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Las enseñanzas de Jesús en los escritos de Pablo

En el apóstol Pablo tanto la persona de Jesús como sus enseñanzas están desarrolladas de tal manera que, sin ellas, los evangelios se nos quedan inconclusos.

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 19 DE JULIO DE 2023 13:30 h
Imagen de [link]Ioann-Mark Kuznietsov[/link] en Unsplash.

Al hablar de la unidad teológica de las enseñanzas de Jesús con las de los demás apóstoles, sobre todo las del apóstol Pablo, hemos de afirmar que aunque algunos teólogos hablan de contradicciones entre Pablo y el Señor Jesús, tales afirmaciones no son ciertas.



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Más todavía, en el apóstol Pablo tanto la persona de Jesús como sus enseñanzas están desarrolladas de tal manera que, sin ellas, los evangelios se nos quedan inconclusos. Esta declaración que pudiera parecer a algunos un disparate, dado que se pudiera interpretar como poner a Pablo al nivel de Jesús ¡nada más lejos de la realidad! La razón de nuestra firmación hemos de encontrarla en la misma experiencia de Pablo y su llamado, los cuale obedecieron a sola soberanía de Dios.



Cuando Saulo vió al Señor en el camino de Damasco, eso no fue debido que Pablo buscara al Señor. Fue Él quien le apareció, le ministró a través de Ananías, y le encomendó una misión (Hch.9.1-17). Por tanto, no fue Saulo de Tarso/Pablo, sino la acción soberana del Señor sobre su vida. Luego  tuvieron que pasar algunos años antes de que comenzara su ministerio apostólico, y durante todo ese tiempo él recibió no solo el Evangelio de forma directa del Señor, pero además mucho de lo relacionado con el significado teológico del mismo. De ahí que en varias ocasiones él dijera que a él le había sido dado el ministerio de “anunciar y aclarar/enseñar a todos…” acerca de ese “misterio” (Gál.1.11-12; Ef.3.7-9; Col.1.25-29). Y dicho ministerio –con el “misterio” revelado- fue confirmado por los demás apóstoles que habían sido antes que él. De hecho, cuando Pablo fue a Jerusalén a ver a los apóstoles para contrastar su evangelio con el de ellos, él escribió: “A mí, pues, los de reputación nada nuevo me enseñaron” (ver Gál.1.11-12 con 2.1-10). No era una cuestión de orgullo sino de confirmación.



Las aparentes contradicciones son solo eso, “aparentes”. Es decir, la consecuencia de un acercamiento a ambas figuras –Jesús y Pablo- condicionado por una determinada teología ajena al Nuevo Testamento. Por otra parte, en el “buen y sincero deseo” de exaltar la figura de Jesús, se cae en aquello que no se quiere y es rebajar al Señor Jesús mismo, pues cuanto dijo el apóstol Pablo acerca de Jesús y “todo el consejo de Dios” que él predicó (Hch.20.27) no lo dijo por su propia cuenta sino que, al estilo de los antiguos profetas –aunque con más luz que aquellos- “habló siendo inspirado/impulsado/movido por el Espíritu Santo” (1ªCo.2.10; Gál. 1.11-13; 2ªP.1.20-21). Entonces, no es el mismo Pablo como individuo, sino como apóstol de Jesús, escogido, enviado e inspirado por él Espíritu de Cristo para predicar y enseñar su Palabra. (Ef.3.7-9; Col.1.25-29). A continuación expondremos algunos ejemplos:



1.- En relación con la divinidad de Jesús. El apóstol Juan presentó a Jesús como el Verbo que era Dios encarnado y el creador de todas las cosas: J.1.1-3,14,18; 6.68-69. Pablo, de acuerdo a la revelación recibida, presenta a Jesús el Cristo, como “la imagen del Dios invisible”, el creador de todas las cosas y “en quien habita corporalmente, toda la plenitud de la Deidad” (Col.1.15-17; 2.9). También hizo referencia a su humanidad, con propósitos redentores (1ªTi.2.5-6; Tito 2.1, con Mr.10.45).



