La tolerancia en el encuentro de culturas no surge de la pérdida de definición y consistencia de nuestra cultura europea, sino de su refuerzo desde sus raíces cristianas.
‘Vota con criterio’ es un documento con diez temas que se presenta en formato PDF y en descarga gratuita en la web de la Alianza Evangélica Española. En esta sección presentaremos un resumen de cada uno de sus capítulos, animando a su lectura completa.
España es uno de los países más euro-entusiastas, pero la mayoría de los españoles tienen una visión de la Unión Europea (UE) como algo lejano, en lo que no tienen capacidad de decisión y que les afecta de forma no tan directa como lo hacen las decisiones políticas dentro de España.
Lo cierto es que más de 3/4 de las decisiones que afectan a la vida del país se toman en las instituciones europeas. ¿Sabe usted cómo se llevan a cabo?
La UE tiene tres instituciones fundamentales:
La Comisión Europea. No se elige por votación democrática de la ciudadanía, sino por acuerdos políticos (¿podríamos decir que por cooptación?) respetando equilibrios de proporcionalidad y poder político entre los diferentes países. Consecuentemente, no rinde cuentas ante la ciudadanía europea, sino ante quienes la eligieron.
El Consejo de la Unión Europea, en el que están representados los diferentes gobiernos nacionales. Podemos decir entonces que su representatividad es mediada, a través de los gobiernos que fueron elegidos por los ciudadanos.
El Parlamento Europeo: Es la única de las tres instituciones que es elegida directamente por los ciudadanos; se ha propuesto que las circunscripciones de elección estén más pegadas al electorado, por territorios.
[destacate]Hay un alejamiento entre el poder político europeo y la ciudadanía[/destacate]Las normativas se aprueban por un sistema algo complejo de integración de la voluntad de las tres instituciones1. Las decisiones trascendentales requieren unanimidad de los estados-miembro, aunque se está proponiendo que en algunas áreas esta unanimidad se sustituya por una mayoría cualificada.
Con estos datos podemos concluir que hay un alejamiento entre el poder político europeo y la ciudadanía, y esto explica en parte el euroescepticismo que vemos en amplias capas de la población continental.
Algunos aducen que gobernar un conjunto de países tan amplio podría justificar mecanismos de decisión alejados de la ciudadanía como este, pero lo cierto es que, aún así, la UE es lenta, dubitativa y poco resuelta a la hora de fijar posiciones.
Esta falta de definición parte de la propia forma en la que se constituyó la UE. Es cierto que sus primeros promotores, Schuman, Monnet, de Gasperi y Adenauer, tenían en mente un modelo de encuentro de pueblos con un proyecto político común, pero la construcción de la UE no empezó por ese modelo, sino por el de la convergencia económica: Se pensaba que, si Alemania y Francia compartían la producción de carbón y acero, no se embarcarían en nuevas guerras; nació así el antecedente de la UE, la CECA.
Desde la concertación económica se fue progresando hasta la unión monetaria y la conformación de las entidades políticas comunes, pero la base fue económica y la unión política fue casi un subproducto. Esto explica el déficit de proyecto común que se percibe en la UE y la falta de definición de su lugar en el mundo, que se traduce en las dificultades para construir una política exterior común.
[destacate]El euroescepticismo se explica por un déficit de proyecto común europeo[/destacate]En este camino no se ha dado respuesta a una pregunta básica: ¿Qué tipo de proyecto común queremos construir? Y no se puede responder bien a esa pregunta mientras se siga pensando en la UE nada más que como un espacio económico, financiero y fiscal común. Para construir un proyecto europeo sólido y con recorrido hay que responder a la cuestión de las identidades de los pueblos de Europa y su integración para definir la entidad común. Algunas claves las encontramos en el capítulo de “Articulación Territorial” de Jaume Llenas en esta misma edición de “Vota con criterio”.
El euroescepticismo no mengua y, por mucho que se quiera, no se puede explicar por razones económicas de pura defensa de intereses económicos nacionales. Es cierto que estos argumentos se utilizaron en el Brexit o en el “No” de Irlanda al Acuerdo de Lisboa, pero en la mayoría de los casos estas razones no son las principales; las principales tienen que ver con cuestiones de identidad y soberanía nacionales, y a estas razones no pueden dar respuesta los argumentos de la burocracia de Bruselas o del Banco Central Europeo.
