En todo el relato relacionado con esta pobre mujer, es posible que estuviera embargada por un espíritu de amargura, por todo lo vivido.
Desde hace muchos años me llamó poderosamente la atención Mical, la hija de Saúl. No es mucho lo que se dice de ella. Que era hija de Saúl rey de Israel, y que fue dada por su padre como esposa a David (1ªSm.18.20,28). Que después Saúl a causa de sus celos y enemistad con David, se la quitó a éste y se le dio a otro hombre llamado Patiel (1ªSm.25.43-44); y que años después, cuando David fue reconocido como rey de Israel, se la quitó a aquel hombre y se quedó con ella, dado que aun la reconocía como su esposa (2ªSm.3.13-16). Después tuvo lugar una escena la cual se dio cuando David se propuso trasladar el Arca de la Alianza a Jerusalén. Ese hecho fue un acontecimiento tan importante que la comitiva expresaba su alegría “con júbilo y sonido de trompeta” (1ªSm.6.15); y David se sumó a esa expresión de gozo no importándole expresarlo danzando al son de la música. Entonces, “Mical hija de Saúl miró desde una ventana y vio al rey David que saltaba y danzaba delante del Señor; y le menospreció en su corazón” (1ªSm.6.16) porque le pareció que con aquel comportamiento el rey se había mostrado de forma indecorosa. Si esa actitud se la hubiera callado Mical, no diciendo nada a David, su marido, no hubiera pasado nada. Pero cuando David entró en la casa, le expresó lo había sentido en su corazón cuando lo vio danzando:
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“Y saliendo Mical a recibir a David, dijo: ¡Cuán honrado ha quedado hoy el rey de Israel, descubriéndose hoy delante de las criadas de sus siervos, como se descubre sin decoro un cualquiera!” (2ªSm.6.20)
A lo que David respondió a Mical, su esposa:
“Fue delante del Señor, quien me escogió en preferencia a tu padre y a toda tu casa, para constituirme por príncipe sobre el pueblo del Señor, sobre Israel. Por tanto, danzaré delante del Señor; y aun me haré más vil que esta vez, y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado. Y Mical hija de Saúl nunca tuvo hijos hasta el día de su muerte” (1ªSm.6.21-23).
Ahora, de toda la historia de Mical y David siempre se ha fijado la atención en dos cosas que aparecen en este relato. ¡Desde luego, no es para menos! Una, la actitud de ella en relación con el comportamiento de David, en lo que ya hemos leído. Esa actitud y el menosprecio hacia David mismo era un pecado grave; y por ello tuvo que pagar las consecuencias dentro de lo que era aquella cultura. Aquel menosprecio era doble: al parecer ni tuvo respeto hacia su marido, ni tampoco por la razón por la cual David se expresó danzando de alegría, porque el Arca de la Alianza que había estado de forma provisional en casa de un tal Obed-edom, iba a ser trasladada de forma definitiva a Jerusalén; aunque todavía quedaría mucho para la edificación del templo. (2ªSm.6.12).
La otra cosa que apreciamos en el texto leído es que David le devolvió el menosprecio que le hizo y le dio donde más podía dolerle: “Y Mical hija de Saúl nunca tuvo hijos hasta el día de su muerte”. Pero eso no quiere decir que recibiera un especie de maldición por la cual no pudo concebir, sino que David le devolvió el menosprecio sin acercase a ella en sus relaciones íntimas para darle la oportunidad de concebir. Es decir, la ignoró. Para cualquier mujer dentro de aquella cultura, el tener hijos era la principal razón de su vida; y mucho más tratándose de su marido, que ahora sería el rey de Israel y ella la primera esposa. Pero es posible que Mical, a esas alturas de la su vida, no tuviera ningún interés en eso. En todo el relato relacionado con esta pobre mujer, es posible que estuviera embargada por un espíritu de amargura, por todo lo vivido.
Lo cierto es que Mical, a causa de su comportamiento, ha quedado estigmatizada por el género masculino, sin contemplaciones y de forma fulminante y absoluta. Y al parecer, no hay nada más que añadir.
