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El afán de libertad de Kubrick (3)

No se puede explicar la vida de Stanley Kubrick (1928-1999) sin esa búsqueda continua de control sobre su obra.

MARTES AUTOR 97/Jose_de_Segovia 17 DE ENERO DE 2023 12:23 h
No se puede explicar la vida de Stanley Kubrick (1928-1999) sin esa búsqueda continua de control sobre su obra.

Todos queremos tener control sobre nuestras vidas. Nadie que ser esclavo de nada, ni nadie. Deseamos ser libres del dominio de otros. Nuestro anhelo de autonomía es tan grande, que cualquier sacrificio nos parece pequeño, ante el sueño de poder lograr independencia. La verdad es que no se puede explicar la vida de Stanley Kubrick (1928-1999) sin esa búsqueda continua de control sobre su obra.



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Como muchos han observado, su filmografía parece querer abarcar todos los géneros de la historia del cine, al mismo tiempo que se esfuerza por superar todos sus lugares comunes. Parecería que hay ciertos géneros que hubiera pasado por alto, pero a menudo son proyectos frustrados, o que pasaron a manos de otros. Es el caso del western. Poco saben que Kubrick intentó hacer la única película que dirigió el actor Marlon Brando, El rostro impenetrable (1961). Este extraño film del Oeste nace de una novela sobre Billy El Niño, pero que no se parece nada a ningún otro western. El libro de Charles Neyder, “La auténtica muerte de Henry Jones”, lo había intentado adaptar Sam Peckinpah para la productora de Brando, Pennebaker, antes de llegar a manos de Stanley.



Bob Thomas cuenta en la biografía del actor cómo era su rutina de trabajo: “Regularmente se reunían en casa de Brando. Se obligaba a todos a descalzarse para no estropear el suelo de madera de teca. Kubrick, además de los zapatos, para estar más cómodo, se quitaba el pantalón y paseaba por la sala en camisa y calzoncillos. Marlon se sentaba en el suelo con los pies cruzados; junto a él había un enorme gong chino que formaba parte del mobiliario de la casa. Las sesiones empezaban por la mañana con cierta tranquilidad, pero a medida que avanzaba el día se enardecían bastante los ánimos. Cuando uno se entusiasmaba demasiado, Marlon levantaba la maza y daba dos fuertes golpes al gong.”



La ruptura entre ambos se produjo cuando Marlon quería que su amante franco-china, France Nuyen, interpretara un papel en la película. Kubrick se negó a ello. Y en un instante el semblante de Brando se petrificó. Volvió la cabeza a la cocina, por donde andaba el encargado de la productora, Frank Rosenberg y le dijo: “¡Tenemos que quitarnos de encima a Kubrick!”. Rosenberg le dijo: “¡Si lleva veintiséis semanas trabajando en el guion, Marlon! Y se supone que vamos a empezar el rodaje dentro de otras cuatro”. Brando contestó decidido: “Tenemos que buscar otro director”. La acabó haciendo él mismo. Es entonces cuando Kirk Douglas le propone retomar la dirección de Espartaco (1960), tras despedir a Anthony Mann, el gran director de western, casado en aquella época con Sara Montiel.





[photo_footer]Espartaco fue el mayor éxito de taquilla de ese año 1960.[/photo_footer]



'Caza de brujas'



Kubrick nunca mostró gran aprecio por Espartaco. Lo veía como un medio para conseguir un fin, el éxito que le diera la independencia para poder trabajar libremente sin la continua injerencia de las productoras. El problema con Espartaco no era sólo que se trataba de lidiar con grandes actores y la continua intervención de Douglas –como productor, además de protagonista–, sino el papel que ha jugado la película en la historia del maccarthismo para el final de la caza de brujas. La historia de esta sublevación de esclavos en la Roma precristiana fue usada por Howard Fast para escribir una novela cuando estaba en la cárcel, sobre la que se basa el guion de Dalton Trumbo.



