su imagen en los medios de comunicación, cuando en realidad no sabemos nada de él. El cúmulo de rumores en torno a algunos famosos es de tal magnitud, que es ya casi imposible distinguir al personaje de la persona. Cuando nos acercamos a una estrella del cine como Marlon Brando (1924-2004), que es ahora su centenario, uno se da cuenta hasta qué punto la impresión que uno tiene de él no corresponde del todo a la realidad. ¿Quién hubiera pensado, por ejemplo, que Brando fuera religioso?
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Desde los once años, el actor nacido hace cien años en Omaha (Nebraska, EE.UU.), vivía con su abuela en California. Ella tuvo mucha influencia en él, tras la separación de sus padres. Su madre se había convertido en alcohólica, tras quedar huérfana a los dos años y entrar en un caótico matrimonio con un vendedor de insecticidas llamado Brando. Las ausencias de su marido, hacía que la mujer buscara la compañía de otros hombres, mientras él andaba con prostitutas. No podía controlar así a Marlon, que corría salvaje por Omaha, cometiendo una y otra fechoría. Brando sin embargo heredó de ella su amor por el teatro, ya que cuando estaba sobria, llevaba una compañía, donde trabajó Henry Fonda, que fue amante de su madre.
La abuela de Brando pertenecía a una curiosa secta llamada ciencia cristiana (que no hay que confundir con cienciología, que es mucho más moderna). Antes de llegar a ser actor, Marlon quería ser ministro de esta religión fundada por Mary Baker Eddy, que es una curiosa combinación de la Biblia con la sanidad por medio del esfuerzo mental. La ciencia cristiana se conoce sobre todo por su negación de la enfermedad, la materia y el mal. Lo que le convierte en uno de los mayores sistemas de evasión de la realidad que haya producido la religión.
[photo_footer]En los momentos difíciles de su vida, Brando buscaba consuelo en la fe de su abuela en la Ciencia Cristiana.[/photo_footer]
Aunque Brando se educó con judíos, él era gentil. Su padre era episcopal, pero su abuelo había entrado en la teosofía, estando ya por tres generaciones asociados a esta sociedad fundada en 1875 por Madame Blavatsky. Su combinación del ocultismo con las religiones orientales, sin duda motivó al actor a interesarse por el esoterismo y la meditación, que practicaba desde los años ochenta. A los dieciséis años, su padre le había mandado a una academia militar, donde le obligaron a asistir a los servicios de la capilla. Se aburría tanto, que una vez decidió participar de la comunión. Y al volver del altar, se sacó el pan de la boca, para estudiarlo, siendo recriminado por ello. Su impresión es que aquello era algo canibalístico.
[photo_footer]Cuando Brando va a Nueva York con 19 años, escribe una carta a sus padres sobre su lectura de la Biblia, preguntándose qué significa eso de temer a Dios.[/photo_footer]
En 1943 Brando se va a Nueva York para aprender a actuar, cuando tenía diecinueve años. Allí escribe una carta a sus padres sobre su lectura de la Biblia. Se pregunta qué significa eso de temer a Dios. Su madre se marcha entonces a vivir con sus hijos en un apartamento de Manhattan. Allí tiene una extraña relación con Marlon, que le perdona todos sus excesos, llegando dormir con él en la misma cama.
Brando mantiene un amigo de la infancia, cómico, Wally Cox, con el que parece que tuvo una relación homosexual. La tiene durante tanto tiempo que sus cenizas fueron esparcidas en Tahití y el Valle de la Muerte de California, a la vez que las de Brando, aunque había muerto ya hace treinta años. Aunque eso no le impedía tener continúas aventuras con muchas mujeres, como la misma Marilyn Monroe.
Al volver su madre a Libertyville, para reconciliarse con su padre, Brando tiene una crisis nerviosa, que le lleva de nuevo a frecuentar los “salones de lectura de la ciencia cristiana”, que es como se les conoce a sus lugares de reunión. Allí sentado, leía durante horas, que es cómo practican su religión. Fue el comienzo de un período muy difícil de su vida, en el que buscó consuelo en la fe de su abuela.
A raíz sin embargo de su interpretación de una obra del brillante guionista de Hollywood Ben Hecht, sobre la búsqueda de un hogar judío en Oriente Medio, Brando se entusiasma con la causa sionista, a la que dedica mucho dinero y reuniones en varias sinagogas de Nueva York. Años después, sin embargo, defendería a los palestinos. De hecho, la relación de Brando con la política revolucionaria comienza con su relación con el Irgun, el movimiento de resistencia judío que trajo al sionismo tantas ideas comunistas.
Cuando estaba preparando la película “Queimada” en 1968, se interesó por las Panteras Negras, al conocer a su presidente Eldridge Cleaver, que después se haría evangélico y luego mormón. Participó luego en el movimiento por los derechos civiles, uniéndose a las marchas que había por todo el país, apoyando generosamente la Conferencia de Lideres Cristianos del Sur de Martin Luther King. Ayudó a UNICEF y a los indios, hasta el punto de renunciar a su Oscar por “El Padrino” en 1973, en denuncia a la discriminación y pobreza de la población indígena norteamericana.
