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De religiosidad, “unciones especiales” y mercadeo

Hoy día los mercaderes de almas siguen estando activos.

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 16 DE AGOSTO DE 2023 12:26 h
Imagen de [link]Gift Habeshaw[/link] en Unsplash.

Hace bastantes años nos visitaron dos mujeres de un país del otro lado del Atlántico. Al terminar la reunión me acerqué para saludarlas y después de intercambiar algunas palabras, tuve la siguiente conversación con la que parecía llevar la voz cantante:



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Ella: “¿Sabe? Nuestro pastor no es sólo pastor; es además, apóstol, profeta, evangelista y maestro. Él tiene los cinco ministerios de Efesios 4.11”.



Yo: “¡No me diga! Vuestro pastor es un hombre muy privilegiado y está bastante ‘completito’” ¿eh?



Ella: “Sí, sí. Y si usted le llamara él vendría aquí para predicar y enseñar aquí”.



Yo: “¡Bueno, bueno…! Él está muy lejos y no merece la pena. Un viaje tan largo…”



Ella: “¡Ah, pero eso no importa! Si usted le llama, él de seguro que vendría a ministrar aquí y ustedes serían muy bendecidos. ¡Usted no sabe el ministerio que tiene...!”



Yo: “Bueno, creo que de momento no tengo un sentir favorable. Mejor dejarlo”. Así que con mucha amabilidad, añadí: “Perdón, voy a saludar a otras personas…” A dichas mujeres no las volvimos a ver más. Al parecer, algunos no les basta con un solo ministerio o dos sino que necesitan acumular títulos y ministerios porque de otra manera parece que no son nada ni pueden edificar a la iglesia de forma eficaz.



Hace otros tantos años, recibí una carta de una pastora de otro país de al otro lado del Atlántico que me contaba la maravillosa experiencia de haber “ungido” a su país con aceite, esparciéndolo desde una avioneta que sobrevolaba la principal capital de su nación:



“Fue maravilloso. El acto fue cubierto por la prensa nacional, porque fuimos acompañados de algunos periodistas de medios importantes de prensa y televisión. Estamos seguros que ese acto traerá mucha bendición sobre nuestro país. Lo que le pido a usted es que si le parece bien, me gustaría visitar su iglesia y compartir lo que hasta ahora el Señor nos está mostrando…”



Añadir que este tipo de actos peudo-proféticos han estado asociados por bastante tiempo a la llamada “Guerra Espiritual De Alto Nivel” por la cual siguiendo ciertas actuaciones se creía que una nación determinada podía cambiar y ser conquistada para Cristo. Pero despues de años de práctica y con la perspectiva que da el tiempo se puede ver que el asunto no tenía base teológica (aunque eso se podía apreciar de forma anticipada) ni el valor que se le pretendía dar. Aquellas naciones en las cuales se llevó a cabo dicha “Guerra” están igual que entonces o peor que al principio de comenzar dicha “guerra”.



Pero volviendo al tema de la carta que me envió la citada mujer, ¿qué podría yo  responder a tan generoso ofrecimiento? Vaya por delante que estoy de acuerdo en que hemos de orar por nuestro país y no importa desde dónde se haga. Incluso en y desde un avión. Le contesté diciéndole que en vez de entrar a nuestra ciudad por una puerta tan pequeña como es nuestra congregación, mejor que escribiera al presidente de la Fraternidad de Pastores a fin de que considerara el caso; y si la Fraternidad diera vía libre, “así entraría usted –le dije- por ‘la puerta grande’; pero, en todo caso, cada iglesia tendrá la libertad de sumarse a esa decisión, en el supuesto de que resultase positiva”. Pero no recibí respuesta a mi carta.



Dos casos diferentes, pero independientemente del error que se percibe nada más saber las dos historias, ambas tienen dos elementos básicos que, llegado el momento propician la religiosidad, el “mercadeo” y el abuso que tanto abunda hoy en las esferas religiosas llamadas “evangélicas” y en todo lo cual suelen estar involucrados tanto un  “El siervo de Dios ungido” (a veces mal llamado: “el gran siervo de Dios”) y el tema de la “unción”.



Por una parte, “el hombre de Dios”, “el gran siervo de Dios”, “el ungido de Dios”. El que no sólo es pastor sino que además es también “apóstol”; pero no solo es apóstol, además es profeta, evangelista y maestro. Ese es el no va más de la acumulación de ministerios que finalmente se convertirán en “títulos” por los cuales el que los osbtenta exigirá ser reconocido y muchos  le reconocerán. En realidad en la mayoría de los casos, con ser un “ungido apóstol” les bastaría. Pero luego vendrá el hecho de la importancia de que se encumbre a un ser humano por encima de los demás hijos de Dios como “el ungido”, sin el cual “el pueblo de Dios no puede ser bendecido en esa medida que Dios quiere bendecirlo”. Esa concepción del ministerio (o ministerios) está muy a menudo asociada con un concepto de autoridad equivocado, por el cual se actúa -como decíamos en otra exposición- como si fuera un jefe militar en relación con los que están bajo “su autoridad”.



