Mi mujer se llama...

Billy Wilder es uno de mis directores de cine favoritos. Algunas de sus obras son verdaderamente geniales como “Con faldas y a lo loco”, “Aquí un amigo”, “Testigo de cargo” o “La tentación vive arriba”. Siempre destacó por su ingenio, no sólo dirigiendo, sino también por las frases que “dejaba caer” en las entrevistas, como por ejemplo: “Si quieres decirle la verdad a la gente, sé divertido o te matarán”. O aquella otra: “Lo único que me molesta más que no me tomen en serio es que me tomen demasiado en serio”.

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Vivimos en una sociedad que cada día conversa menos, que no expresa los sentimientos con amigos y conocidos y no sabe disfrutar de los momento geniales en los que desnudamos nuestro corazón ¿Cuál es el problema? Cada uno vive apegado a su teléfono ¡Nos encanta! La tecnología nos parece genial porque siempre nos obedece, mientras que las personas toman decisiones que no controlamos. En las redes sociales puedes borrar comentarios, poner y quitar a personas de en medio, hablar cuando te apetece y cunado no “desaparecer”, etc. ¡Tu mandas! Mientras que, cuando estamos con alguien, tenemos que escucharle, no podemos borrarlo y ¡lo más grave! quizás tenga razón cuando se enfrenta a nosotros… La tecnología nos convierte en reyes, por eso tenemos amigos de Facebook, twitter e instagram, pero no amigos de carne y hueso.

Algunos podrían afirmar: “Mi mujer se llama Instagram, mi marido Facebook y mis hijos Twitters”. Si crees que exagero, déjame contarte que en los últimos meses he vivido tres situaciones increíbles hace solamente unos años: uno de mis amigos me dice que está tan ocupado que no tiene tiempo para nada, pero puedes encontrarlo a cualquier hora del día escribiendo en el Facebook. Otro se quejaba de que no sabe lo que le ocurre a sus hijos, que están “raros”. ¡debería echarle un vistazo al instagram y ya lo sabría! Un tercero no suele contestar mis llamadas ni los mensajes que le dejo. Por fin un día me escribió: “Verás por las redes sociales que estoy muy ocupado”; pues no, no suelo verlo. Es más, si me hubiera ido al “más allá”, ni se habría enterado ¡Salvo que le enviara un twit desde allí claro!  

A veces me impresiona cómo somos. Podemos comentar lo que comemos, los viajes, lo que han hecho o no han hecho los vecinos, los partidos del Madrid y el Barça, etc. Pero no sabemos nada de nuestro amigo que tiene cáncer, o de la amiga que ha perdido un bebé, o incluso de uno de nuestros familiares directos que se siente solo/a porque hace semanas (¡A veces meses!), que no escucha nuestra voz. Hoy es imposible ir por cualquier calle y no ver a cientos de personas mirando su teléfono… y yo me pregunto ¿Por qué las personas no hablan, ahora que es gratis llamar a cualquier país del mundo?

¡Menos mal que hay alguien con quién podemos hablar y que siempre nos escucha! La Biblia dice:“¡Tú no desprecias, oh Dios, el corazón hecho pedazos!” (Salmo 51:17). Tal como vamos, desgraciadamente, cada vez habrá más corazones en esa situación.