2.- En relación con el discipulado. ¿Cómo no ver el principio del discipulado radical que demandó Jesús de sus seguidores, en las siguientes palabras de Pablo?: “Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mi” (Gál.2.20). Si comparamos esa declaración con estas palabras de Jesús: “El que quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”, vemos que Pablo había entendido bien lo que significaba seguir y servir a su Señor y Maestro (Mt.16.24) por el cual estaba “entregado a muerte” de forma constante. (2Co.4.7-12). El mismo principio lo enseñó el apóstol Pablo, y rige para todo creyente en Cristo Jesús. (Ver, Ro.12.1-2).



3.- En relación con la persona del Espíritu Santo. El Señor habló y prometió a sus discípulos la venida del Espíritu Santo, con propósitos didácticos; de poder para la vida y el testimonio; de guía, de iluminación, etc. Y toda esa enseñanza la desarrolló el apóstol Pablo, más que ningún otro apóstol, en Romanos 8, además de otros lugares (Gál.4.6; 5.22-23; Tito,3.5-6).



4.- En relación con las enseñanzas de Jesús sobre el Sermón del Monte. El apóstol Pablo hace referencias múltiples a las enseñanzas del Sermón del Monte sin haber estado presente cuando el Señor las enseñó.



           a. Pablo hace referencia a la humildad, a sufrir con los que sufren, a gozar con los que se gozan y a amar y bendecir incluso a los enemigos (Ro.12.17-21). ¿No están recogidos estos principios en la llamada “regla de oro” del amor supremo, establecida por el Señor? (S. Mt.5.38-44).



           b. Pablo también escribió sobre el matrimonio y el divorcio, sin apartarse un ápice de lo enseñado por el Señor Jesús en el Sermón del Monte y en otras ocasiones; pero añadiendo algunos aspectos de los cuales no habló Jesús, dado que el contexto de Pablo era totalmente diferente. (Mt.5.31-32; Mr.10.1-12 con 1ªCo.7.1-16).



          c. Por otra parte, el apóstol Pablo enseñó otro principio que aparece en el Sermón del Monte al cual  califica como el “sufrir el agravio”. Algunos creyentes de Corinto solían acudir a la justicia mundana a solucionar sus conflictos entre ellos, dando así un pésimo testimonio, dado que los creyentes serían bien conocidos en la ciudad. Pablo les dice. “¿Acaso no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre los hermanos…?” (1ªCo.6.1-7). Pues al parecer, no lo había. Y el apóstol les escribió que, aun en el caso de que no hubiera alguien en la iglesia que pudiera mediar para solucionar el pleito, antes de dar un mal testimonio ante el mundo, les lanzó una propuesta en forma de pregunta: “¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no  sufrís más bien el ser defraudados? (1ªCo.6.7). Eso puede sonar a injusticia. Que un creyente tenga que sufrir de alguien (¡y menos de un hermano en la fe!) el ser defraudado. Sin embargo, Pablo está aplicando aquí también, la máxima de Jesús expuesta en el Sermón del Monte y que también estaba dentro de lo que se conoce como “la regla de oro”: “Y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa” (Mt.5.38-42). ¿Pero de verdad hoy día estaríamos dispuestos a “sufrir el agravio” o, como se suele decir, “tragarnos el sapo”, a fin de que “no sufra el testimonio”? Lo dudo mucho. Y yo mismo me pongo a reflexionar sobre ello. Por tanto,  no parece que el apóstol Pablo ignorara las enseñanzas de Jesús.



5.- En relación a la teología del Nuevo Pacto. Es necesario preguntarse ¿quién llevó a Pablo a la comprensión de que todo el Antiguo Testamento tenía su cumplimiento en la persona de Jesús de Nazaret, con todo cuanto eso implicaba?  ¿Cómo era posible que aquel rabino judío “celoso de las tradiciones de los padres” –más que otros muchos- (Gál.1.14) que odiaba a Jesús y a sus seguidores, llegara  a la conclusión de que todo el sistema religioso judaico, era “sombra de lo que había de venir”, y que todo aquello concluía con la venida, muerte, resurrección y exaltación del Mesías, el Señor Jesús? (Col.2.16-17; Ro.10.1-3). ¿No coinciden estas palabras también con las dichas por Jesús a la mujer samaritana, respecto de que había llegado la hora de que Jerusalén no sería más el lugar de adoración, con todo cuanto eso significaba? (J.4.21-24).  Esto también confirmaría que todo lo que tenía que ver con el Evangelio de Jesucristo, a Pablo  le fue revelado por el Señor,  llegando a formar parte de “todo el consejo de Dios” que él predicaba (Hc.20.27). No era “otro Evangelio”, como algunos “teólogos” dicen, sino el mismo Evangelio de Jesús (Gál.1.11-12-16; 1ªCo.4.1; Ef.3.6-9). A menos que neguemos las evidencias.