Fast era miembro del Partido Comunista desde 1944. Estuvo tres meses en prisión, por desacato al Congreso de Estados Unidos. Se negó a dar los nombres de los contribuyentes al Comité de Ayuda de los Refugiados Antifascistas –entre los que estaba Eleanor Roosevelt–, que mantenía un convento en Tolouse –llevado por cuáqueros–, para acoger a los republicanos que huían de la guerra civil española. Es la época del llamado Terror Rojo, cuando el senador McCarthy promueve el Comité de Actividades Antiamericanas, cuya huella llega hasta el día de hoy en la aversión que el estadounidense medio tiene a todo lo que huela a socialismo. El patriotismo se une a la demonización del comunismo en un comité, que no era un tribunal penal, sino un grupo de investigación del Congreso que desde 1947 busca “infiltrados comunistas” en Hollywood.





[photo_footer]La historia del guionista ha sido llevada al cine en la película que lleva su nombre, Trumbo, encarnado por el protagonista de la serie Breaking Bad.[/photo_footer]



El término caza de brujas viene de la peculiar investigación eclesial que se hacía en las colonias desde tiempos puritanos, basada en la sospecha que buscaba la “culpabilidad por asociación”. Bastaba estar en relación con alguien sospechoso, para que si alguien te acusaba de visitar cierta casa o reunión, fueras declarado culpable. Como muchos judíos norteamericanos, Douglas tenía simpatías por la izquierda y alberga en su productora a algunos represaliados. Entre ellos no sólo estaba el autor del libro (Fast), sino también el guionista (Trumbo), cuya historia ha sido llevada recientemente al cine en la película que lleva su nombre –encarnado por el protagonista de la serie Breaking Bad, Bryan Cranston–. Trumbo estaba en la “lista negra” que le impedía trabajar para los estudios, no por razones legales, sino comerciales. Ya que Hollywood ha ejercido siempre una autocensura, que como en la actual cultura de cancelación –después del Me Too– impide que ciertas personas sean contratadas, no porque hayan sido condenadas en tribunales, sino por aquello de los que son acusadas en los medios de comunicación, que lleva a su linchamiento en las redes sociales.



Como suele ser habitual en la izquierda, siempre tan dividida, Fast y Trumbo serían camaradas, pero estaban enfrentados. El autor del libro creía que el guionista era un comunista de salón y Trumbo creía que Fast era un fanático, además del peor escritor del mundo. Lo cierto es que la película elimina discursos interminables y episodios tan truculentos como que los romanos vendieran los cadáveres de los rebeldes para hacer salchichas, después de ser crucificados. Como tantos judíos norteamericanos, Kubrick tampoco tenía problemas con la ideología de Fast o Trumbo, pero hay una sutilidad en la historia, que hoy se ha perdido. No es un panfleto. Ahora cuando se quiere tratar un tema, se aborda directamente, como en la propaganda. Ya nadie entiende la ironía o el doble sentido. Todo se reduce a la simpleza de una frase de Twitter, que despierte discusiones absurdas, que lo único que evidencian es nuestra incapacidad lectora.



 



Rodada en España



Como ocurre a menudo, hay proyectos que nacen paralelamente. Uno pensaría que uno es copia del otro, pero como tantas veces demuestran los juicios por plagio, son iniciativas que aparecen al mismo tiempo, sin relación directa, la una con la otra. Así United Artists quería lanzar una película titulada Los gladiadores, basada en otro escritor judío comunista, Arthur Koestler, adaptado por otro guionista y director represaliados por la caza de brujas, como eran Abraham Polonsky y Martin Ritt. El protagonista iba a ser Yul Brynner, que cuando el proyecto se abandona, hace Los siete magníficos.



Eliminada la competencia, Douglas empieza el rodaje en el Valle de la Muerte de California, donde Anthony Mann dirige la escena de la cantera en la que se encuentran los esclavos. Estas son las partes de la película que se hicieron en Estados Unidos, fuera del estudio, junto con las escenas del palacio y la piscina de Neptuno, que se ruedan en el castillo del magnate de prensa William Hearst, San Simeón, que inspiró el film de Welles, Ciudadano Kane. Mucho se hizo en España. Las localizaciones en nuestro país son en dos pueblos de Guadalajara (Iriepal y Taracena), pero la mayoría en Madrid, sobre todo en la dehesa de Navalvillar en Colmenar Viejo, pero también Aldea del Fresno, Venturada, Navacerrada, Rascafría o hasta en la Casa de Campo. Se reconoce la Puerta de Madrid de Alcalá de Henares. Y hay partes de estudio que se hacen en Madrid.





