Otras veces, cuando corremos para saciar su hambre y sed de Dios, quizás Dios esté sufriendo con los pobres del mundo y participando de su hambre y sed de dignidad humana, implorando que su pueblo actúe movido a misericordia y calmando el hambre de dignidad.
Muchas veces, el evangelista, aún no ha aprendido a interpretar lo que significa para los pueblos o colectivos pobres la frase del tan repetido Padre Nuestro:
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Los pueblos pobres saben interpretar mejor y sacar todo su sentido a estas líneas teológicas de Jesús. El mundo tiene hambre de Dios, pero también de pan y de dignidad. Seguro que el Maestro ve estas tres áreas como un todo conjunto, indiviso y no separable. El hambre del hombre tiene tres vertientes que nunca se deberían separar ni en la comunicación del Evangelio, ni en la vivencia del concepto de projimidad.
Muchas veces, cuando llegamos corriendo pensando que vamos a clamar el hambre de Dios que tienen los pueblos o colectivos pobres, nos encontramos con que Dios ya se ha adelantado a nosotros y está allí sufriendo con el pueblo hambriento y oprimido, con el pueblo que necesita pan… nos mostramos indiferentes ante esta necesidad vital y suena la respuesta de Dios: “Por mí no lo hicisteis”.
El mundo tiene hambre. Casi mil millones de hambrientos en la tierra, una tierra económicamente desequilibrada y sumida en un desigual e injusto reparto. Muchos otros millones en la hambruna, los millones que existen que tienen que vivir con un dólar diario, pero muchos otros con hambre de dignidad humana, porque otros hombres, congéneres suyos y que viajan en el mismo barco, se la han robado… muchos otros tienen hambre de Dios, aunque cuando se les ofrece alimento para saciar este hambre, en muchos casos es un alimento que oculta el auténtico rostro del Dios vivo, liberador que camina y sufre con su pueblo.
Toda la historia bíblica tiende a saciar estos tres tipos de hambre. Dios se ofrece a su pueblo como el pan de vida, como el alimento espiritual que el hombre necesita, pero, a su vez, toda la historia bíblica es la de un Dios solidario con el sufrimiento de su pueblo esclavizado, con los pobres y desvalidos, el Dios de huérfanos y defensor de viudas y extranjeros. Así, Dios, además de ofrecerse como el pan de vida, como el alimento espiritual que el hombre necesita, se ofrece también como el maná que sacia el hambre física, como el Dios que incita a sus profetas a que griten por pan, dignidad y justicia para los oprimidos y empobrecidos del mundo.
Este triple pan para saciar el hambre de Dios, el hambre física y el hambre y sed de dignidad y justicia, debe estar dentro de los objetivos de lucha por acercar el Reino de Dios a los hombres. La iglesia tiene que caminar por el mundo en solidaridad con los más débiles e intentando saciar esta triple hambre. Además, cuando con sus propias fuerzas y medios no tenga los recursos suficientes para saciar a los que tienen hambre de pan, tampoco se puede limitar al intento de saciar el hambre de Dios. Aquí entraría el uso de su voz para que cambien las estructuras injustas del mundo, para que se rompan los graneros donde los acumuladores del mundo guardan más de lo que pueden gastar, para que el pueblo tenga alimento.
Sería entrar en la denuncia profética como medio de saciar el hambre de pan que hay que simultanearla con el alimento que sacie el hambre de Dios. La denuncia profética que clama por saciar el hambre de dignidad de los pueblos empobrecidos y oprimidos en nuestro aquí y nuestro ahora, los huérfanos, las viudas y los extranjeros como prototipos de los empobrecidos y abusados de nuestra historia presente.
Así, hay muchas claves para la búsqueda de la justicia en el mundo, muchas melodías, muchas voces, muchas acciones solidarias para combatir la triple hambre de la que estamos hablando. Claves que se deben entremezclar, asistenciales, éticas, de búsqueda de justicia, de solidaridad… Claves tendentes a la liberación del hambre de los despojados y excluidos del mundo. Liberación de todo tipo de hambre. Que sepamos orar el Padre Nuestro con ellos entendiendo lo que significa la petición
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Quizás aquí podamos incluir todo tipo de pan. Hasta al propio Jesús como nuestro pan de vida, pero no nos olvidemos del pan que se necesita para alimentar el cuerpo y vivir en dignidad.
Si la vivencia de la espiritualidad evangélica que hoy tienen los cristianos en el mundo no les habilita para lanzarse en el intento de saciar esta triple hambre, es que no hemos entendido la grandeza e integralidad del mensaje y acción de Jesús. Nos hemos quedado en una espiritualidad vacía que da miedo, una espiritualidad que no entiende el concepto de prójimo, que pasa de largo corriendo hacia su ritual intentando saciar un hambre espiritual que nunca saciará, porque también la espiritualidad se puede vivir de forma egoísta e insolidaria. Es una falsa espiritualidad que hemos de evitar no sea que sólo seamos sepulcros blanqueados por fuera, pero que en nuestro interior no habita el Dios de la vida, Jesús el pan de vida.
Tenemos que evitar la tendencia de querer ascender en nuestro deseo de espiritualidad hasta ser como los ángeles celestiales. También la espiritualidad se vive en un descenso hacia abajo, bajándonos de nuestro tren de la prosperidad vana y tendiendo la mano a los que sufren, mano tendida que hay que simultanear con una voz fuerte que clame por justicia. Justicia del Reino de Dios con sus valores dignificadores que tiende a saciar tanto el hambre de Dios, como el hambre de pan y el hambre de dignidad y justicia. Sería una forma de ir eliminando ese escándalo y vergüenza humana que es el mantenimiento de la pobreza en el mundo.
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