Toca prepararse para ejercer defensa de la esperanza que hay en nosotros con mansedumbre y ser “astutos como serpientes y sencillos como palomas” como dijo Jesús.
Este jueves ha quedado validada la ley trans (Proyecto de Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI) por el Congreso de los diputados. El texto íntegro ya se puede consultar en la web de Congreso y próximamente será publicado en el Boletín Oficial del Estado, tras pasar por la votación del Senado.
El Pleno aprueba el Proyecto de Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI.
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— Congreso (@Congreso_Es) December 22, 2022
Habría muchos puntos que destacar que resultan preocupantes de la norma, la cual se ha tramitado de forma anormalmente rápida. Si bien el debate se ha hurtado del Congreso de los Diputados, en los medios sí se ha podido observar el choque que produce, no solo entre los ejes izquierda-derecha habituales al abordarse muchas leyes, sino también por la oposición de profesionales, expertos, así como distintos grupos y movimientos sociales que avisan de consecuencias negativas en la sociedad derivadas de la ejecución de la ley.
¿Cuáles serán estos problemas? Aunque el Gobierno contestó a Ferede que la libertad religiosa no se vería comprometida, hay aspectos que sí suponen muy preocupantes. La Alianza Evangélica emitió un comunicado, hace ya dos años, identificando algunos de ellos que están plenamente vigentes:
1- Criterios no científicos. Uno de los argumentos más fuertes presentados por los defensores de la ley es que “avanza en la despatologización”. Varios diputados de distintos partidos hacían hincapié ayer en que no se debe tratar a las “personas trans” como si tuviesen una enfermedad o un problema. La AEE explica que, a ojos de la medicina y la ciencia, la discordancia de género sigue siendo considerada una patología, así como la disforia de género. El problema de la ley es que ya no permite ejercer este diagnóstico: que una persona considere que su cuerpo no se corresponde con su sexo sentido pasa a ser un elemento identitario y, por tanto, no “tratable” ni diagnosticable, ignorando todo el desarrollo científico y médico al respecto.
Es en base a esta concepción del sexo sentido que se prohíben las “terapias de conversión”, consideradas como cualquier método que procure “modificar la orientación o identidad sexual o expresión de género de las personas, incluso si cuentan con el consentimiento de la persona interesada o de su representante legal” (Artículo 17). Evidentemente, es un artículo que preocupa sobremanera a profesionales como médicos, psicólogos o psiquiatras, pero también a pastores que podrían ser acusados de ejercer una “terapia” cuando no ejerzan una afirmación del sexo sentido en alguna persona que muestre algún conflicto al respecto.
La AEE, en su comunicado, aludía además a que esta norma realmente limita a las personas trans que “decidan recuperar la congruencia con su sexo biológico” y quieran “recibir libremente el tratamiento profesional y apoyo espiritual que voluntariamente requieran”.
2- La ley y los menores. Irene Montero decía que era un día feliz para las “infancias trans”. Este concepto ha sido fuertemente atacado desde el feminismo, porque supone reafirmar los estereotipos sexistas (del tipo “si es una niña y juega al fútbol, es que tal vez sea un niño”) en edades muy tempranas. En países como Reino Unido, la experiencia ha mostrado que la aplicación de esta teoría afecta sobre todo a chicas en la adolescencia y ha llevado a miles a identificarse como varones, comenzando procesos de hormonación a edades muy tempranas, cuyas consecuencias médicas pueden ser de por vida.
La norma incluye que la autodeterminación de sexo en menores debe ser apoyada por todas las instancias, y abre la puerta a que se quite la custodia a unos padres que no quieran apoyar a su hijo en la “transición”. La norma dice que prohibe la intervención de modificación genital en menores de 12 años, pero abre la puerta a que sí se puedan practicar en adolescentes de 12 a 16 años bajo el solo consentimiento del menor, sin el acompañamiento de los padres en una decisión que marcará toda su vida.
Los menores, que actualmente no pueden salir de excursión sin consentimiento paterno, podrán tomar una decisión sobre sus cuerpos irreversible.