[photo_footer]Rodaron en España con 8500 soldados, a los que daban ocho dólares diarios con la curiosa condición de que no murieran en escena.[/photo_footer]



Hay que darse cuenta de que tanto las razones para utilizar represaliados de la lista negra con otros nombres, como filmar en España, eran también económicas. Pagaban menos a los guionistas y casi nada a los extras, que en el caso español eran 8500 soldados, a los que daban ocho dólares diarios con la curiosa condición de que no murieran en la escena –además de un generoso donativo a una organización benéfica que presidía la esposa de Franco–. Los mayores problemas en el rodaje que tuvo Kubrick eran con el veterano director de fotografía, Russell Metty, que acababa de hacer Sed de mal con Welles. El actor Tony Curtis cuenta en su autobiografía que cuando Kubrick llegó al rodaje y se subió a una grúa, detrás de la cámara, para componer un plano, apareció Metty diciendo con un gesto de desdén; “¡Sacad a ese pequeño judío del Bronx de mi grúa!”.



La esposa de Kubrick dice que los actores británicos trataban a Stanley con desprecio. Como es habitual en Hollywood, los ingleses hacen de nobles –Olivier, Laughton y Ustinov– y los americanos de esclavos –Douglas y Curtis–. Hubo algunos incidentes con ellos: una especie de revuelta encabezada por Ustinov, que está realmente brillante en la película; Tony Curtis se rompió el tendón y sufrió el mayor corte de la censura por el famoso diálogo sobre qué prefiere, ostras o caracoles –una conocida referencia a la homosexualidad, que hoy nadie captaría–; así como la sustitución de la actriz alemana que hacía al principio de Varinia, Sabina Bethmann, que fue reemplazada por la elegante figura británica de Jean Simmons –por decisión de Kubrick–, difícil de imaginar en el papel de esclava, que tuvo que ser al final escayolada.



 



'Espartaco'



Esta es la única película sobre la que no tuvo control total, Kubrick. A partir de ahí decidió vincularse más a los aspectos administrativos, para salvaguardar su independencia artística. La experiencia con Douglas no fue como en Senderos de gloria. Acabaron tan mal que el actor dice en una entrevista cuando iba a cumplir cien años, que el director era “un bastardo con talento”. Su obsesivo carácter perfeccionista iba acompañado de una clara falta de empatía, que se muestra en una anécdota que cuenta Douglas, a propósito del problema de incluir el nombre de Trumbo en los créditos, cuando estaba en la lista negra:



“¿Qué nombre vamos a poner como guionista de la película?”, preguntó Douglas. El coproductor con él, Edward Lewis, utilizó su nombre al principio para encubrir a Trumbo, pero ahora dijo: “El mío no”. En ese caso, pensó el actor: “Tenemos que usar el nombre de Sam Jackson –alias de Trumbo– y no existe”. Entonces dijo Stanley: “¿Por qué no utilizáis mi nombre?”. Douglas recuerda que él y Lewis se miraron asombrados. Kubrick no percibía la ofensa que eso suponía para Trumbo: “Si ponemos mi nombre, nadie lo pondrá en duda, puesto que la he dirigido, la he escrito, fin del asunto”. Douglas preguntó sorprendido: “¿No te daría vergüenza firmar con tu nombre un guion que ha escrito otro?”. A lo que Stanley respondió sin dudar: “No, simplemente trato de encontrar una salida”. Como se ve en la película de Trumbo, la solución viene con el tráiler del nuevo film de Otto Preminger, Éxodo (1960), que se anuncia como escrito ya por Trumbo.





