El tweet de Dios sobre la comunión con él

Un secreto es lo que, por definición, no se comparte con cualquiera, sino sólo con quien se tiene gran afinidad y confianza, de modo que el amigo es la persona en la cual se puede depositar algo tan preciado. El secreto envuelve una importante verdad, cuya confidencia es preciso guardar, pues de otro modo se puede llegar a poner en peligro algo tan delicado como el honor, la seguridad, las posesiones o la vida. El prototipo de amigos en la Biblia es el caso de Jonatán y David, quienes compartieron entre sí un secreto que nadie más conoció. Cuando David constató que Saúl quería matarlo, puso en conocimiento de Jonatán sus temores, que éste consideraba infundados, preparando ambos un plan que dilucidara si tales temores tenían base o no. La comunicación del resultado, que fue según David intuía, se hizo de manera secreta entre los dos, de manera que nadie se enteró de su entendimiento mutuo. De no haber sido porque Jonatán fue un amigo fiel que supo guardar el secreto, la vida de David habría corrido peligro.

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Por eso es tan importante la amistad, porque en ella se encuentra a un confidente al que se puede abrir el corazón, sin temor a ser traicionado. Compartir inquietudes, revelar pensamientos, expresar temores, confesar fracasos, buscar apoyo, encontrar consuelo o confiar interioridades, son algunos de los beneficios de tener un amigo en el que se puede descansar. De ahí que sea tan preciado el valor del amigo y también tan escaso su número, porque, como todo lo valioso, es raro. Naturalmente, la amistad demanda reciprocidad, por lo que el secreto no solamente es algo que va en un solo sentido, sino que circula en ambos. La amistad supone profundidad, lo que contrasta con una mera relación formal, en la que la superficialidad es la nota dominante, de ahí que la amistad suponga seriedad, no en el sentido de hosquedad o severidad, sino de honestidad. Igualmente requiere responsabilidad, mediante la cual se tiene conciencia de la importancia de lo que se tiene entre manos.

Todos tenemos secretos que guardar, pero también tenemos la necesidad de compartirlos con alguien. Hasta las entidades los tienen, como pueden ser las grandes corporaciones y los Estados nacionales. De que sigan siendo secretos depende su integridad y supervivencia, pues en caso de que caigan en manos ajenas la catástrofe puede ser total. Pero al mismo tiempo, con todo lo limitada que pueda ser su divulgación, siempre hay unos pocos que deben conocerlos.

Un caso que está vinculado con el secreto es la intimidad establecida entre dos personas, que están relacionadas de la forma más estrecha que puede haber. Ese caso de intimidad especial se da en el matrimonio, que es el espacio donde el hombre y la mujer entran en una relación única. De tal intimidad es testimonio el Cantar de los cantares, donde esposo y esposa experimentan algo que es estrictamente privado entre los dos, sin que nadie más pueda penetrar en ese recinto. De hecho, las expresiones que se usan para denotar esa intimidad, que no admite a terceros, son ‘huerto cerrado’ y ‘fuente cerrada, fuente sellada’. Ese huerto y esa fuente están protegidos de miradas curiosas y de cualquier intento de intrusión, reservados únicamente para los dos protagonistas de esta bendita intimidad. Una intimidad en la que no hay doblez, ni apariencia, sino que la desnudez, en todo el sentido de la palabra, es la esencia de la relación; una desnudez en la que no hay cabida para lo vergonzoso ni lo perverso, porque se trata de una intimidad ordenada por Dios.

Hay otro caso también que muestra una consonancia entre dos o más personas, de la que están excluidas otras, y es la palabra compañía, cuyo significado procede de pan y quiere decir acción de comer del mismo pan. Dado que el comer es un acto que va más allá de ingerir alimento, pues envuelve un significado social, el hecho de compartir el pan, alimento básico, se convierte en una acción que une a los que participan de ella. De hecho, para que se efectúe tal acción común de comer del mismo pan se requiere que haya una afinidad previa entre los participantes, de la cual los extraños están descartados. De ese modo, los compañeros son los que están unidos por algo importante, que es su nexo de unión.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Porque el Señor abomina al perverso; mas su comunión íntima es con los justos.’ (Proverbios 3:32). La primera parte del pasaje contempla el rechazo de Dios hacia el de caminos retorcidos, pero en la segunda parte se le muestra teniendo una relación que engloba los tres aspectos de amistad, intimidad y compañía. Tres aspectos que pueden resumirse en la palabra comunión. La comunión con Dios supone amistad, en la que existen secretos compartidos, donde mi alma se derrama ante Dios y donde Dios derrama su presencia en mi alma. La comunión con Dios supone intimidad, porque puedo mostrarme ante él como soy, no como quisiera ser o como debiera ser, sino como realmente soy, y a su vez Dios se muestra, tal como él es, en su Palabra. La comunión con Dios supone compañía, porque comparte conmigo el banquete espiritual que ha preparado para mi alimento.

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Amigo, amado y compañero. ¿Cómo puede ser? Porque él ha hecho posible, lo que para mí era imposible.