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Matar o redimir: ¿qué haces con tu tiempo?

Igual que los bienes materiales, el tiempo es un regalo de Dios que hay que administrar bien. Pero tiene unas características particulares.

TEOLOGíA AUTOR 875/Jose_Hutter 10 DE ENERO DE 2024 10:30 h
Imagen de [link]stillfx[/link] en Depositphotos.

Hace unos días empezó un año nuevo. Para muchas personas, resulta una situación desconcertante: 365 días de incertidumbre. Pocos lo ven como un inmenso capital que solo espera ser invertido con sabiduría. Tenemos una relación extraña con el tiempo. Lo tratamos de distintas maneras. A veces nos falta, y a veces lo perdemos. En otras ocasiones lo malgastamos e incluso lo matamos.



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Uno de los errores más terribles que uno puede cometer en la vida es la incapacidad de valorar el tiempo. A pesar de nuestra evaluación romántica de culturas donde el factor tiempo parece importar poco, queda una verdad innegable: Una nación o una persona que no sabe valorar y administrar bien su tiempo está condenada a la irrelevancia histórica. Tiempo no es necesariamente dinero, pero tiempo es un bien escaso y, por lo tanto, valioso. Su valor radica en el hecho de que no se puede crear porque el tiempo no es un producto, sino es un regalo de Dios.



El mayordomo de Dios aprende como primera lección: todo lo que tengo es un regalo de Dios y yo soy responsable de no malgastarlo, sino hacer buen uso de ello. Curiosamente, raras veces se aplica esto al tiempo. Porque igual que los bienes materiales, el tiempo es un regalo de Dios que hay que administrar bien. Pero tiene unas características particulares.



Imagínate que cada día a medianoche te ingresan 1440 euros en tu cuenta bancaria para gastar en lo que quieras. Pero hay un detalle a considerar: ese dinero no es acumulable. Es decir, si te gastas los 1440 euros, mañana tienes otros 1440 euros disponibles nuevamente, pero si no te gastas nada, el dinero no usado se pierde.



Ahora imagínate que además no sabes qué día van a parar de ingresarte el dinero. Solo sabes una cosa: un día, los ingresos pararán - para siempre.



Me atrevo a decir que mucha gente intentaría aprovechar al máximo ese dinero a diario para comprar y hacer cosas útiles. Tonto sería aquel que dejara que la suma diaria se perdiese sin usarla.



Pues bien, resulta que cada día tenemos 1440 minutos disponibles que se renuevan también cada 24 horas, no son acumulables y un día vamos a dejar de disponer de este regalo diario. Para ser exacto, el 1 de enero de este nuevo año, al comernos las uvas, potencialmente tenemos incluso la perspectiva de recibir 8784 horas, que son 527.040 minutos en nuestra cuenta. Además, este año te regalan un día. Es año bisiesto.



¿Por qué mucha gente en el caso del dinero se apresuraría a aprovechar ese regalo diario, pero cuando se trata del tiempo lo está malgastando?



Y otra cosa llama la atención. El bien llamado tiempo se distribuye a todo el mundo de forma igual. Bill Gates, George Soros y Amancio Ortega reciben la misma cantidad que cada uno de nosotros: 1440 minutos al día.



Esto nos pone al mismo nivel que la persona más rica del mundo. Pero parece que no somos conscientes de ello, hasta que nos demos cuenta de que en breve no se va a reponer.



En la carta a los Efesios, Pablo escribe lo siguiente:



Mirad, pues, con diligencia, cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor (Efesios 5:15.16).



La palabra griega exagorazo traducida como «aprovechar» en Efesios y en el texto paralelo en Colosenses 4:5, significa rescatar algo de la pérdida o redimir algo.



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Pablo nos exhorta a redimir el tiempo de nuestras vidas porque “los días son malos”, lo que significa que los seres humanos en general están bajo el dominio de Satanás (Juan 12:31, Efesios 2:2, 6:12). El apóstol amonesta a los cristianos a no cruzarse de brazos y dejar que las tinieblas de este mundo dicten los acontecimientos, sino a hacer una elección consciente de hacer buenas obras y dejar que la luz de Dios brille a través de ellas (Mateo 5:14-16). Aunque el mal nos afecta a nosotros mismos, se nos pide que no respondamos con la misma moneda, sino que lo superemos haciendo lo que es justo.



 



¿Cómo podemos «redimir el tiempo»?



Cada momento de nuestro tiempo es un valioso regalo de Dios. Por lo tanto, es importante aprovechar bien este regalo y hacer un uso responsable de ello. Como hemos visto, el término bíblico es “redimir” el tiempo. Es decir: ponerlo a trabajar para la gloria de Dios. Redimir algo implica recuperarlo de las malas circunstancias para fines buenos.



Pero, ¿cómo se redime el tiempo? Explorar el contexto y la aplicación de este pasaje bíblico nos facilita una serie de ideas para administrar el tiempo con éxito.



En términos generales, debemos evitar malgastar nuestro tiempo en actividades inútiles o malas y, por el contrario, hacer todo lo posible por utilizar el tiempo sabiamente.