6.- En relación con la naturaleza del corazón del ser humano. Por otra parte, Jesús habló del corazón del ser humano, de donde salen todo tipo de maldades (Mr.7.20-23). Y Pablo, sin contradecir esa verdad, la desarrolla echando mano de las Escrituras del Antiguo Testamento; o sea de la misma revelación que él había recibido tocante a esa verdad, además de su propia experiencia, llegando a verse a sí mismo como “el primero de los pecadores” (1ªTi.1.15). Y lo hace con aquella contundente declaración y lo que hay entretejido en la propia naturaleza caída de todos los seres humanos, sin excepción. La descripción que hace en Romanos 3.10-23, no es sino la expresión de la realidad del corazón humano, del cual salen todas aquellas “maldades” de las cuales habló Jesús y que  Pablo calificó como “las obras de la carne” (Gál.5.19-21)



¿Será que a partir de ahí y habiendo recibido el apóstol Pablo la verdadera luz a la solución del problema del pecado, expone “todo el consejo de Dios”? ¿O más bien se dedicó a especular sobre el tema y ofreció una serie de soluciones que, al final son solo el resultado de sus “especulaciones” que, como dirían hoy algunos teólogos, “no es necesario que creamos”? Pues tal parece que sí, que sería mejor dejar a un lado conceptos como “redención”, “propiciación”, “expiación”, “justificación”, etc. Términos que estaban tan arraigados en la mente de los autores bíblicos dado que eran judíos, pero que “nosotros no debemos aceptar”.



8.- En relación con los pobres y los necesitados. No podemos ignorar que Jesús se preocupó por los pobres y necesitados y así lo demostró con obras.  Por tanto, la Iglesia Primitiva también se preocupó por los pobres, viviendo un verdadero comunismo voluntario (Hch.2.43-47; 4.32-37; 6.1-7)  que nada tiene que ver con el comunismo que ha querido implantarse muchos siglos después a sangre y fuego, persecución, torturas y muerte de millones y millones de personas. Pero también se preocupó por los pobres el apóstol Pablo. Las referencias a los pobres, por su parte, son muchas:



a. En primer lugar, comienza con su ejemplo: “En todo os he enseñado que, trabajando así, (no como los modernos ‘apóstoles y pastores de la prosperidad’) se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: ‘Mas bienaventurado es dar que recibir’ (Hch.20.33-35. Las cursivas son mías).



b. Continua el apóstol Pablo con su enseñanza a todos los creyentes, para que en las iglesias se atiendan las necesidades de los que eran pobres; y lo hace a través de sus cartas (Gál.6.10; Ef.4.28); incluso orienta para que se organicen ayudas-permanentes de cara a las viudas necesitadas (1ªTi.5.5-16)



c. De igual manera, el apóstol Pablo enseñaba en las iglesias a preocuparse por los pobres, más allá de los que había en cada iglesia. De ahí su trabajo para recaudar fondos, a fin de atender a los necesitados como consecuencia de hambrunas o por otras causas, en otros lugares. (Hch.11.27-30; 15.25-27; 1ªCo.16.1-4; 2ªCo.8 y 9).



d. De forma natural y sin exigencias, el apóstol Pablo estableció el “principio de igualdad” a través del compartir con generosidad con los necesitados. (2ªCo.8.9-14). Es  muy posible que Pablo haya sido testigo de lo que la iglesia había hecho en Jerusalén, de cómo habían tratado a los pobres y del “banco de asistencia” permanente que habían fundado y organizado, para ayudar a todas las viudas de la comunidad (Hch.2.43-47; 4.32-35; 6.1-6).



9.- En relación con la responsabilidad del cumplimiento de la Gran Comisión.   El apóstol Pablo entendió perfectamente, junto a los otros apóstoles, la importancia del cumplimiento de la Gran Comisión. Y eso no fue porque lo había oído de otros. Sencillamente, Pablo vio al Señor en el camino de Damasco y fue comisionado por él para predicar el Evangelio. Y durante toda su vida, desde su conversión y llamado hasta el final de sus días, fue fiel al cumplimiento de la Gran Comisión que le había sido encomendada. (Ver, Hch.9.15-20; 22.17-21; 26.15-18; Ef.3.7-9; 1Ti.1.12-16;  2ªTi.4.16-18).