No hay duda de que hay organizaciones políticas que “huelen” ese hueco y lo aprovechan para lograr adhesiones, pero sería poco sabio desconsiderar la relevancia de las cuestiones de identidad y soberanía por la mera razón de que es utilizada en beneficio propio por partidos populistas. Lo sabio es abordar el tema, no cerrar los ojos y, si se cree que se tiene una mejor respuesta que la que esas organizaciones populistas ofrecen, presentarla.
Aparcar el tema diciendo que es cosa de la extrema derecha es una notable insensatez, porque aflorará una y otra vez si no lo sacamos de la simple descalificación y lo evaluamos con seriedad. Fíjense: Todo el movimiento de recuperación de la democracia y las libertades en Europa del Este en los años 80 estuvo sólidamente asentado en una fuerte reivindicación identitaria, y eso nada tenía que ver con la extrema derecha, era transversal. Recuerdo así un húngaro que, hablando del imperio soviético, me dijo: “Nos derrotaron, pero no nos aplastaron, y volvimos a resurgir como país”. Reparemos también en que en España la extrema derecha es la que con más vehemencia rechaza el debate de las identidades y amenaza con ilegalizar los partidos nacionalistas.
Por favor, démosle la solución que nos parezca mejor, pero no liquidemos esta cuestión con meras descalificaciones. Aquí hay más que populismo y extrema derecha, aquí hay una confrontación de identidades sobre la que los evangélicos deberíamos saber hacer análisis más profundos y propuestas más constructivas y apoyadas en la Palabra, en vez de contentarnos con los mismos lugares comunes y caricaturizaciones de los demás.
La UE está cometiendo este mismo error: Ante las reivindicaciones de soberanía nacional, de derecho a decidir el camino de su nación por parte de países como Polonia o Hungría sin que lo tutele la UE y el lobby LGTBI, la UE no responde con un modelo mejor, con un mejor paradigma, con un proyecto colectivo mejor, con un argumentario fundamentado en un ideal colectivo europeo; responde con lo único de lo que sabe hablar, de economía, amenazando con restricciones económicas. El euroescepticismo no se combate con amenazas económicas; se debe analizar, investigar qué es lo que estamos haciendo mal y abrir el debate sobre el modelo de construcción europea.
[destacate]Europa no sería un espacio de libertades sin el protestantismo, pero la referencia permanente de ese espacio está siendo la Ideología de Género[/destacate]Es curioso que algunos de los países liberados del imperio ruso ven en la UE un proyecto atractivo y bien definido. Temo que podríamos decir lo mismo que Ángel Hernández en su capítulo de “Inmigración” de este documento: La Europa que ellos quieren ver es un sueño inexistente; hay que llenarlo de contenido, de identidad, de proyecto común construido en un debate abierto en el que no se excluye a nadie. Y en ese debate los cristianos hemos venido siendo cada vez más activamente excluidos2, cuando Europa no sería nada sin el cristianismo, y muy específicamente no sería un espacio de libertad y progreso sin el protestantismo.
El discurso sobre ese espacio de libertades que pretende ser Europa está devaluado y su referencia permanente es la Ideología de Género. Las libertades fundamentales que generaron ese espacio de sociedad moderna que fue Europa, como la de conciencia y la de expresión, se condicionan humillantemente al código de la Agenda LGTBI, a una nueva “ortodoxia” tan inapelable como aburrida que nos devuelve en su dogmatismo a la Edad Media y a Trento.
Además, la UE intenta imponer esa Agenda en sus relaciones con terceros países, como los de Latinoamérica. En una nueva forma de colonialismo, los chantajea condicionando la ayuda financiera a la implantación de legislación sometida a esa Agenda.
