Vamos a enfocarnos en algunas verdades que deben de formar parte de la expectativa por un despertar espiritual.
Creo que nadie niega que necesitamos desesperadamente un avivamiento enviado por el Cielo en nuestras iglesias. Pero no está disponible a nuestra discreción y voluntad. No hay una lista de condiciones previas por cumplir para que acontezca. No existe un procedimiento pragmático de los “10 pasos para que venga un avivamiento”.
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Debemos tener siempre presente que un avivamiento es una obra divina, no humana. Ocurre en el momento menos esperado, pero siempre está ligado a la soberana voluntad de Dios y a su Palabra.
En los últimos dos artículos hablamos de algunos factores que nos permiten distinguir entre lo auténtico de un avivamiento y una imitación barata. Ahora vamos a enfocarnos en algunas verdades que deben de formar parte de la expectativa por un despertar espiritual del cristiano individual.
Existe una carta en el Nuevo Testamento que nos demuestra el caso trágico de una iglesia que estaba muy contenta consigo misma y creía que todo estaba bien. Sin embargo, Jesucristo lo veía de otra manera. Después de evaluarla, el Maestro le certificó un suspenso sonado. Se trata de la iglesia en Laodicea. Lo trágico del caso se esconde detrás de la incapacidad de Laodicea de ver el problema. Los creyentes estaban muy contentos de cómo iban las cosas. En Apocalipsis 3:14-22 leemos la correspondiente carta de Jesucristo. El autoanálisis de ellos se resume en una frase: “… de ninguna cosa tengo necesidad”. Imposible estar más equivocado.
Pero su Señor discrepó y le certifica: “Eres desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Creo que el consejo de iglesia al recibir la carta de su Jefe, durmió mal en aquella noche.
La iglesia de Laodicea andaba mal. Pero lejos de reconocerlo, pensaba que todo iba bien. En otras palabras: ya en el siglo I había iglesias que fallaron a la hora de ver la necesidad de un avivamiento. En esto están en la misma línea con la gran mayoría de las iglesias hoy existentes que en los ojos de sus comités de liderazgo “van bien, dentro de lo que cabe”. Los de Laodicea se habían vuelto complacientes, cómodos y lo que es lo más increíble: se habían quedado sin Cristo. Se consideraban abundantemente bendecidos por Dios, pero en realidad a los ojos de Dios estaban espiritualmente pobres, ciegos y débiles. Mucho me temo que en términos generales la Iglesia de nuestros días no es diferente, ya que la misma superficialidad y autoscomplacencia es evidente por todas partes. La "reprensión" debería haber llevado al arrepentimiento (v. 19), pero las palabras de Jesús se encontraron con oídos sordos mientras Él permanecía excluido de la iglesia (20). Celebrar cultos sin Cristo no es una invención de nuestros tiempos.
El avivamiento no se produce por emoción o por decisión de algún comité, sino que se pide, o mejor dicho: se implora en oración. El hecho de que algunos están orando por un avivamiento ya demuestra que Dios está obrando. Cuando Jesucristo dice: "Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis" (Mateo 21:22), el "todo" del texto sin lugar a dudas incluye todo lo que está de acuerdo con la perfecta voluntad de Dios. Por lo tanto, ya que Él no se deleita en la tibieza, el avivamiento es posible y tiene promesas. Sí, es cierto: es Dios quien tiene la última palabra y decide cuándo y dónde este comienza. Pero este motivo de oración debería formar parte de las oraciones diarias del creyente de suplicarle al Señor: “Aviva tu obra hoy” (Hab. 3:2).
En el caso de Laodicea había una serie de áreas donde hacía falta una profunda corrección. Lo más urgente era darse cuenta que no solamente estaban en una condición precaria, sino que Dios era plenamente capaz de cambiar la situación en cualquier momento.
Que Jesucristo está delante de la puerta de nuestro corazón y pide paso cortésmente como un caballero se ha convertido en el tópico más usado del evangelismo. Aunque se ha demostrado mil veces que esta idea está sacada de su contexto y no tiene nada que ver con la proclamación pública del mensaje del evangelio, no hay forma de quitarlo de las predicaciones de un ejército de pastores evangélicos.