La AEE expresa en su comunicado que “no opera en bien del menor que manifiesta discordancia de género otorgarle la capacidad de decidir establemente su asignación sexual en un momento de su desarrollo en el que no ha completado su maduración; la razón es que la mayoría de esos menores cambiará posteriormente y de forma natural su orientación sexual hacia la heterosexualidad; esto sucede así en más del 80% de estos casos (…) excluir a los padres de una decisión tan definitiva supone una imprudencia y una negación inaceptable de la responsabilidad de los padres en el desarrollo de sus hijos”.
La ley también pretende fomentar un adoctrinamiento en las escuelas, donde se tendrán que “divulgar las distintas realidades sexo-afectivas y familiares” para “combatir la discriminación con especial atención a la realidad de las personas trans e intersexuales”. Estos programas se realizarán “con las organizaciones representativas de los intereses de las personas LGTBI” (art. 24).
3- Los derechos de las mujeres. “Las mujeres trans son mujeres”, decía con solemnidad Irene Montero en su intervención parlamentaria. Lo que está diciendo es que, con esta ley en la mano, cualquier hombre biológico que se auto-identifique como mujer, es mujer. De ahí que tantas feministas hayan puesto el grito en el cielo, aunque apenas hayan querido ser escuchadas por quienes han llevado la ley adelante, que las acusan de transfobia.
La AEE expresaba en su comunicado: “Los espacios segregados por sexo que, hasta ahora, eran espacios seguros para las mujeres, como los vestuarios, baños escolares, refugios para mujeres, módulos de prisiones… dejarían de serlo. Cualquier hombre inscrito en el Registro Civil como mujer podría acceder a ellos sin problemas sólo con su "declaración de voluntad". Esta ley supondría también que desaparezca la realidad del deporte femenino, que sería invadido por personas biológicamente varones que se declaran con una identidad de género femenina”.
4- Amenaza a libertad de expresión. La ley tendrá otros efectos que podrían generar graves problemas en el ámbito laboral o en la comunicación. De facto, se convierte en una “ley mordaza” porque desarrolla un fuerte aparato sancionador que promete establecer multas económicas a quienes fomenten la discriminación. El aparato sancionador es tan poco específico que abre la puerta a que cualquier persona, entidad o medio pueda ser acusada de homofobia o transfobia, simplemente por expresar una opinión diferente a la que presenta la ley.
Muchos otros aspectos han sido ya tratados en este medio, pero recomendamos ver las comparecencias que tuvieron lugar en una sesión especial en el Congreso de los Diputados el pasado viernes, donde expertos de distintas materias (al margen de todo partidismo político, de hecho muchos vinculados a la izquierda) mostraron los problemas que generará la norma en caso de que se aplique.
Estas últimas semanas están apareciendo en medios de comunicación generalistas distintos reportajes que señalan a las iglesias evangélicas como homófobas y tránsfobas. Se trata de una narrativa injusta y peligrosa, que procura atacar a los evangélicos por mantener sus doctrinas bíblicas en cuanto a la sexualidad -las mismas, por cierto, que las de cualquier iglesia que se arraigue en el cristianismo histórico-. Los evangélicos, como minoría en España, no dejan de ser un blanco fácil para medios o administraciones.
Es por ello que toca prepararse y, siguiendo el buen consejo del apóstol Pedro, ejercer defensa de la esperanza que hay en nosotros con mansedumbre. A la vez, es necesario ser “astutos como serpientes y sencillos como palomas” como dijo Jesús. ¿Qué podemos hacer? Damos algunas sugerencias:
Entramos en un tiempo complicado, pero que nada nos haga perder de vista que en definitiva no se trata de algo nuevo. Las presiones hacia el cristianismo real siempre se han manifestado de una forma u otra. Parece que se levanta una nueva inquisición o “inqueersición” (en palabras del profesor José Errasti) y, ante ella, como hicieron los protestantes españoles que nos precedieron en el siglo XVI, no claudicaremos.
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