Sin embargo, ese menosprecio que tuvo Mical hacia David a causa de su “danza delante del Señor” no es nada nuevo. Con mucha frecuencia se ha repetido en la historia en el pueblo de Dios y al parecer no se le da la misma importancia y pasa casi desapercibido, debido a que los que caen en lo mismo creen estar “en lo correcto” en lo que creen y en lo que practican. Lo hemos visto muchas veces en algunos que han mirado con menosprecio a sus hermanos pentecostales, porque tenían (¡y tienen!) una forma de alabar y adorar a Dios que a aquellos les parecía que no era correcta. Es posible que en algunos casos haya sido así; pero la actitud de los “menospreciadores” iba mucho más allá sin tener en cuenta, no solo las motivaciones de los adoradores (como en el caso de Mical con David) sino tachando de inadecuadas algunas expresiones como el levantar las manos a la hora de cantar y orar e incluso hacia exclamaciones tan normales y legítimas como “¡Aleluya!” o: “¡Gloria a Dios!” en sus reuniones de adoración. Todo ello al punto de que una vez que algunos comenzaron a expresarse de esa manera en sus iglesias respectivas, aunque de forma tímida, fueron “invitados” a abandonar sus iglesias.
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Por supuesto, para los críticos era y es, en todo caso, mejor estar en silencio y no pronunciar ninguna exclamación que “lo rompa”. Y todo, por aquello que dijo el Apóstol Pablo: “Hágase todo decentemente y con orden” (1ªCo.14.40). Como si dentro de esa “decencia” y “orden” no pudieran tener lugar formas de adoración diferentes a la de los críticos. Pero estos críticos no son capaces de analizarse a sí mismos para detectar que “sus formas” tienen más que ver con lo cultural y tradicional que con los principios bíblicos relacionados con la adoración y la expresión de la alabanza y la gratitud en la Iglesia. Por tanto, en lo que criticaban y estigmatizaban a Mical, condenándola al infierno por su actitud y comportamiento hacia el rey David, ellos caen en el mismo pecado que cayó aquella.
Sin embargo, después de todo lo dicho hasta aquí, nada debería hacernos pensar que tratamos de justificar el comportamiento de Mical. No se trata de eso, sino de tratar de comprender el por qué de su comportamiento. ¿Por qué ese menosprecio hacia David, al cual “Mical amaba” en un principio? ¿Qué había pasado en su vida que le llevó a ser tan “poco espiritual”? Es muy fácil juzgar cuando no nos ponemos “en la piel” de la otra persona, ni hemos vivido lo que aquella persona vivió.
En relación con esto, hemos de señalar que hay aspectos tan negativos en aquella cultura, tan ajena a la nuestra, que por mucho que demos por sentado que tenían que ser asumidos por todas las personas y de la misma manera, es posible que estemos muy equivocados y que hubiera, en este caso, mujeres que tuvieran que sufrir de continuos abusos y violenciassin poder hacer nada de nada para mejorar su situación, estando condenadas de por vida a cumplir su rol en situaciones que de haber sido preguntadas las personas no hubieran aceptado libremente. Uno de esos aspectos era el que los padres podían casar a sus propias hijas con el hombre que a ellos les parecía bien. En el caso de Mical, hija de Saúl fue dada a David, por así decirlo, “de rebote”. Saúl había prometido dar a su hija como esposa a aquel guerrero de Israel que venciere a Goliat (1ªSm.17.25). O sea la hija sería dada como “premio” al guerrero más valiente y que venciere al gigante Goliat. Daba igual si el tal guerrero fuera cariñoso o no o si era un hombre que no tenía ni idea del trato que debía recibir una mujer. La mujer, por otra parte tenía que conformarse con la decisión de su padre. No tenía otra opción. Eso era lo que había ¡Y punto!
Al respecto de esto mismo, decía Erich Fromm, que “el casamiento por amor romántico es cosa reciente. Hasta hace poco era los padres lo que determinaban con quién debían casarse sus hijas. Y ellas lo tenían asumido. Una vez tomada la decisión, ellas esperaban que el hombre que les había tocado, sería cariñoso con ellas y así serían felices”i (El Arte de Amar. 1959). Pero si no ¡eso era lo que había!
Pero cuando decimos que Mical fue “dada de rebote” a David, queremos decir que la hija que estaba destinada a David no era Mical sino la mayor, llamada Merad. Sin embargo, ésta “fue dada a Adriel meholatita” (1ªSm.18.19). Así de “formal” y de “fullero” era Saúl, el rey de Israel que llegada la hora no le importaba “cambiar de opinión” disfrazando así su carácter corrupto y mentiroso; y para no “faltar a su palabra” le ofreció a David su otra hija, Mical. Pero como Saúl odiaba a David y buscaba ocasión para matarlo, no se la dio de inmediato, sino que le puso como condición que le trajera “cien prepucios de los filisteos” (1ªSm.18:25). Así, poniendo en peligro a David en estas guerras, pensaba quitárselo de en medio. Pero David fue más allá al cumplir lo que le había pedido Saúl, trayéndole doscientos prepucios de doscientos hombres de los filisteos a los cuales mató. Así que Saúl ya no tuvo excusa y le entregó por mujer a su hija Mical (1ªSm.18.27-30). Pero dada la enemistad que Saúl fue levantando contra David, llegó el momento que le quitó a su esposa Mical y se la dio “a Patiel, hijo de Lais…” (1ªSm.25.43-44). Así Mical fue esposa de este hombre hasta que Saúl murió y David fue consolidándose como el inminente rey de Israel. Entonces mandó quitarle a Mical a Patiel al cual Saúl se la había entregado. El pobre marido, Patiel, fue detrás de su mujer llorando, porque al parecer, le había tomado mucho cariño (2ªSm.3.14-16).
