El tweet de Dios sobre la oración que él oye

A medida que los telescopios van aumentando su capacidad de alcance, también se va ensanchando nuestra percepción de las dimensiones del universo, que parece no tener fin, y los nuevos mundos que las lentes telescópicas descubren nos deparan insospechadas sorpresas, ya sumadas a las que suscitan los que nos eran más familiares, pero no por ello menos extraordinarios. Si de los planetas de nuestro sistema solar tenemos solamente una ínfima fracción de conocimiento, ¿qué será el que tengamos de tantos objetos que están a distancias descomunales? La admiración es la reacción inmediata ante tal grandeza y los interrogantes se agolpan frente a tanto misterio que está por resolver.

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Pero como alguien en la antigüedad dijo: ‘Estas cosas son sólo los bordes de sus caminos’ (Job 26:14), refiriéndose al Hacedor de todo. Es decir, en comparación con la grandeza del Creador la de la creación es algo insignificante y si en términos humanos consideramos lógico que sea más grande el autor de una obra que la obra misma, no menos lógico resulta deducir que el universo no puede equipararse al que lo hizo. La conclusión entonces sería que si el universo nos es un gran desconocido, mucho más desconocido nos tiene que ser el que lo ha creado. Y si esos mundos distantes están remotos de nosotros, más remoto todavía tiene que estar su Hacedor.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘El Señor está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos.’ (Proverbios 15:29). Efectivamente hay una lejanía de Dios, pero no es por la diferencia entre su grandeza y nuestra pequeñez, sino por la oposición moral entre él y nosotros, una oposición deliberada por nuestra parte. Debido a tal lejanía algunos imaginan que él no existe, del mismo modo que nosotros no reconocemos lo que existe, porque no lo percibimos con nuestros sentidos.

Pero el texto tiene una segunda parte donde afirma que Dios oye la oración de los justos. Esto es verdaderamente asombroso, porque siendo, como somos, meras partículas infinitesimales de existencia, es posible tener comunicación con él. Gracias a la tecnología se puede tener comunicación instantánea con nuestros antípodas, lo cual es un logro a todas luces, pero eso no es nada en comparación con poder hablar con nuestro Creador. Y para ello no hace falta tener que depender de sofisticados artilugios, sino solamente de las palabras que brotan de nuestro corazón. Y si mucha gente, por razones de edad, se ha quedado fuera de sitio en este mundo dominado por la tecnología, nadie queda fuera de lugar en esta posibilidad de poder ponerse en contacto con Dios, sino el que obstinadamente se empeña en no hacerlo.

Qué maravilla es que un morador de esta planeta, que solamente es uno más entre trillones, ¿o será mejor decir cuatrillones o cinquillones o sextillones o...?, pueda tener relación con el que lo hizo todo. Ahora resulta casi imposible, al menos en España, poder tener una cita presencial con un funcionario en ciertos organismos oficiales, porque están desbordados; de hecho, en algunas comunicaciones telefónicas ya no hablas con nadie, sino con un robot. Por supuesto, es impensable que una alta autoridad reciba a cualquiera que desee proponerle alguna cuestión o hacerle alguna petición, lo cual está reservado para los que tienen un nivel igual o parecido al suyo. Pero he aquí, que la más alta autoridad del universo sí oye lo que tengo que decirle, porque le llega lo que le estoy hablando.

Siendo ésta la realidad, ¿cómo voy a ignorar la oración, si resulta ser el acto más importante que hay, en vista de la sublimidad de mi interlocutor? ¿cómo voy a dejarla para atender otras comunicaciones, que no tienen ni punto de comparación en importancia? Y si espero verlo cara a cara un día por toda la eternidad, ¿seré ahora negligente en mi comparecencia ante su presencia? Teniendo, además, en cuenta que cuanto más me dirijo a él y más le invoco, más cerca de su compañía estoy.

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Pero el pasaje dice que la oración que Dios oye es la de los justos y aquí es donde se presenta un imposible, porque ¿quién ostenta esa categoría? Hay tres clases de justicia respecto a Dios. Una es la justicia personal perfecta, la cual nadie tiene ni puede tener, al estar todos corrompidos por el pecado. Otra es la justicia que se puede denominar relativa, que consiste en el reconocimiento de la falta de justicia y en el deseo de obtenerla. Pero hay una tercera, que es la justicia imputada, la cual Dios otorga al que reconoce su pecado y pone su confianza en la muerte de Jesús, la cual tiene valor sustitutivo a favor del que cree en él, produciéndose un intercambio crucial, consistente en que así como Dios contó a Jesús mi pecado, Dios me cuenta a mí la justicia perfecta de Jesús. Entonces soy justo, no por una justicia mía propia, sino por una justicia ajena, la suya.

Por tanto, puedo confiar plenamente en la verdad de este tweet de Dios y saber que mi oración no son palabras dichas al aire, sino que llegan ante el que tiene toda potestad en el cielo y en la tierra.