Hay muchas maneras de conseguirlo. Sugiero los siguientes, entre muchas otras:



1. Buscar la voluntad de Dios en el presente. El pasado ya pasó, y el futuro aún no ha llegado, así que no debemos perder nuestro limitado tiempo llorando por un pasado supuestamente mejor o preocupándonos por un futuro incierto y peor. Viviendo en el pasado es la característica de personas que han resignado ante la vida. Por lo tanto, suelen ser paralizadas e improductivas. Y no es cuestión de edad. Al mismo tiempo, la preocupación y el miedo de lo que podría pasar es típico para personas que se creen Dios y uno de los factores más dañinos a la hora de hacer buen uso del tiempo. La razón es sencilla: el miedo paraliza de la misma manera como vivir en el pasado. Deberíamos más bien concentrarnos en el presente, donde la presencia de Dios está con nosotros ahora mismo, y donde podemos conectar con Dios para "entender cuál es la voluntad del Señor" (Efesios 5:17).



2. Perseguir lo que tiene valor eterno. Cada día, podemos comprometernos a utilizar nuestro tiempo para lo que más importa desde una perspectiva eterna, en lugar de malgastarlo en actividades que, en última instancia, no tienen importancia. A la hora de preguntarnos si dedicar o no tiempo a algo, ayuda a reflexionar en las prioridades de la vida: amar a Dios y amar a los demás (Mateo 22:36-40). ¿Qué huellas he dejado hoy para la eternidad? Un primer paso adelante en este sentido es una lista de prioridades y una agenda que refleja estas prioridades.



3. Evitar lo que no merece nuestro tiempo. Debemos evaluar cuidadosamente las actividades antes de elegir dedicarles tiempo, considerando preguntas como: “¿Me acercará esto a Dios, o me alejará? ¿Es esto realmente importante desde una perspectiva eterna?”



No requiere mucho esfuerzo pasar horas en las redes sociales, sin que esto aporte nada que valga la pena. Pelearnos con los demás, sea de forma virtual o cara a cara, también es una excelente manera de perder el tiempo. Lo mismo ocurre cuando pasamos horas con supuestos amigos que son expertos en devaluar nuestro tiempo con su negatividad, sus críticas constantes y su mal humor que es sumamente contagioso. Animo a mis lectores de tomarse un tiempo para analizar la rutina de sus vidas e identificar los factores —y las personas— que comen nuestro tiempo de forma innecesaria. Ten tus prioridades claras y elimina todo lo que no aporte nada a tu crecimiento como persona y como creyente. Deja que los muertos entierran a sus muertos, pero tú, sigue a Dios.



4. Vivir en sintonía con los ritmos naturales que Dios ha establecido Dios ha creado ritmos de tiempo que están en sintonía con lo que es más saludable para nosotros. Esos ritmos incluyen mañanas, tardes y noches cada día, y cada momento del día es coronado por una comida; además, tenemos un día de reposo semanal y las estaciones anuales. Prestar atención a estos tiempos especiales nos permite vislumbrar el propósito de Dios para nuestro tiempo, que va más allá de ser simplemente productivos. Si planificamos nuestros horarios en función de los ritmos que Dios ha puesto en su Creación, vivimos en consonancia con el ritmo que Dios tiene previsto para nosotros. Hacer esto nos ayudará a minimizar el estrés y maximizar la alegría en nuestras vidas. Tomando en cuenta este ritmo, se puede trabajar de sol a sol sin sufrir estrés.



5. Hacer todo el bien que podamos en el tiempo de que disponemos. Cada momento de nuestra vida es una oportunidad para vivir al servicio de nuestro Señor. Una sonrisa no cuesta nada, aún menos para un creyente, y es una excelente manera de abrir puertas. Lo que una ráfaga de palabrotas o ataques de ira no consiguen, lo puede una sonrisa y unas palabras amables en el momento adecuado. Un creyente que es capaz de moderar la crispación, ayudar al que necesita y consolar en vez de hundir, redime el tiempo. No hay nada más destructivo que una guerra y esto también es cierto de nuestras guerras personales.



Si tenemos celo por redimir nuestro tiempo en la tierra, es decir, si dedicamos nuestra vida a hacer el mayor bien posible, no solo bendecimos a los demás, sino que acumulamos para nosotros tesoros eternos (Mateo 6:19-21).



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Conclusión



El consejo bíblico de Efesios 5:16 sobre cómo aprovechar el tiempo debería despertar en nosotros un sentido de urgencia. En este mundo caído, es vital utilizar nuestro limitado tiempo para hacer el bien. Así pues, centrémonos en lo que más importa y dejemos de lado lo que no merezca la pena.



La cuestión no es privarse de sueño, trabajar 18 horas los siete días de la semana. Se trata de un uso responsable de nuestro tiempo. Esto incluye descanso y no perder el tiempo con cosas que no sirven para nada. En vez de matar el tiempo, hay que redimirlo, para la gloria de Dios. El enfoque del creyente va dirigido a la meta: aumentar lo que el Señor nos ha entregado.



La cuenta diaria de tu tiempo se convierte así en un regalo que debe ser apreciado por ti. ¿Qué harás con tu tiempo? Te animo a que te conviertas en un buen administrador del tiempo que Dios te ha regalado en este mundo. Redime tu tiempo, pero no lo mates.


 

 


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