Europa sí ha ofrecido un modelo de desarrollo al mundo basado en el respeto al medio ambiente, y eso hay que destacarlo, pero incluso en esto han aparecido ramalazos de dogmatismo, como en la normativa que limita un tipo de pesca para preservar corales y esponjas, mientras deja sin sustento a miles de pescadores.3
[destacate]La UE articuló una respuesta contundente frente a la invasión de Ucrania[/destacate]La invasión de Ucrania por parte de Rusia, un hecho dramático, supuso un acicate para la UE, que por fin definió su posición sin dudar y articuló una respuesta contundente, clara y uniforme (algunos gobiernos reticentes, como el de Hungría, no dejaron de condenar esa invasión). Esa respuesta se mantiene en el tiempo y es ciertamente necesario que así sea porque la propia supervivencia de Europa y de su modelo de sociedad pueden estar en juego.
Pero Europa se está haciendo vieja, vieja en su falta de vitalidad, de impulso espiritual para ser un referente de autoridad moral en el mundo, en su falta de definición de un proyecto colectivo, su incapacidad para producir modelo común más allá de la creación de un espacio económico-financiero. Pero se está volviendo vieja literalmente, con una pirámide de población cada vez más invertida; Europa elimina a sus hijos con el aborto ampliamente extendido (en Dinamarca ya no nacen niños con síndrome de Down, no por avances médicos, sino porque los eliminan antes de nacer) y se vuelve vieja. Los 100.000 nacimientos anuales que España necesita para mantener el equilibrio de la pirámide poblacional los elimina con esa misma cifra de abortos.
[destacate]Europa se está volviendo vieja demográficamente y por su incapacidad para producir un modelo común[/destacate]Como indica Marc Correa en su capítulo sobre “Política Fiscal”, aumenta el número de pensionistas y decrece el de cotizantes. Y en estas circunstancias la única vía de que disponemos para reponer población es la llegada de inmigrantes, como explica Ángel Hernández en su capítulo sobre “Inmigración”. Esto genera problemas de integración, derivados del desencuentro de códigos de valores, y otra vez surge aquí la cuestión de las identidades. Europa podría procesar mejor estos problemas si recuperase sus propias raíces; la tolerancia en el encuentro de culturas no surge de la pérdida de definición y consistencia de nuestra cultura europea, sino de su refuerzo desde sus raíces cristianas, en las que están bien definidos el diálogo y la tolerancia mutua, no desde el relativismo y la debilidad de criterios, sino desde la consistencia y la fortaleza.
Nuestra mirada a Europa viene muy condicionada por nuestra escatología. Hay dos tendencias que, en mi criterio, nos inhabilitan para ejercer nuestra función de sal y luz en medio de Europa:
Algunos hermanos tienden a vincular todas las iniciativas de agrupación de proyectos nacionales con la imagen del Anticristo y la Bestia del Apocalipsis. Fueron así notables los esfuerzos de algunos por identificar las naciones integradas en la UE con la Bestia por el número de sus cabezas; al ir adhiriéndose nuevos miembros tuvieron que recurrir también a los cuernos, pero cuando se llegó a 27 países, ya no hubo numerología que lo soportase.
Lo que el Apocalipsis delata no es la agrupación de los diversos pueblos; de hecho, la imagen del cumplimiento del Reino de Dios se asocia a un entendimiento mutuo y convivencia enriquecedora entre las naciones: En la ONU hay una escultura con el texto de Is 2.4: “Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.” Lo que el Apocalipsis condena es la unión de las naciones impuesta a través de un poder totalitario, que exige un sometimiento absoluto, como vemos en el establecimiento de la marca de la Bestia en Apo 13.16-17.
[destacate]La Biblia no condena las alianzas de naciones, sino el acaparamiento incontrolado del poder[/destacate]La Biblia no condena las alianzas de naciones y el entendimiento mutuo; lo que condena es el acaparamiento incontrolado del poder; lo vemos claramente en las advertencias de Samuel a Israel cuando pidieron rey (1S 8.10-18). Justamente esa tendencia al autoritarismo es lo que como evangélicos debemos identificar y denunciar en la política europea en cualquier momento de su historia; es por eso que debemos denunciar la imposición dogmática de la Agenda LGTBI así como otras derivas más sutiles, como la falta de rendición de cuentas de instancias de gobierno común o su lejanía con respecto a la ciudadanía.
Por nuestra mentalidad bíblica los evangélicos siempre fuimos partidarios de la concertación a partir de la diversidad, la descentralización del poder y el modelo federal. No es mala la alianza de los pueblos, lo que es malo es el acaparamiento de poder sin contrapesos. Es buena la Unión Europea, pero lo es si sigue el modelo de descentralización y control democrático del poder.