Sin embargo el texto bíblico no dice nada de cómo afectaría esta nueva dramática experiencia a Mical. Es como si Dios, al guardar silencio, no se preocupara de esos “detalles” que debieron de marcar a fuego las heridas que iban dejando en el corazón de algunos de sus protagonistas. Uno de ellos, Mical, la hija de Saúl y esposa que había sido a estas alturas, de dos hombres. ¡Y estigmatizada por la posteridad a causa de su menosprecio por la forma en la cual su esposo, David, expresó su alegría “delante del Señor”!
A uno le parece que Dios no estaría interesado en ciertos “detalles” que aunque nos pasan desapercibidos debieron marcar (¡y marcan!) a las personas de manera que no les es fácil reaccionar positivamente. Eso hace que a veces esperemos más de lo que otros pueden dar. Olvidamos que no todos los creyentes han tenido un pasado positivo, sino todo lo contrario. Olvidamos que no todos están al mismo nivel de respuesta, ni tienen sus capacidades intelectuales, emocionales y volitivas tan desarrolladas y fuertes como otros, para responder positivamente ante las dificultades que se les presentan en la vida; y mucho menos ante abusos y tratos desconsiderados por parte de otros. Incluso es posible que experiencias negativas en sus propias familias que se llaman "cristianas" o algunas iglesias, hayan provocado crisis de fe en algunos creyentes, o rechazo a todo lo que tenga que ver con "la iglesia" y por muy "sagrado" que sea lo que allí se haga y sea tenido por sus miembros.
Por todo ello tengo cierta seguridad de que es posible que algo así le pasara a Mical; que llegara al punto de que después de tanto abuso y "manoseo" por parte de los hombres y que además, todo eso fuese hecho "en el nombre del Señor", que acabara siendo una escéptica y sintiendo un rechazo por todos y por todo. ¡Ay, cuantos y cuantas habrá así diseminados por el mundo!
Es por esa razón también que, es posible que cuando estemos en la presencia del que todo lo sabe y todo lo ve, nos llevemos grandes sorpresas, al ver que muchas personas que encontraron aquí más condenación que comprensión, y más rechazo que compasión y perdón, ¡allí la encuentren toda!; mientras también reconozcan que tampoco estuvieron acertadas en todo cuanto sintieron e hicieron. Y para el caso da igual que sea Mical la hija de Saúl, Vasti la reina destituida por el rey Asuero, por no dejarse manipular por su marido; que la mujer que fue hallada en adulterio y que los religiosos trajeron ante Jesús para ponerlo a prueba (J.8.1-8); o que sea cualquier otra mujer o hombre de nuestro propio tiempo. De eso no tengo ninguna duda. Pero mientras tanto, la persona que haya sido estigmatizada por los demás por algún fallo/pecado cometido en su vida, lo seguirá siendo hasta el final de sus días; y en algunos casos hasta el final de la Historia, como es el caso de Mical, la hija del rey Saúl, esposa de David y “esposa” del tal Patiel; y… vuelta a empezar. No obstante hay algo más de lo cual podemos estar seguros y es que, mientras que Mical no recibió ninguna denuncia directa por parte de Dios, en cambio David, cuando quiso edificarle templo al Señor, él le dijo:
“Tú has derramado mucha sangre y has hecho grandes guerras; no edificarás casa a mi nombre, porque has derramado mucha sangre en la tierra delante de mí” (1ªCró.22.8)
Así fue; y entre toda esa “sangre derramada” por David estaban las vidas de esos doscientos filisteos a los cuales mató y cortó el prepucio, para llevarlos al rey Saúl como el “precio” para obtener a Mical, hija de Saúl, como esposa.
Notas
i Puesto que hace más de veinte años que leí el libro de referencia, no puedo recordar la cita exacta; pero esencialmente he recogido lo que decía la misma.
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