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Con respecto a la escatología

Medimos la historia de forma lineal y acorde a esta dimensión que llamamos “tiempo”; pero no es así con el Señor que es y trasciende a las dimensiones del tiempo, el espacio y a la misma historia.

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 22 DE MARZO DE 2023 13:57 h
Imagen de [link]Zhu Liang[/link] en Unsplash.

De todos es sabido que la escatología trata de “la doctrina de las últimas cosas”. Cosas que, lógicamente son muchas y que tienen su orden preciso en el acontecer futuro. Entonces, estudiar escatología es importante y por tanto, necesario. Sin embargo siempre me parecieron impertinentes aquellos que pretender saber el orden exacto de “todos” los acontecimientos y que, además, se suelen mostrar con cierta intolerancia con aquellos que no están de acuerdo con ellos; y no solo esos sino también los que, cuando ocurren algunas catástrofes que nos suelen conmover a escala internacional o la corrupción cada vez más generalizada, ya proclaman con bastante seguridad, que “el fin está cerca”: “Esto –dicen- es una señal clarísima de que el Señor viene pronto”.



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Pues, a eso tengo que decir que las catástrofes han existido siempre a lo largo de la Historia, las pandemias y la corrupción moral, también; unas veces más y otras, menos. ¿Y qué decir de las guerras? Igualmente. Lo cierto es que en todo tiempo los creyentes han dicho lo mismo: “El Señor viene pronto”. La misma iglesia del principio estaba convencida de que el Señor vendría en su propia generación y que sería inminente. (1ªCo. 15.51-52; 16.22; Apc.22.20). Cosa que no ocurrió. ¡Y han pasado ya 20 siglos! Los seguidores del Señor deberían haber sabido que en cuanto a su Segunda Venida nada se sabía sobre su fecha, ya que fue el mismo Señor el que advirtió en dos ocasiones:



“Porque del día y la hora nadie sabe, ni aún los ángeles de los cielos, sino mi Padre” (Mt.24.35-36):



“No os toca a vosotros saber los tiempos o las ocasiones que el Padre puso en su sola autoridad…” (Hch.1.6-7).



Pero luego, algunas veces los mismos autores inspirados también tenían destellos de luz acerca de que, en relación al tiempo de la Segunda Venida del Señor era imposible saberlo. La cuestión es que los seres humanos medimos la historia de forma lineal y acorde a esta dimensión que llamamos “tiempo”; pero no es así con el Señor que es y trasciende a las dimensiones del tiempo, el espacio y a la misma historia; aunque estos no le sean ajenos y trabaje en y por medio de ellos a favor de sus planes redentores. (Gál.4.4) De ahí que, en relación con este tema el sencillo pero inspirado apóstol Pedro, dijera algo muy importante y revelador:



“Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos que la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2P.3.8-10 –con Sal.90.4-).



Esa es una forma de decir que en relación con las conclusiones definitivas del fin de la historia, el Señor no se mueve condicionado por el tiempo. Como escribió el apóstol Pedro: “para Dios un día es como mil años…” y viceversa. El tiempo cuenta para nosotros, pero desde la perspectiva divina Él lo ve de otra manera; Él es en un eterno presente. Por tanto, tampoco tiene “prisa” y por supuesto, no se moverá un ápice en razón de los trágicos acontecimientos que ocurran en este llamado planeta Tierra. Se trata de Su soberana voluntad que se cumplirá acorde con sus planes soberanos trazados desde la eternidad. Pero en cuanto a nosotros, la Segunda Venida de Cristo podría darse dentro de unos años o podría darse dentro de algunos siglos más. Su aparente “tardanza” (siempre desde nuestra perspectiva) también se debe a su paciente misericordia “para con todos” esperando en cada generación una respuesta positiva a sus demandas. Esa respuesta es “eso” que tantos seres humanos, hombres y mujeres desprecian, porque implicaría un abandono de formas de pensar y vivir contrarias a los pensamientos divinos. O sea, lo que Dios espera es el arrepentimiento. Es decir, un desprecio a la mentira, la corrupción, las injusticias, las amenazas, las guerras y todo aquello que ofende a Dios en toda forma, y abrazar la verdad, la justicia y el amor, por medio de Cristo Jesús; y esto, cueste lo que cueste.



Por tanto a nosotros no nos corresponde el poner fechas, adelantar acontecimientos o profetizar “la inminente” Segunda Venida del Señor, en base a catástrofes o desastres naturales. Y mucho menos usar el mucho conocimiento que podamos tener sobre escatología para discutir, menospreciar y/o rechazar y tener por “hereje” a quien no piensa como nosotros. Nuestra esperanza está puesta en Dios y la Segunda venida de nuestro Señor Jesucristo quien fue reconocido por la primera Iglesia como  la (nuestra) “esperanza bienaventurada” (Tito.2.13) y “la esperanza de gloria” (Col-1.27). Pero en cuanto al tiempo y los detalles de su venida no sabemos nada.



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Entonces, posiblemente la Segunda Venida de Cristo se produzca para la gran mayoría de nosotros antes de lo que pensamos; y posiblemente, no acorde a cómo nosotros esperamos. ¿La razón? Pues antes de lo que pensamos nos iremos con Él; y aquel acontecimiento largamente esperado por millones y millones de creyentes a lo largo de estos dos mil años, ya se habrá cumplido para todos nosotros, en tanto y en cuanto, al morir,  “al estar ausentes del (nuestro) cuerpo, estaremos presentes ante el Señor” (2ªCo.5.6-9). Ahí se habrá acabado toda discusión sobre escatología para nosotros. Y si “estando presentes ante Señor” todavía tuviéramos que “esperar” que sucedieran algunos acontecimientos, sin duda será sin sufrir ningún “sobresalto”, ni tampoco seremos acuciados por la impaciencia. Pero cuando nos llegue la hora de nuestra partida ¿estaremos preparados para cuando eso suceda? Porque, en todo caso, lo mejor de todo sería el ser hallados fieles al llamado que el Señor nos ha hecho, y ocupados en aquello que debemos. Fue Jesús quien dijo:



“Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así” (Lc.12.41-48)



Entonces se habrán acabado todas las discusiones sobre escatología, y sobre todas las cuestiones teológicas que han propiciado las inacabables discusiones y divisiones entre el pueblo de Dios como el arminianismo y el calvinismo; el cesacionismo y el continuinismo; el dispensacionalismo; el a, el pre y el pos milenianismo y tribulacionismo y todas las discusiones y desacuerdos sobre la Iglesia, los ministerios, los dones espirituales y otros asuntos más; puesto que “en aquel día” todas las cosas estarán delante de nuestros ojos, claras y diáfanas (Ap.21.1-5). Pero si de una cosa hemos de estar firmes, ciertos y seguros los creyentes en Cristo Jesús, es de la esperanza de “la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Ro.8.18)



¡A Dios sea la gloria, por siempre!


 

 


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