Me contaba un pastor que estuvo de viaje por uno de esos países al cual fue invitado, que en un momento se dirigió para preguntarle algo a un supuesto pastor que tenía cerca y éste apenas le hizo caso. Cuando el que hizo la pregunta fue invitado a subir a la plataforma, fue presentado y dio los saludos y el mensaje de la Palabra, luego  cuando acabó todo, el otro se le acercó y le dijo: “Perdón hermano, antes cuando me preguntó… ¡yo no sabía que usted era ‘pastor’!”. Sin palabras. Eso se da con mucha frecuencia por ciertas latitudes donde la formación teológica de los creyentes es bastante escasa y muchos líderes que tampoco la tienen -ni la procuran- se aprovechan. Pero algo de eso también se va dando por nuestras tierras, en cierta medida.



Es lo mismo de siempre y que ya en las cartas apostólicas lo encontramos. Los falsos maestros, decían: “Os falta esto y esto, y si no lo tenéis y no lo hacéis ¡no estáis completos!”. Pero el apóstol Pablo decía: “Mirad que nadie os engañe…”; “Que nadie os juzgue…”; “que nadie os prive de vuestro premio…” (Col.2.8,16,18). E insistía: “Mas vosotros estáis completos en él…–Cristo-” Col.2.9); o sea: “¡No os falta nada!” ¡”No les hagáis caso!”



Eso que decimos es muy delicado y ha sucedido siempre a lo largo de la historia de la iglesia. Por eso el cristiano debe conocer lo que dice la Palabra de Dios. Y los que tenemos la responsabilidad de enseñarla, debemos ayudar a los creyentes a cumplir con eso que el protestantismo recuperó a partir de la Reforma del Siglo XVI: el sacerdocio universal de los creyentes. No son los curas/sacerdotes. ¡No los había en la iglesia primitiva ni al menos durante tres siglos! No necesitamos “mediadores” que nos administren “bendiciones especiales” y sin las cuales estamos desasistidos de la gracia de Dios. Sin embargo, hoy se nos dice por algunos desde el moderno “movimiento apostólico” que una iglesia no está completa ni puede funcionar bien, si no está bajo la autoridad de un “apóstol” (¿?)



Pero lo que el pueblo de Dios necesita son buenos pastores y maestros de la Palabra que enseñen y que guíen a ser todo cuando nuestro Dios nos ha dicho y se ha propuesto que seamos. Se necesitan guías espirituales que conozcan bien la verdad la cual han de enseñar a la grey de Dios (Hch.20.28; Tito 1.9); que respeten a los miembros de las iglesias y las traten como a personas adultas y no como a niños. Porque si no se hace así tarde o temprano terminarán abusando de la gente de las iglesias.



A un matrimonio muy cercano a nosotros, se les dijo una vez que habían entrado en un grupo al frente del cual estaba un “apóstol”: “Si os hacéis miembros y discípulos de esta iglesia, nos vamos a meter hasta debajo de vuestra cama”. Eso era una forma figurada de decir que se iban a meter en todos los asuntos particulares del matrimonio y de su vida familiar “para ordenarlos de acuerdo a la Biblia”. Pero en realidad era más bien para ordenarlos de acuerdo a las enseñanzas del “apóstol”. El doble problema con esas pretensiones es que, por una parte el matrimonio cae en las garras de una secta; pero por otra, si es uno de los cónyuges el que entra y el otro no, el matrimonio se rompe (lo rompen) como fue el caso mencionado.



La otra cuestión que es necesario mencionar se deriva de lo primero. Si tenemos al “ungido de Dios” con nosotros y así le prestamos “obediencia incondicional”, ya se ha preparado el terreno propicio para que se aprovechen de nosotros. No importa si la congregación se reúne en un lugar de una ciudad determinada como si es virtual. No importa si el “ungido” es líder de una o muchas congregaciones o si habla por radio o aparece en la televisión. ¡Ojo! Ni mucho menos queremos decir que todos cuantos usan estos medios son así. ¡Nada de eso! Los medios de comunicación modernos son herramientas maravillosas y muy útiles para comunicar el mensaje de las buenas nuevas del evangelio. Sin embargo, estos medios también han sido aprovechados por muchos supuestos hombres de Dios, “ungidos” sin escrúpulos, para despellejar económicamente a muchos sencillos creyentes, hombres y mujeres sin mucho conocimiento y sobrados de ingenuidad y credulidad.



