En colaboración con otros abogados decidió constituir Amnistía con la intención de combatir las violaciones de los derechos humanos en todos los rincones del mundo.
Escribo estas líneas para recordar a un hombre que consagró su vida a la defensa de los derechos humanos, incluida la libertad religiosa: Peter Benenson, fundador de Amnistía Internacional, murió en Oxford, Inglaterra, el 25 de febrero de 2005. Había cumplido 83 años.
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Conocí a Benenson en el verano de 1961. Aquél fue un año tumultuoso. Un grupo armado secuestra el buque portugués Santa María. En el Congo asesinan a Lubumba. La Unión Soviética lanza a Gagarin camino del espacio extraterrestre. Norteamericanos y cubanos invaden Cuba por las playas de Bahía Cochinos. Asesinan al dictador dominicano Leonidas Trujillo. Muere Gary Cooper. Se suicida Ernesto Hemingway. Aparece ETA en el escenario español. En Berlín se levanta el muro de la vergüenza. Se mata en un misterioso accidente el secretario general de las Naciones Unidas Dag Hammarskjold. Israel ejecuta a Heichmann y una lluvia torrencial inunda Sevilla, afectando a unas 125.000 personas. ¿Quién dijo que cualquier tiempo pasado fue mejor?
Yo viví todo aquel año 1961, de enero a diciembre, en Londres.
Estudiaba inglés y cursos avanzados de periodismo.
Peter Benenson era por entonces un abogado brillante que andaba por los 40 años. Le preocupaba el horror de las prisiones, las torturas, los campos de concentración, los atropellos contra la libertad religiosa. En palabras propias, él y su grupo de colaboradores compartían la convicción expresada por Voltaire: “Detesto tus ideas, pero estoy dispuesto a morir por tu derecho a expresarlas”.
Decidido a pasar a la acción, el 28 de mayo de 1961 publicó en la primera página del importante diario The Observer un artículo con el título Presos olvidados, que, de hecho, constituyó el acta de nacimiento de lo que hoy es Amnistía Internacional. Aquel artículo causó estupor e interés. Otros medios de comunicación pidieron a Benenson que continuara escribiendo en la misma línea.
En colaboración con otros abogados decidió constituir Amnistía con la intención de combatir las violaciones de los derechos humanos en todos los rincones del mundo.
En contra de lo que se ha escrito en libros y periódicos, Amnistía no se fundó en Londres, sino en París, en julio de aquel año, en los salones de conferencias del Hotel Lutetia.
Yo estaba allí. Soy, probablemente, uno de los pocos fundadores de Amnistía todavía vivo.
Peter Benenson me llamó a su despacho en Londres y me pidió que fuera uno de los oradores en la convocatoria fundacional. Creo que contó el hecho de que yo fuera español, aunque españoles exiliados en París los habría encontrado por miles en aquella época. Lo que pocos saben en España es que antes de aquél 1961, Peter Benenson ya había estado activo a favor de los exiliados españoles en Inglaterra por la dictadura de Franco.
Creo que en la elección influyeron más mis campañas de denuncia contra la intolerancia religiosa en España. Desde febrero a junio de aquel año se me entrevistó en tres emisoras de televisión distintas. En una editorial de la conocida Fleet Street, calle de editores y libreros, se estaba imprimiendo la versión inglesa de mi libro En defensa de los protestantes españoles, del que ya se había publicado una edición en Tánger y otra en Barcelona. El editor me dijo que Benenson había tenido conocimiento del libro, pidió copia de las pruebas y solicitó mi dirección.
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Fue así como viajé de Londres a París con todos los gastos pagados, incluida la habitación en el lujoso hotel. Recuerdo a dos de los que hablaron en aquella reunión fundacional: un dominicano que habló de las cárceles del dictador Trujillo, y una señora belga, rellenita, de una elocuencia extraordinaria, quien se refirió al período de la resistencia en la segunda guerra mundial. A mí se me concedieron treinta minutos, que dediqué íntegros al tema de mi libro, la falta de libertad que padecían los protestantes en España y los atropellos contra los derechos de conciencia. Todos hablamos en francés.
El nombre inicial de la organización fundada en París por Peter Benenson fue Amnesty 61- Amnistía 61. El 1 de octubre del año siguiente, 1962, Peter Benenson y Sean MacBride registran los estatutos en Londres con el nuevo nombre, Amnistía Internacional.
En estos 62 años Amnistía Internacional ha realizado una labor ingente en el campo de los derechos humanos. Está instalada en todos los países y es la organización de más prestigio en su género. En 1977 se le concedió el Premio Nóbel de la Paz.
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