El tweet de Dios sobre la molestia de la reconvención

Resulta muy difícil recibir la reprimenda y la recriminación, porque lo que nos agrada es el elogio y el halago, que actualmente se manifiesta en la obsesión por conseguir los ‘me gusta’ que aparecen en los contenidos publicados en Internet. Hasta tal punto esa obsesión se ha convertido en manía que hay la posibilidad de comprarlos, para que las estadísticas agasajadoras se inflen y de esa manera el ego quede satisfecho por el gran número de admiradores. Aunque como el nivel de satisfacción nunca llega a ser lo suficientemente grande, siempre hay que estar en busca de más cifras que sigan proporcionando más altos niveles de complacencia. Y así se entra en una enojosa y esclavizante dinámica que no tiene fin. Por eso de todo lo que tenga que ver con reprensión o amonestación se huye como de la peste, al considerar que nada bueno puede haber en recibir reprobaciones.

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Pero, como ocurre en tantos aspectos de la vida, las apariencias engañan, pudiendo suceder que los miles o millones de ‘me gusta’ recibidos no tienen valor alguno, salvo el pasajero contentamiento. Y al contrario, puede suceder que una reconvención, que resulta molesta, es de valor incalculable, si se atiende a su mensaje.

Aquel rey había caminado bien en la primera etapa de su vida, cuando se apoyó en Dios en un momento en el que las estadísticas estaban de parte del enemigo, porque entre un ejército y otro había un desequilibrio de dos a uno. Sin embargo, él consideró que los números no eran el elemento decisivo, sino Dios, porque como alguien muy posteriormente dijo: Dios y uno es mayoría. Y efectivamente, contra todo pronóstico humano, la batalla se decidió en favor de aquel rey, haciéndose su victoria extensiva incluso más allá del estricto escenario donde se libró la lucha.

Como resultado, emprendió en su reino una serie de medidas que iban en la dirección de buscar a Dios de una forma más profunda de lo que hasta entonces se había hecho, recibiendo una palabra de aprobación por parte de un mensajero de Dios. Y con tal estímulo se esforzó aún más en la línea que ya había tomado, llegando incluso a desposeer de su título a alguien muy cercano y querido por él, que seguía reteniendo las perversas prácticas contrarias a la voluntad de Dios. Del botín obtenido al enemigo vencido en la batalla no se quedó con nada, consagrándolo por entero para la adoración divina en el templo.

Pero pasaron los años, presentándose otra contingencia para este rey en la forma de otro enemigo. Se trataba de un adversario que en ninguna manera era como el anterior, en cuanto a número de efectivos, por lo que la lógica diría que si en el primer caso obtuvo la victoria, en este segundo caso esa victoria se daba por descontado, pues si en el primero había confiado en Dios, también lo haría en el segundo.

Mas algo había pasado con este hombre que ya no era el mismo de antes, porque ante esta nueva contingencia lo que hizo fue buscar las alianzas humanas, que lo sacaran del apuro. Y así fue como empleó aquel botín, testimonio de aquella gran victoria, para pagar los servicios de un aliado humano, mediante el cual logró que el enemigo se retirara.

Pero esta victoria fue a un precio muy elevado, no ya por el tesoro material que entregó para recibir la ayuda, sino por el coste de la pérdida del favor de Dios, quien le envió un mensajero que lo recriminó por su acción, calificándola de locura y anunciándole nuevas guerras contra él. La reacción del rey, ante esta palabra de corrección, no se hizo esperar, encolerizándose grandemente y arrojando al reprensor en la cárcel, pues aquella reprensión le resultó insoportable.

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Sin embargo, este declive personal no acabó ahí, porque al contraer una grave enfermedad, en vez de buscar a Dios puso su confianza en los médicos, como si ellos fueran la causa primaria, no la causa secundaria que Dios, la causa primaria, usa para nuestra salud. Triste epílogo para el hombre que había comenzado tan bien.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘La reconvención es molesta al que deja el camino; y el que aborrece la corrección morirá.’ (Proverbios 15:10). Efectivamente, el que reniega de la Palabra de Dios, no soporta que se le amoneste, pues como dice Matthew Henry en su comentario a este texto: ‘De todos los pecadores, los apóstatas son los que más resienten las reprimendas.’ Pero esa reconvención, que es difícil de digerir, tiene un fin saludable, siempre y cuando sea atendida, porque de lo contrario ocurrirá lo que afirma la segunda parte del texto, la muerte, en un sentido más que físico, del reacio a recibir la corrección.

No te dejes seducir por los ‘me gusta’, no vaya a ser que sean sólo adulaciones vanas, que acaban en perdición. Deja que la reprensión que viene de parte de Dios, aunque dolorosa, haga su obra, que es para vida.