En segundo lugar, muchos hermanos, cuando leen 2Pe 3, se quedan en el v. 7 y les entusiasma el 10, pero no se dan cuenta de que el verdadero final de la historia no es este, sino el v. 13: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. Como evangélicos no debemos retirarnos como plañideras horrorizadas del camino que está tomando Europa; de hecho, es lo que muchos están esperando que hagamos, que saquemos nuestra fe de la vida pública y la encerremos en nuestra devoción privada. Pero tenemos un mensaje revitalizador que ya demostró en el pasado su poder transformador de pueblos y sistemas sociales, políticos y económicos: La Reforma protestante transformó en pocas décadas la Europa del norte y la convirtió en la parte más avanzada del continente; aún hoy persisten los efectos de ese movimiento renovador, que han permitido crear un espacio de libertades, progreso y democracia.
[destacate]Europa necesita “un avivamiento de la fe cristiana que empezará a formar una nueva sociedad europea sobre las devastaciones y ruinas del pasado”[/destacate]No debemos dejarnos aplastar por el escepticismo, no debemos dejarnos conducir por esa corriente escatológica que nos lleva a mirar a Europa desde nuestra montaña de marfil como Jonás a Nínive, esperando su destrucción, convencidos de que cuanto peor, mejor. Al contrario, como proclama José Hutter,4 “no nos resignemos”, Europa necesita “un avivamiento de la fe cristiana que empezará a formar una nueva sociedad europea sobre las devastaciones y ruinas del pasado […] En medio de una situación así, los cristianos somos llamados a actuar, porque no hay otros que puedan hacerlo con las mismas garantías”.
Hutter continúa: “Aquellos que dudan que en el futuro esto no será posible deberían estudiar bien el pasado”. En momentos oscuros de Europa como el actual, Dios le concedió un nuevo despertar con movimientos como la Reforma del s. XVI o los avivamientos del metodismo y los del s. XIX. Debemos levantar nuestra cabeza y mirar más allá, orando y trabajando para que Dios le conceda a esta Europa que se está muriendo de vieja un nuevo rejuvenecimiento con la reapertura de su corazón colectivo a la Biblia. Cuando estaban quemando a nuestro hermano Jan Hus en Constanza, dijo: “Vas a asar un ganso5,pero dentro de un siglo te encontrarás con un cisne que no podrás asar”, y así sucedió con la llegada de la Reforma. Sus asesinos tiraron sus cenizas al lago, pero sus seguidores vinieron de noche, escarbaron en la tierra y rescataron sus restos quemados para llevarlos a Praga. Escarbemos hoy en las cenizas de Europa para reencontrar y dar nueva vida a lo mejor de su alma.
Además de un espacio común económico-financiero, ¿Qué es la UE para usted?
¿Cómo se debe articular la soberanía de las naciones con la soberanía europea compartida?
¿Qué mecanismos propone para acercar las instituciones de gobierno europeas a la ciudadanía?
¿Qué mecanismos propone para que la Comisión Europea implemente rendición de cuentas a la ciudadanía?
¿Qué lugar ocupa, en su perspectiva, la libertad de conciencia y de expresión en el espacio de libertades europeo?
¿Qué lugar ocupa, en su perspectiva, la cosmovisión cristiana en la construcción europea?
Xesús Manuel Suárez García es médico endocrinólogo y estético.
Secretario general de la Alianza Evangélica Española, coordina su Comisión de Participación en la Vida Pública.
Coordinador del Centro de Estudios del Congreso Iberoamericano por la Vida y la Familia.
Fue miembro del Comité Ejecutivo de los GBU.
Notas
1 https://european-union.europa.eu/institutions-law-budget/law/how-eu-policy-decided_es
2 Es significativo que la referencia al cristianismo como fundamento de la cultura europea fue intencionadamente excluida de la redacción de la fallida Constitución europea.
3 https://www.infolibre.es/medioambiente/pescadores-advierten-limitacion-ue-pesca-fondo-impacta-fauna-marina_1_1337390.html
4 https://protestantedigital.com/teologia/66315/post-tenebras-lux
5 “Hus”, su apellido, quiere decir en checo “ganso”
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