10.- En relación con el tema principal de la predicación de Pablo. No hay contradicción tampoco, en cuanto al tema de la predicación de Jesús y la que Pablo llevó a cabo en todos los lugares que visitó. Jesús predicó sobre el reino de Dios y el arrepentimiento y la fe  como condición indispensable para entrar en él (Mr.1.14-15) El apóstol  Pablo hizo lo mismo; y como botón de muestra tenemos los tres años que estuvo en la ciudad de Efeso dando cumplimiento a eso mismo (Hch.19.8-10; 20.20-21,25,31).



11.- En relación con la Segunda Venida de Cristo. Jesús habló de que regresaría otra vez en majestad y gloria al final de la historia, para recoger a su pueblo y hacer juicio, (Mt.25.31-45). El apóstol Pablo, por su parte, también desarrolla esta verdad sobre la segunda venida del Señor Jesús; lo cual hace en 1ªCot. 15;  en, 1ª y 2ª Carta a los Tesalonicenses y 1Ti.6.14-16.



Concluimos diciendo que las enseñanzas de Jesús y las del apóstol Pablo, no son diferentes. Son las mismas. En el tiempo después de la Ascensión del Señor Jesús a los cielos y con la venida del Espíritu Santo, hubo un proceso en la comprensión teológica de todo lo relacionado con la persona de Jesús, sus enseñanzas, su obra redentora por su muerte y resurrección, su ascención a los cielos y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Y en ese proceso intervino la acción reveladora e iluminadora del Espíritu Santo, de acuerdo a la promesa del Señor, en relación con ese ministerio (Ver, J.Cps.14-16, con Hch. 15.28; 1ªCo.2.10; Ef.3.5).



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Ignorar esa realidad, es negar el testimonio del mismo Señor respecto de su presencia y acción por su Espíritu en aquellos que Él había elegido, a fin de que conocieran “todo el consejo de Dios” (Hch.20.27). Además, ningún experto ni erudito por mucho que lo sean, tienen la menor idea de todo cuanto el Señor aclaró y añadió durante los “40 días que se apareció a los discípulos… -después de su resurrección- hablándoles acerca del reino de Dios” (Hch.1.1-3). Cosas que antes de su muerte y resurrección no podía compartirles, porque no estaban preparados para entenderlas (Ver, J.16.12-13). Pero en todo caso, haríamos bien en atender a lo que dice Judas en su epístola, acerca de “recordar las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo” (Judas, 3 y 17) en vez de prestar oídos y creer otras voces extrañas que traen más confusión que claridad a la doctrina cristiana. Y eso, por mucha formación teológica que tengan.


 

 


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COMENTARIOS

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Alfredo
23/07/2023
18:08 h
3
 
Estimado Ángel, agradezco su sincera respuesta. Los Padres dijeron cosas que para nada eran acordes con las deducciones, percepciones y opiniones teológicas de Calvino. La tradición teológica calvinista hay que tenerla en cuenta, pero nunca cometer el error de equipararla con la Escritura. Contradecir a Calvino no significa contradecir a la Escritura.
 

Alfredo
20/07/2023
11:53 h
1
 
"Ningún experto ni erudito...tienen la menor idea de todo cuanto el Señor aclaró y añadió durante los '40 días que se apareció a los discípulos..." Es verdad, pero ¿los escritos de los Padres de la Iglesia primitiva ,de los primeros cristianos con cierta reputación no nos dan señales para leer correctamente la Escritura?
 
Respondiendo a Alfredo

21/07/2023
07:34 h
2
 
Estimado Alfredo: Como bien decía Calvino, "Los Padres de la Iglesia dijeron cosas muy importantes, pero también dijeron cosas que para nada eran acordes con la Escritura". Así que al considerar sus testimonios, es bueno tener en cuenta que la Escritura siempre determinará si estaban equivocados o no. "La tradición" hay que tenerla en cuenta, pero nunca ponerla al nivel de autoridad de la Escritura. Saludos. (Ángel Bea)
 



 
 
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