[photo_footer]Brando apoyó generosamente la Conferencia de Líderes Cristianos del Sur de Martin Luther King.[/photo_footer]
Se ha hecho ahora un listado que une todas las listas de mejores películas de la historia, según las más importantes instituciones y publicaciones cinematográficas. La primera es “El Padrino”. El guionista Mario Puzo y el director Francis Ford Coppola, pensaron desde el principio en Brando para el papel de Vito Corleone, pero la Paramount se oponía rotundamente. Brando tenía fama de problemático. Llegaba tarde, estaba obeso y la última película que había hecho con Pontecorvo, “Queimada”, había sido un estrepitoso fracaso. Circulaba, además, la leyenda de que al hacer “Rebelión a bordo”, había contagiado de gonorrea a la mitad de las mujeres de Tahití.
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Coppola le convence para hacer una prueba, pero como mascullaba, porque al personaje le habían disparado en la garganta, decían que no se le entendía al hablar. El productor Evans llegó a preguntar a Coppola, ¡si la película tendría subtítulos! Le dieron el papel, ya que no podía ser alguien joven y nuevo, por la edad del personaje, pero Sinatra quería hacerlo. No lo consiguió porque exigía compartir los derechos con Coppola. Otra de las razones porque los productores no querían a Brando, era también porque era rubio. Pensaron que un italiano como el marido de Sofia Loren, Carlo Ponti, serviría. Incluso Coppola consideró la posibilidad del actor clásico británico Laurence Olivier, por los años que tenía y el parecido con el mafioso real Genovese.
[photo_footer]Su película El Padrino es considerada ahora la mejor de la historia, al unir todos los listados que se han hecho en muchas instituciones y publicaciones.[/photo_footer]
La solución viene cuando Brando se ofrece a trabajar por los gastos y un porcentaje de ingresos de taquilla. El productor que más se oponía era Jaffe, pero dimite. Y aunque Evans se opone también, Coppola convence al otro, Bluhdorn, yendo a Nueva York con la prueba que hace Brando en su casa. Al final, no dio ningún problema en el rodaje. Coppola le deja hacer lo que quiera, ya que a Brando le cansaban las explicaciones. Era un actor intuitivo. Le daban un gato y él lo acaricia como al principio de la película, sin la menor indicación. Suya es la idea del algodón en la boca, ¡claro! Quería parecer un “bulldog”, decía. En sus escenas reducían el equipo e intentaban no hacer ruido, ya que era algo que le molestaba especialmente.
Los últimos años de su vida están marcados por la tragedia de su hijo encarcelado por asesinato y el suicidio de su hija. Christian Brado fue condenado a diez años de prisión en 1991 por la muerte del novio de su hermanastra Cheyenne. Al principio del juicio, el actor vendió su mansión para poder pagar la fianza por la libertad provisional de su hijo. Luego vendió hasta la isla de Polinesia, que había comprado en 1966. Un año antes de salir de la cárcel, la hija que Brando tuvo con una actriz de Tahití durante el rodaje de “Rebelión a bordo”, se suicida en 1995, ahorcándose en otra mansión que el actor poseía en una isla polinesia. Brando es entonces ingresado en grave estado nervioso en un hospital de Los Angeles.
En el juicio de su hijo, el actor se niega a jurar sobre la Biblia, diciendo que era ateo. Su concepción mágica de la fe parece que no le podía salvar. Tampoco su humanismo. Cuando hubo un gran debate social en Estados Unidos sobre la violencia juvenil retratada en la película “Salvaje” (1950), Brando hizo unas declaraciones en que profesaba su confianza en el ser humano: “A medida que me voy haciendo mayor, me doy cuenta de que no hay nadie que sea realmente malo”. Y cita las palabras de Tennessee Williams a Elia Kazan en “Un tranvía llamado deseo”: “No hay personas buenas o malas, algunos son un poco mejores, otros un poco peores, pero a todos nos influye el mal entendimiento y la malicia, una ceguera ante lo que hay en corazón del otro”.
[photo_footer]En nuestro corazón hay una oscuridad interior, como la que contempla el personaje de Kurtz en Apocalypse Now (1979).[/photo_footer]
El problema es que en nuestro corazón no habita el bien. Hay una oscuridad interior, como la que contempla el personaje de Kurtz en “Apocalypse Now” (1979), al ver “el horror del corazón de las tinieblas” del que hablaba Conrad, trasplantado ahora al Vietnam. La biografía de Brando muestra una vida de promiscuidad y perversión, que revela un total egoísmo. En sus memorias cuenta cómo hace perder a una enferma mental su virginidad, creyendo que él era Jesús y ella María Magdalena, suicidándose ella poco después. En su libro dice que una de sus fantasías más habituales era violar a una monja. Una vez lo intentó en un hospital, precisamente con una joven religiosa que le mostró especial atención y cariño.
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Brando intentaba relajarse con la meditación, pero cuando miramos a nuestro interior, lo que descubrimos es más de nuestra impotencia y frustración. El actor buscaba el control mental por medio de un aparato de “biofeedback”, que emite a unos cascos una serie de sonidos, supuestamente en sintonía con nuestra mente. Y en sueños le parecía que hablaba con Dios. Es la trampa por la que muchos buscan la paz dentro de sí mismos. Finalmente se interesó por la genética, confiando que en ella estaría la solución para el problema del hombre. La respuesta sin embargo no está dentro de nosotros, sino en Aquel que vino a sufrir nuestras contradicciones, sufriendo así el castigo que nosotros merecíamos, para darnos de esa forma la vida que no hay en nosotros. Así “Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
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