Los límites de la razón

En la obra Pensamientos, de Blaise Pascal, ya citada en estas letras, el ilustre filósofo francés dice que “el hombre ha sido creado para pensar; por lo mismo, tiene el deber de pensar rectamente”.

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Las razones de Adán y Eva en el paraíso no convencieron a Dios, porque la simple y pura razón estaba lejos del Todopoderoso.

La razón es como las luciérnagas, necesita las tinieblas para brillar. La gallina no traga una gota de agua sin antes dirigir su mirada al cielo. La razón carece de dominio si sólo pone su mirada en la tierra. Si la gente estuviera convencida de la utilidad de la razón, todos serían racionalistas.

La razón no puede encadenar la esencia del sentimiento. La razón es simplemente la consecuencia de una teoría.

En el anterior artículo traté del conflicto entre la razón y la fe. Hoy continúo con el tema escribiendo sobre los límites de la razón.

Todo lo que los escritores puedan decir sobre la utilidad de la razón ya ha sido dicho, y hasta hoy muy poco han resuelto.

La razón, al faltarle lo sobrenatural queda reducida a ese anuncio de vino sin uva. La razón es una criatura que navega a merced de las circunstancias, nunca por encima de ellas.

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Una razón sin el apoyo divino resulta abrumadora. La razón, sin el apoyo espiritual, endurece el alma. En la Biblia Dios habla, la razón da alaridos. La razón es una luz apagada que nunca puede iluminar el espíritu. La razón nos engaña más a menudo que la naturaleza.

Qué magníficos locos hacen de los hombres la razón. Cualquiera sea la idea a la que se aferre, la razón es una fuerza ciega, bruta y tiránica. La razón pretende hermosear la vida, pero sólo la fe la llena. A la razón se llega por un mal camino y los hombres se extravían al buscarlo.

La razón conduce en ocasiones a la intolerancia y al fanatismo. La razón no conoce los suspiros del alma. Sólo por la razón no podemos llegar a las verdades espirituales. Tanto se encumbra la razón y tanto camina, que deja de ser luz que ilumina y se convierte en hoguera que deslumbra.

La razón sólo existe en la nada absoluta. La razón esclaviza a todos los que no son bastante fuertes para dominarla. La razón es una fuerza bruta, pero la fuerza bruta es insoportable. Querer imponer la razón al universo es locura. La razón no ve sino lo que para conservar y afirmar esta vida nos sirve.

Los que tratan de convencer con la razón dan la impresión de máquinas de sonidos inútiles. La razón frente a la vida pretende sólo imposibles. La razón se ve acosada por ideas que no puede responder, porque sobrepasan a todas sus facultades.

Si la fe no nos da la verdad, la razón es falsa por completo. La razón no tiene más que un modo de explicar lo que no viene de ella, es reducirla a la nada.

La razón duerme en las sábanas que se teje. Necesita un empujón para sacarla de su letargo. La razón no está en nosotros más que como un éxito momentáneo y un bonito accidente.

Por su parte, el escritor Eduardo García Gaspar aporta nuevos datos sobre los límites de la razón en una obra sobre el tema. Dice que existe una oposición irremediable entre la fe religiosa y la razón científica. La total confianza en la razón implica que todo lo que no puede ser explicado por ella debe ser rechazado. ¿Puede la razón explicar el origen del ser humano y la existencia de Dios? La razón mutila la existencia humana y deja sin explorar las más importantes cuestiones de la vida.

Finalmente, este pensamiento de Tommaso Campanella, siglo XVII, en su obra El ateísmo vencido:“La razón nunca ha podido ni podrá explicar por si misma realidades coma la espiritualidad y la inmortalidad del alma, porque la razón limita su acción a una existencia terrena”.