[photo_footer]Esta es la única película sobre la que no tuvo control total, Kubrick, aquí rodando en la dehesa madrileña de Colmenar Viejo.[/photo_footer]



Espartaco fue el mayor éxito de taquilla de ese año. No hay duda de que inspiró el Gladiator (2000) de Ridley Scott, que tiene más errores históricos que la película de Kubrick. Se sabe muy poco de Espartaco (113 a.C. – 71 a.C.). La versión de Fast y Trumbo idealiza el personaje, al que Kubrick consideraba que le faltaban sombras. Se omite, por ejemplo, su decisión de asesinar a trescientos prisioneros para vengar la muerte de su amigo Criso. Los 196 minutos originales se recortaron a 184, pero la versión que ahora se puede ver es la integra de la restauración de 1991 con la voz de Anthony Hopkins en sustitución de la de Olivier para el diálogo cortado y la recuperación de algunas escenas violentas de la batalla. La banda sonora es famosa por la música del tema de amor de Alex North, una de las melodías más hermosas de la historia del cine.



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Aparente control



Si hay un rasgo que caracteriza la personalidad de Kubrick es su afán por controlarlo todo. Su búsqueda de la perfección se convierte en algo obsesivo, que le llevará a repetir luego, una toma tras otra, vez tras vez. Como suele ocurrir en la vida, aquello en lo que destacamos se vuelve en nuestra mayor debilidad. Al director no le parecía suya, la película Espartaco. Sin embargo, tiene el tema principal de toda su filmografía –como dice Gene Phillips en Los archivos personales de Stanley Kubrick, ya que muestra “un plan aparentemente infalible que al final fracasa”. Como sabemos, históricamente, el ejército romano acabó con Espartaco.



En Una vida en imágenes, Peter Ustinov dice que “la gran virtud de la película es que es el único film épico en que no sale Jesús”. Lo que quería decir es que hasta entonces, las llamadas películas de romanos acababan sacando a Jesús como en Ben-Hur, aunque sólo fuera su mano y de espaldas. Como es una época precristiana, no hay mártires devorados por los leones, pero tampoco carreras de carros, ni orgías, como en Cecil B. de Mille. Sin embargo, es una de las pocas películas en que aparecen otros crucificados que Jesús. Es una escena que se te queda en la mente y siempre recuerdas.





[photo_footer]Aunque no era apreciada por Kubrick, muestra como toda su obra, un plan aparentemente infalible que al final fracasa, ya el ejército romano acaba con la sublevación de Espartaco.[/photo_footer]



La cruz era un instrumento de ejecución de los bárbaros, que adquieren a los romanos. Era un patíbulo tan cruel que quedan excluidos de él, los ciudadanos del imperio. Para los judíos, equivale a la maldición de la ley (Deuteronomio 21:33), por la que Pablo recuerda a los Gálatas que “maldito es todo el que muere colgado de un madero” (3:13). La cruz de Cristo es un escándalo para los judíos, “tropezadero” (1 Corintios 1:23), porque muestra el rechazo de Dios del crucificado.



La búsqueda de la independencia de Kubrick responde a nuestro afán de no depender nadie. Queremos controlarlo todo con la ilusión de que en nuestra autonomía está la libertad, cuando la realidad es que no controlamos nada. Al emanciparse la humanidad del Creador no se hizo más libre, sino más esclava, en primer lugar de uno mismo. Estamos tan llenos de nosotros mismos, que nos cuesta pensar en nadie más. Vivimos tan inmersos en nuestro ego, que lo único que hacemos es mirarnos al ombligo. Nuestro tema favorito somos nosotros mismos. No nos cansamos de hablar de nosotros. Y eso en vez de unirnos, nos aleja, los unos de los otros, pero también nos hace extraños de nosotros mismos.



Sólo hay un poder que nos puede librar de esa esclavitud, la fuerza que se muestra en la debilidad de la Cruz (1 Corintios 1:25) de Aquel que no aparece en Espartaco, Cristo Jesús, cuya redención –literalmente, la liberación de un esclavo– es por su preciosa sangre (1 Pedro 1:18-19).  ¡Hay poder en la sangre de Jesús!


 

 


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