Como los débiles no tienen poder en sí mismos, no pueden defenderse, así que dependen totalmente de lo que otros quieran hacer en su favor.
Cuando Konrad Adenauer, el que fuera Canciller de Alemania, escribió sus Memorias hizo el siguiente análisis sobre las causas que llevaron al triunfo a los nazis: “El nacionalsocialismo nos llevó directamente a la catástrofe. Pero no habría llegado a lo peor si no hubiese encontrado en amplias esferas de la población un terreno abonado para una semilla de veneno. Tomó «auge en amplias esferas de la población». No es correcto culpar solamente a los altos militares o a los grandes industriales. Cierto que éstos tienen gran parte de culpa, y su culpa personal fue tanto mayor cuanto lo fue su poder y su influencia. Pero las grandes clases populares, la clase media, los trabajadores, los intelectuales, no adoptaban una sincera postura espiritual; de lo contrario no hubiese sido posible el triunfo del nacionalsocialismo en el año 1930.”
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De lo escrito por Adenauer es factible resumir en dos causas lo que entonces ocurrió en Alemania, que son maldad y cobardía. Maldad por parte de unos, que idearon y fomentaron un proyecto maligno, y cobardía por parte de otros, que no hicieron frente al plan concebido. Y es así como llegaron a ser normativas en 1935 las disposiciones de carácter antisemita, por las que se despojaba a los judíos, por el hecho de serlo, de los derechos que los demás tenían. Que tales disposiciones alcanzaran el rango de leyes no les otorgaba legitimidad moral por sí mismas; tampoco el hecho de que fueran refrendadas por las firmas de los altos representantes del Estado, como el Canciller, el Ministro del Interior y el Ministro de Justicia. Y es que hace falta algo más que firmas, por más representativas que éstas puedan ser, para que una ley, además de ser legal, sea legítimamente justa.
Y lo que comenzó siendo una negación de derechos civiles, terminó siendo una negación de la plena humanidad, al ser considerados los judíos subhumanos o una raza inferior, lo que facilitó su eliminación física, toda vez que lo que se mataba eran desechos, con lo cual no había cargo de conciencia alguno que produjera su eliminación.
Hay ciertos paralelismos entre lo que ocurrió entonces con los judíos y lo que ocurre con el aborto. El primero es que a los no nacidos no se les reconoce legalmente ningún derecho en las primeras etapas de su existencia, es decir, no son sujetos de derecho, quedando en un estado de indefensión total, a expensas de otros. Esta negación de derechos está refrendada por el Estado en todos sus estamentos, ejecutivo, legislativo y judicial, que, a diferencia del nazi, es democrático y se blasona de sus valores humanos. Otro paralelismo es que a los no nacidos se les ha despojado del concepto de personas, habiendo quienes les niegan la atribución de seres humanos, con lo cual si se acaba con ellos nada inhumano se está haciendo. Son cosas, nada más. Un tercer paralelismo es que si se necesitó una ideología para sostener aquel sistema que dejó a los judíos a los pies de los caballos, también otra ideología, el feminismo, se ha hecho cargo de dejar a los no nacidos desamparados legalmente.
La jactancia de quienes sostienen esta ideología no tiene límites, considerándola la vanguardia del progreso y desafiando a ver quién es capaz de ponerla en tela de juicio, lo cual se refleja en que incluso quienes no están de acuerdo con esos planteamientos, pero aspiran a llegar al poder, no se atreven a denunciar abiertamente ese estado de cosas, por miedo a perder sus opciones de ganar en las urnas, con lo cual los no nacidos se quedan sin posibles defensores. Es decir, la cobardía silencia las bocas de unos y la petulancia abre las bocas de otros, de manera que los no nacidos sufren las consecuencias. Cobardía y petulancia que conocieron bien los judíos.
El aborto es, pues, una cuestión crucial que pone en su sitio a cada cual, saliendo malparado el principio de toda democracia sobre el valor supremo de la mayoría, ya que si la mayoría no reconoce el derecho a la vida de los no nacidos, esa mayoría queda, por ese hecho mismo, deslegitimada. No hay ninguna mayoría en el mundo que tenga potestad legítima para quitar a nadie un derecho fundamental.
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Hay generación cuyos dientes son espadas y sus muelas cuchillos, para devorar a los pobres de la tierra y a los menesterosos de entre los hombres.’ (Proverbios 30:14). Los pobres y menesterosos eran, y son, fácilmente abusados, ignorados y pisoteados, por quienes tienen fuerza en sus manos para hacerlo y pueden intimidar a quienes pretendan defenderlos. Como los débiles no tienen poder en sí mismos, no pueden defenderse, así que dependen totalmente de lo que otros quieran hacer en su favor. Lo terrible es cuando su causa queda perdida, porque entonces su destino está sellado ineludiblemente.
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Pero un día todos estos seres humanos masacrados se levantarán como testigos acusadores, demandando justicia a quien es el Vengador de la sangre inocente. Entonces será el momento en el que los que fueron sus jueces serán juzgados, no de acuerdo a una norma mayoritaria, sino según una ley justa.
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