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Juicio sobre la iglesia

Si Jesucristo escribiese hoy una octava carta, esta vez no a las iglesia de Asia Menor, sino a la Iglesia evangélica del siglo XXI, ¿qué nos escribiría?

TEOLOGíA AUTOR 875/Jose_Hutter 12 DE OCTUBRE DE 2022 09:36 h
Imagen de [link]Max Böttinger[/link] en Unsplash.

El tercer mandamiento (“no llevarás el nombre de Dios en vano”) es la base teológica de una de las verdades más desagradables y menos predicadas: el juicio comienza por la casa de Dios (1 Pedro 4:7). Este mandamiento habla en contra del fraude de etiquetas: pretender ser algo que uno no es. En el caso concreto: llevar el nombre de Dios y desobedecerlo. Esto incluye llamarse “iglesia” y negar al mismo tiempo su fundamento.



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El juicio de Dios comienza con la casa de Dios, pero allí no para. En la Biblia, Dios relaciona el bienestar o la miseria de una ciudad o de una sociedad siempre directamente con el comportamiento de los que llevan su nombre y pretenden servirle. Así fue en Sodoma, Gomorra, Israel y Babilonia (Jeremías 29:7) y así fue a través de dos mil años de historia de la Iglesia.



Cuando una nación o una cultura se corrompen, Dios viene a “inspeccionarlas”. Esto se ve de forma ejemplar en la historia de la torre de Babel en Génesis 11 y este principio se nos enseña en la famosa “ley del leproso” que es mucho más simplemente un procedimiento de higiene y salud. Se trata de cómo Dios reacciona frente al pecado. Es la razón porque en el pasaje de Levítico 14 también casas y vestidos pueden ser “leprosos”.



Según el procedimiento de Levítico, si el mal se extiende, una nación, iglesia pueblo o familia sufrirá su juicio. Si hay esperanza, Él manda a sus mensajeros para limpiar “la casa” por la predicación de su Palabra (Efesios 5:26). Si este “lavado” no produce ningún cambio, entonces la destrucción es inevitable. Esto explica porque una buena parte de los mensajes de los profetas van dirigidos a naciones, tanto a Israel como a naciones paganas. La misión de Jonás a la capital de Asiria es un buen ejemplo de este procedimiento. Dios pide responsabilidades a todos. Y nuestra cultura no es una excepción. Será destruida si no hay un cambio por la predicación de la Palabra de Dios. Y esto es responsabilidad de la Iglesia.



En el último libro de la Biblia, el Señor se dirige personalmente a siete iglesias históricas en la zona de Asia Menor, lo que corresponde hoy a la parte occidental de Turquía. Él habla de su venida inesperada. Pero no se refiere a su venida al final de los tiempos, sino a su venida para llevar a cabo su juicio en esas iglesias que habían dejado la fe de los apóstoles. Jesucristo escribe a la iglesia de Éfeso: “Haz las primeras obras, pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido(Apocalipsis. 2:5). Algo por el estilo se lee en su carta a la iglesia de Pérgamo.



En otras palabras: sin vuelta atrás, la iglesia de Éfeso dejaría de existir. Su candelero sería quitado. La historia de esa iglesia es un aviso hasta el día de hoy. Por lo visto, la iglesia en la ciudad iba bien. Llegó a ser una ciudad de obispos de gran reputación. Incluso uno de los concilios más famosos se celebró en la ciudad en el año 431. Pero después empezó un declive muy largo. La iglesia de Éfeso se enzarzó en luchas internas y dejó de forma cada vez más evidente la doctrina de los apóstoles. Finalmente llegaron los musulmanes. La ciudad murió y con ella la iglesia dentro de sus muros. El candelabro fue removido de su lugar y la ciudad se hundió.



Hacemos bien en notar que todo esto no ocurrió en una tarde, o un año. Ni siquiera ocurrió en una década. El declive duró siglos. Pero al final el juicio de Dios fue contundente. La Biblia nos enseña que el juicio de Dios a veces tarda en efectuarse, pero siempre vendrá. Si aprendemos del pasado, el presente se entiende bastante mejor. El juicio empieza con la casa de Dios. Luego, viene el resto.



Hace unos años celebramos el 500 aniversario de la Reforma y se habló - y con todo el derecho - de la tremenda influencia que la Reforma tenía sobre este viejo continente y en todo el mundo. Se habló del centro de Europa como cuna de la Reforma, de Wittenberg, Zúrich, Estrasburgo y Ginebra. Se mencionó la victoria del evangelio en Inglaterra, Escocia, Holanda y Escandinavia. Y como no, se habló de los personajes históricos que llevaron el evangelio a España, donde en pocos años había miles de creyentes evangélicos, notablemente en las ciudades de Sevilla y Valladolid. Tomando en cuenta que España en aquellos tiempos tenía unos 7 millones de habitantes, estamos hablando de más de uno por ciento de la población.