La triste verdad es que Jesucristo no está pidiendo paso al corazón del pecador, sino al culto de una iglesia que vive de espaldas a Él. No estamos hablando de conversión, estamos hablando de un avivamiento de una iglesia que ha perdido la comunión con su Señor.
Pero aún así, Jesucristo desea restaurar esta comunión. Nunca es tarde y el poder divino puede restaurar lo que la langosta y el pulgón han comido (Joel 2:25). El daño de los años perdidos puede ser recuperado con creces por una visitación divina.
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No sabemos como al final terminó la historia de la iglesia de Laodicea. Pero queda una verdad evidente: la puerta se abre desde dentro. Cristo no forzará la puerta. No hay un avivamiento forzado. Lo que el Hijo hará en caso de una respuesta negativa es desheredar la iglesia desobediente. La idea detrás de estas palabras dramáticas de Apocalipsis 3:20 es la esperanza que haya un remanente en la iglesia que aún oye la voz del Señor y desea verle de nuevo en medio de los suyos.
Mientras que quedan cristianos que desean esto, hay esperanza. Cristo entra y celebra la Santa Cena con aquel que le abre. Luego todos están invitados a sumarse. Es así como empiezan los avivamientos: a veces una persona es suficiente para que se encienda una chispa que luego se convierte en un fuego que arrasa.
Cuando Dios empieza a obrar, normalmente empieza con el sacrificio de las vacas sagradas. Estas “vacas” puedes ser costumbres establecidas, pero no bíblicas, la comodidad personal y sobre todo la autocomplacencia que tiene su base en la soberbia.
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ése la salvará" (Lucas 9:23-24).
¿Estamos dispuestos a pagar este precio? ¿Cuántos quieren el Cielo pero no están dispuestos a perder la vida por Cristo? ¿Cuántos desean el avivamiento, pero no sacrificando la comodidad de una vida adaptada a las normas que rigen en el mundo? El compromiso con el Señor implica tomar diariamente la cruz y seguirle a donde Él nos guíe. La cruz habla de sacrificio, separación, santificación, sufrimiento y servicio. El coste de seguir a Jesús es alto, porque Él lo exige todo - para darnos infinitamente más a cambio. Un avivamiento no viene barato y tiene un precio que pocos están dispuestos a pagar. Pero aquel que está dispuesto a asumirlo se dará cuenta que recibe la vida en plena esencia.
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Puede que hayamos orado, creído y anhelado. Puede que incluso hayamos dedicado nuestras vidas por ver a Dios obrando, pero nada ha cambiado. Parece que Dios no se mueve. ¿Y ahora qué? ¿Debemos rendirnos, tirar la toalla y volver a la forma mundana e insípida de religión con la que la mayoría está contenta? O, ¿seguimos adelante a pesar de todo?
No olvidemos que es Él quien obra en su momento. Orar con perseverancia es señal de sinceridad. La respuesta no será instantánea. Es posible que nosotros no veamos el cumplimiento de nuestros deseos. Pero otros lo verán -a su debido tiempo.
Hay un versículo en el Antiguo Testamento que nos indica como pocos lo que significa un avivamiento. Se trata de 2 Crónicas 7:14:
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra" .
Esta promesa dio Dios a Salomón y a los israelitas a raíz de la inauguración del templo. Marca desde hace 3000 años el camino por seguir que se caracteriza por una secuencia de elementos: la humillación, es decir: la consciencia de nuestro pecado nos lleva al arrepentimiento que busca al Señor desesperadamente en oración. Por la gracia de Dios, hay una rectificación: en vez de desobedecer, el pueblo de Dios quiere obedecer. Este tipo de oración no caerá en saco roto, sino Dios escuchará y perdonará. Y ahora viene lo más increíble: la tierra es sanada. Los efectos devastadores no solamente son neutralizados, sino que el pueblo de Dios empieza a florecer. ¿Veremos un avivamiento en nuestra generación? Lo deseo con todo mi corazón.
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