Por supuesto, cuando se reconoce al “ungido” también se reciben sus palabras –su mensaje- como si Dios hablara por medio de él. Para eso usan la Biblia, además de “palabras proféticas del Espíritu”. En mucho de todo esto también entra lo que se conoce como “la teología de la prosperidad”. Ellos hablan y repiten hasta la saciedad, que si tú apoyas “su” ministerio (“este ministerio”, “nuestro ministerio”, “el ministerio”) con un 10% de tus ingresos, Dios te bendecirá 10 veces más ¡y aun más! Así, una combinación de supuesta palabra de Dios y de codicia (digámoslo bien claro) por parte de los miembros de sus seguidores, virtuales o no, proporcionan a aquellos la base de su “mercadeo” y el enriquecimiento personal. Eso les permitirá vivir a esos farsantes en mansiones maravillosas, usando coches último modelo y, en sus viajes, alojarse en hoteles de los más costosos y lujosos, al estilo de los artistas de Hollywood.



Luego, para poder justificar la ofrenda que cada uno puede enviar, en muchos casos se usan objetos “ungidos” por el “ungido siervo de Dios”. Estos objetos o elementos, pueden ser por ejemplo, un tarrito de “aceite ungido”. Con él podrás ungir a tu madre enferma o cualquier otro familiar “¡Y será sana!”. Por supuesto, ellos nunca asumen su responsabilidad por la muerte del enfermo, si no se sana. Eso será, en todo caso, por la falta de fe del que le aplica el aceite o del propio enfermo. (¡Sinvergüenzas!). Otros objetos pueden ser “pañuelos ungidos” que se recomiendan aplicar a los enfermos, con la misma finalidad. También “agua del río Jordán”; pero no al natural, sino “ungida” ya que ha pasado por las manos del “ungido siervo de Dios” que le ha transmitido cierta “virtud”.



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Así que hoy se ha caído en aquello contra lo cual denunciaron y lucharon los reformadores del Siglo XVI. Nos referimos al mercadeo que la Iglesia Católica de entonces hacía con un pueblo ignorante, vendiendo las indulgencias y otorgando un pretendido “perdón de pecados” a los compradores de aquellas. Hoy día los mercaderes de almas siguen estando activos. La “vírgenes” y “santos” que se dejaron atrás con la religión a la cual se renunció, han venido a ocuparla los “siervos-ungidos-hombres-y-mujeres-de-Dios”  que ni son siervos, ni están ungidos. No por el Espíritu de Cristo.



Todos éstos individuos que abusan de las iglesias, son aquellos de los que el fiel predicador David Wilkerson decía: “¡Huid de los que picotean vuestro bolsillo!”. Fue por ese tipo de denuncias que el hermano Wilkerson recibió una maldición por uno de estos falsos, o como los llamó el apóstol Pablo: “obreros fraudulentos”; “cuyo dios es el vientre y cuya gloria es su propia vergüenza, que solo piensan en lo terrenal…” (2ªCo.11.13-15; Filp.3.17-19).



Otro tanto podríamos decir de algunos “cantantes cristianos” que cuando son llamados para organizar lo que ellos llaman “conciertos de adoración y alabanza”, lo primero que hablan es de su caché; de los miles de dólares o euros que cobrarán, de la categoría del hotel donde exigen ser alojados, de la marca de agua que quieren usar y… pare usted de contar. Ese es otro tipo de mercadeo que usa de la alabanza y la adoración a Dios de forma inadecuada e inaceptable. Afortunadamente no todos son así y los hay muy dignos que lo hacen de otra manera, glorificando al Señor con sus vidas y ministerios. Lo cual es un motivo para dar gracias al Señor por ellos.



Pero a la luz de lo dicho hasta aquí, uno lee algunos pasajes del Nuevo Testamento, incluidas las palabras de Jesús (S.Mt.7.15-19) y no nos cabe duda de que los escritores escribieron no solo para aquel tiempo sino para el pueblo de Dios de todos los tiempos. Y sabemos que por encima de cada autor de dichos escritos, estaba el Espíritu Santo inspirándolos. De ahí que las palabras del Apóstol Pedro –entre otros- sean tan actuales:



“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente  herejías destructoras (…) y en su avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. El juicio pronunciado sobre ellos hace tiempo no se tarda, y su perdición no se duerme.” (2P.2.1-3)



Hay pues, una gran responsabilidad de parte de todos los que hemos sido llamados al ministerio de la enseñanza de la Palabra de Dios con la finalidad de enseñar, exhortar, consolar y edificar al pueblo de Dios bajo nuestro cuidado y en la forma que Él nos ha enseñado en su bendita Palabra.



Que Él nos ayude.


 

 


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