Es más dura y peligrosa la descristianización que la secularización. Sin embargo, los ritos de la religiosidad popular en nuestro país, como en muchos otros, no se desvanecen, la religiosidad expresada con una forma estética popular, se acentúa, así como esa religiosidad que emana de la evocación del pasado y se expresa en costumbres, danzas, y otros rituales ancestrales. Muchas formas de celebración de la Semana Santa son, en parte, ejemplo de estas líneas de religiosidad popular
¿Cómo enfrentarse a la evangelización de la religiosidad popular, de las procesiones, fiestas de santos y festejos que mezclan lo religioso con lo folklórico y la fiesta popular colectiva que, en muchos ocasiones, está organizada más por los Ayuntamientos y sus Comisiones de Festejos que por los responsables de la iglesia o, en su caso, conjuntamente? ¿Cómo evangelizar entre las Cofradías y Hermandades de Semana Santa, las peregrinaciones, las romerías, el Camino de Santiago, las colas para besar el pie de algún que otro Cristo o entre las cruces de la Virgen de mayo? Son formas de religiosidad popular que, en su gran mayoría, son vividas por las gentes sencillas de los pueblos y ciudades de España.
Puede haber secularización o descristianización, pero es indudable que lo religioso no ha muerto y, quizás, la religiosidad popular puede formar un punto de partida para la evangelización, porque hay religiosidad popular, quizás porque hay sed de Dios entre las personas sencillas de nuestros pueblos. Habría que aprovechar esa sed para intentar hacer una auténtica inculturación del Evangelio, pues se nota claramente que la inculturación que se ha hecho del Evangelio en las expresiones de religiosidad popular son incorrectas. Muchas veces, cuando miramos las expresiones de la religiosidad popular de nuestra España, de tipo ancestral, llena de supersticiones, de idolatría, de fetichismos, magia, fatalismo y rituales falsos, uno se da cuenta que la inculturación del Evangelio en la piedad popular que la Iglesia Católica ha hecho en España deja mucho que desear y la inculturación del Evangelio en el ámbito popular hecha por los protestantes está, al menos en parte, por llegar. Hay que trabajar estas áreas de evangelización.
Hay que trabajar para que en los ámbitos populares -sea en Semana Santa o fuera de ella-, en la religiosidad popular, haya grandes purificaciones, eliminación de idolatrías, supersticiones, apologías del dolor y magias. Por otra parte, hay que potenciar los elementos positivos que se pueden detectar como la sed de Dios que se percibe en los pueblos, la promoción de los auténticos valores del Reino, el crear criterios capaces de filtrar lo falso y discernir lo bueno, santo y recto para con Dios. Habría que fomentar actitudes, formas de pensamiento y de acción acordes con el texto bíblico que fueran eliminando tradiciones y ritos ancestrales que son antibíblicos. La Biblia tiene que ser el patrón que vaya dando forma a las nuevas formas purificadas de religiosidad popular. La religiosidad popular necesita la lectura sencilla, sin ni siquiera muchas explicaciones del texto bíblico, de los Evangelios. Hay que conseguir que el pueblo descubra la Biblia en España.
Si la religiosidad popular persiste, es que hay sed de espiritualidad fundamentalmente entre los más pobres y sencillos. Esa sed hay que potenciarla y no permitir que se apague. Lo que hay que hacer es evangelizar la cultura con arreglo a los auténticos contenidos del Evangelio. En el fondo, la religiosidad popular, aunque llena de folklore, magia y fetichismos, intenta dar respuesta a los grandes interrogantes de la existencia humana. Si hay falta de información e ignorancia en medio del pueblo sencillo, lo que hay que hacer es iluminarles con la Palabra de Dios y no con más potenciamientos de los elementos supersticiosos y ritualismos vanos. Habría que ver cómo dar cauce al sentido festivo que también puede tener la espiritualidad cristiana, sin caer en idolatrías o en coqueteos con el propio Satanás que quiere aprovechar parte de esa sed popular de espiritualidad y de Dios.
Se podría potenciar el canto, la danza, los gestos y los colores, sin caer en rituales vanos. Tenemos la obligación evangelística de ir purificando las formas de religiosidad popular en nuestro país y quizás de los países latinoamericanos que fueron evangelizados por nosotros a base de ídolos y fetiches. Probablemente esa purificación de la religiosidad popular le correspondería a los evangélicos que entraran con nuevos aires evangelísticos en la inculturación del Evangelio en la cultura popular.
Hay que ser tolerantes con la religiosidad popular, pero con la visión de purificar más que de proscribir todo tipo de expresión de piedad del pueblo que quiere compartir su esperanza en medio de las plazas públicas. No hay que apagar esa sed. Dios se puede expresar de manera sencilla a través de cantos populares, danzas y gestos que den cauce a lo que de festivo puede tener el Evangelio en medio del pueblo. La espiritualidad no ha muerto, ni lo religioso... ni Dios. Y si se dan destellos o resurgimientos de espiritualidad en medio del pueblo, hay que aprovechar estos destellos populares para redimirlos con la luz de La Palabra en diálogo y sin confrontación con los elementos de la religiosidad popular que, quizás, estén expresando la necesidad de búsqueda de salvación que el pueblo tiene. También para conseguir la redención de esta religiosidad popular, hay que estar dispuestos a compartir la vida, el pan y la Palabra.
Si quieres comentar o