Palabras con levadura

Las palabras en la boca del sabio son llenas de gracia, mas la boca de los necios causan su propia ruina. (Eclesiastés 10:12)

Mi Señor, ¿cómo suenan mis palabras?

Suenan rimbombantes, infladas como esponjoso soufflé lleno se aire, vacío de contenido.

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Tienen un repiqueteo hipnótico que produce sopor resultando cansinas y faltas de interés.

Dime Señor, ¿cómo suenan mis palabras?

¿Son punzantes e hirientes, elevadas e incomprensibles?

¿Están acicaladas de altanería, perfumadas con un toque de soberbia?

Creo que muchas de mis locuciones están espolvoreadas de levadura, han crecido tanto que embestidas de autoridad se creen demasiado interesantes.

Sé que no son entendibles y eso las inhabilita para llegar a sus destinatarios.

Si mis palabras, insufladas de criterio propio, de convencimiento personal, no son corregidas por ti, están abocadas al fracaso. Si no son capaces de adelgazar para infiltrarse por las rendijas del dolor, no sirven para nada. Son como metal que suena o campanilla que repiquetea.

Si mis palabras no menguan y dejan que seas tú el que crezcas a través de ellas, estas no sirven para nada, no cumplen su función, son simplemente vocablo emitidos, sonidos que se mezclan en el aire junto a otros muchos sonidos.

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Enséñame a derramar las palabras correctas, esas que a ti te agrandan. Pronunciarlas con la cadencia de un corazón hermano que se inclina a susurrar en medio de un mundo que grita de forma atronadora.

Hazme entender que la sencillez de mis frases ungidas por tu gracia lograrán llegar a lugares ocultos, oscuros, carentes de vida.

Señor, modifica este dialecto mío, transforma mis labios para que estos puedan ser emisores de buenas nuevas, que sin pretensión alguna salvo la de engrandecer tu nombre, proclamen palabras cernidas por el tamiz de tu gracia y ataviadas de Amor.

Quiebra, mi Dios, los términos hirientes que como saetas guardadas en mi aljaba están dispuestas a ser lanzados conscientes del daño que pueden provocar.

Rompe tú mi buen Señor todas las locuciones vacuas, necias que a menudo se me presentan como oportunas expresiones.

Sea yo obediente a tu Santa Voz, sabia para conocer cuando hablar y cuando guardar silencio.