La propia cultura hebrea tampoco hacía separación entre el hablar y el actuar. Con toda naturalidad se dice que Dios habló y se hizo. Nosotros, en nuestra cultura occidental, con la separación entre el hablar y el hacer, podemos predicar el Evangelio y no extrañarnos de que no ocurra nada. Pareciera que con hablar hemos cumplido. Hemos desgajado la ética de la Evangelio, con lo cual lo que a veces hacemos en nuestros esfuerzos religiosos, ni es ética ni evangelización.
Sin embargo, desde el punto de vista de la ética cristiana, debería ser impensable que unas personas hablaran del Evangelio sin que sucedieran oleadas solidarias en torno a la dignificación y promoción social de las personas, del prójimo que escucha. Así se lo plantearon los primeros misioneros de las Misiones Urbanas del mundo que se acercaban a los barrios con la Biblia debajo del brazo y fueron conocidos como los hombres del libro, pero hicieron un tremendo trabajo de acción social evangelizadora. Así se lo planteó el Ejército de Salvación. Así se lo han planteado algunos cristianos comprometidos... Así se lo planteó Jesús. Porque lo primero que se debe dar en el que se decide a evangelizar es que el amor de Dios more en él. Y si el amor de Dios mora en el evangelizador, dice la Biblia que no se puede dedicar a decir algunas palabras, sino que, cuando ve las multitudes, que en muchos casos son sufrientes, ya sea económicamente o por otras circunstancias que quitan dignidad a la vida, no puede pasar de largo sin tender una mano de ayuda.
“¿Cómo mora el amor de Dios en él?” (
1 Jn 3:17), dice la Biblia en estos casos. El evangelio es comprometido y el evangelizar, necesariamente, es comprometerse.
¡Cuánto se ha luchado en los ámbitos cristianos por la ortodoxia! Se ha peleado por ella, se ha llegado a morir... se ha llegado, erróneamente, a matar. La ortodoxia estaba dentro de una especie de Teología Primera. Se han vertido ríos de tinta, se han usado conglomerados de palabras por la comunicación verbal del Evangelio. Sin embargo, la praxis cristiana, lo que podríamos llamar la ortopraxis que, en el fondo, es poner en marcha la ética cristiana, no nos ha preocupado tanto. Hemos enfatizado la salvación de las almas mucho más que la dignificación de las personas, que la acción social liberadora, que el compartir y el denunciar la opresión y la acumulación. Sin embargo, no creo que con seriedad nadie me pueda decir que la dignificación de las personas y la extensión de los valores dignificadores del Reino en nuestro aquí y nuestro ahora, es una Teología Segunda, algo secundario en la vida cristiana. La evangelización se queda mutilada y alicortada cuando utiliza sólo la palabra que no deviene hecho, acción solidaria.
Con esto no queremos decir que la evangelización en sí misma sea una promoción social del hombre o una cuestión de ética social. Lo que queremos decir es que la evangelización no puede desinteresarse y pasar de largo de las cuestiones éticas que plantea la Biblia, de la dignificación de las personas y del servicio. La evangelización debe anunciar a un Dios que ha asumido la causa del hombre hasta decirnos que el amor a éste es semejante al amor a Dios. Ha asumido la causa del hombre y ha hecho suya la causa de los pobres, de los oprimidos y de los que sufren, de los huérfanos, de las viudas y de los extranjeros, prototipos todos ellos de los colectivos marginados en la Biblia. Y esto no puede estar ausente de la evangelización. Nos tenemos que aproximar al ser de Dios: Palabra-Acción, habla y hace simultáneamente. Esto está en línea con el modelo que debe ser Jesús para nosotros, Verbo hecho carne para servir.
La evangelización debemos orientarla a un hombre inserto en el mundo con sus problemáticas, con su contexto. No estamos evangelizando espíritus, ni almas, ni ángeles. Nuestra acción evangelizadora en ese contexto humano, resulta comunicadora de sentido y de mensaje a los hombres en su aquí y su ahora, aunque sin perder nunca la trascendencia y el que somos llamados a la salvación eterna. Los evangelizadores son hombres y el hombre es tanto más hombre cuanto más se compromete con el mundo y con el prójimo.
Teoría y praxis deben marchar juntas, evangelización y ética cristiana deben ir cogidas de la mano, la ortodoxia y la ortopraxis son simplemente las dos caras de la misma realidad, toda teoría es falsa, mala y negativa cuando no repercute en la acción liberadora del hombre. Últimamente, se puede decir que en la acción está también la verdad. La verdad no es sólo palabra vacía, no es un silogismo vano. Decir lo más precioso y correcto se queda corto si no sabemos encarnarlo en la realidad actual del hombre, si no sabemos compartir el pan y la vida en busca de la dignificación de las personas.
Si hablas, pero cierras tu corazón a este compartir, no estás evangelizando. Estarás aterrizando en el mundo de las charlatanerías y de las demagogias dejando a los hombres, cuya causa defiende Dios, tirados en la infravida del sufrimiento, del hambre, de la opresión y del no ser del sinsentido de la verdad formal que no se hace carne y se enraíza en la realidad histórica. No habrás sabido acoger el grito de los sufrientes lo cual hace imposible el poder acoger el grito de Dios... o su suave silbido que nos anima a una evangelización comprometida que camina de mano de la ética cristiana.
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