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Pero ahora - 500 años más tarde - tenemos que hablar de algo que no nos llena con tanto orgullo: la cuna de la Reforma se ha convertido en su tumba. Las catedrales donde en su momento se predicó un evangelio vigoroso, renovador y contundente certifican a día de hoy el estado lamentable de una Iglesia débil, raquítica y sin influencia que sacaría a Lutero, Calvino, Zuinglio y Knox todos los colores. Aunque la Iglesia sigue llamándose “evangélica”, “luterana” o “reformada” y se jacta ser heredera de la Reforma, ha traicionado en muchos casos no solo la doctrina de los apóstoles sino también a sus propias confesiones de fe. Estamos hablando de una iglesia que predica lo políticamente correcto y que está adaptada a las modas del momento y que no se diferencia esencialmente de cualquier partido de izquierdas en sus afirmaciones públicas.



Lo que los reformadores construyeron en su momento fue despilfarrado en los siglos postreros por una teología destructiva, secularizada y racionalista. El veneno que se empezó a producir en Alemania, se extendió - igual que la Reforma - al mundo anglosajón y escandinavo y de allí al resto del mundo.



El vino noble y de buen sabor que cultivaron los reformadores en poco tiempo se convirtió en vinagre de una ortodoxia fosilizada y finalmente en el brebaje nocivo de un racionalismo bautizado por aguas del humanismo ateo. Lo que era la Marcha por las Instituciones del movimiento estudiantil del 68 tiene su paralelismo en la iglesia protestante - solo que empezó mucho antes. El resultado habla por sí mismo: facultades teológicas en manos de un liberalismo racionalista con su ética sexual pagana y con una joven sueca como profetisa1.



Los evangélicos europeos de los países tradicionalmente protestantes se apuntan ahora a todos los errores que combatieron una o dos generaciones antes. Se jactan que el Consejo Mundial de Iglesias ha perdido su importancia. Y es cierto. La institución con su sede en Ginebra, que antes representaba el protestantismo apóstata a nivel mundial, ahora no hace falta porque una buena parte de sus posturas lo promulgan los evangélicos. Esto incluye la unidad con los católicos que sufren bajo el actual papa el mismo problema: el abandono de sus posturas clásicas católicas para seguir a un tipo de social-catolicismo adoptado a las modas del tiempo.



Uno de mis profesores2 escribió en los años 60 del siglo pasado un libro con el título: “El levantamiento de los impúdicos” (Der Aufstand der Schamlosen) donde llamó a las iglesias a contrarrestar el avance de la moral sexual secular de la generación del 68 con la ética bíblica. Medio siglo más tarde, una buena parte de los herederos de la Reforma no solamente no han contrarrestado nada, sino se han apuntado a las nuevas normas sexuales dictadas por la política y sus lobbies correspondientes. Y lo que es peor: incluso están orgullosos de ellas y hasta las vende como profundamente cristianas.



Pero esto no es todo. Entre los evangélicos de hoy ha surgido un fenómeno no menos preocupante: la secularización de los cultos, que parecen más festivales de pop mundanos en aquella parte de sus reuniones que llaman “alabanza”. Estoy hablando de “tiempos de adoración” con canciones con melodías imposibles de cantar congregacionalmente, afirmaciones vacías, infantiles y en muchos casos abiertamente apóstatas. Después viene el tiempo de predicaciones sin Biblia, predicadores estrella con sus fuegos artificiales retóricos pero sin conocimiento bíblico y en algunos casos de auténticos mafiosos con traje y corbata que actúan en el nombre de Dios. Y si alguien cree que estoy exagerando, le invito a dar una vuelta a lo que hoy se le llama evangélico o cultos en muchas partes del mundo. Ojalá me equivocara.



No solamente en Norteamérica, África, Latino América y Asia se mezclan creencias paganas locales con elementos cristianos. En Europa tenemos nuestro propio paganismo que día tras día se promueve en los medios de comunicación que muchos cristianos con gusto convierten en su verdad espiritualizada.



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Sería muy interesante saber lo que el Señor piensa de su Iglesia, heredera de los apóstoles y de la Reforma. Si Jesucristo escribiese hoy una octava carta, esta vez no a las iglesia de Asia Menor, sino a la Iglesia evangélica del siglo XXI - ¿qué nos escribiría?



Me temo que se nos pondrían los pelos de punta. Es bien posible que el Señor ya viene pronto. Pero no para arrebatarnos, sino para llevar a cabo el juicio entre nosotros que había anunciado en su momento a nuestros hermanos en Asia Menor.



 



Notas



1Declaraciones de Rowan Williams



2El Dr. Georg Huntemann, pastor reformado en Bremen y catedrático en la Facultad Teológica Evangélica de Leuven, Bélgica y la Universidad Teológica Independiente (STH) en Basilea, Suiza.


 

 


5
COMENTARIOS

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Sidney Sidney A.
16/10/2022
13:58 h
5
 
Leído el artículo, uno no puede dejar de recordar el verso de la carta a los hebreos: Hebreos 10:30-32.Reina Valera Actualizada 30 Porque conocemos al que ha dicho: “Mía es la venganza; yo daré la retribución”. Y otra vez: “El Señor juzgará a su pueblo”. 31 ¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo! El Señor bendiga e ilumine a su pueblo.
 

Luis Alberto
15/10/2022
15:00 h
4
 
Cuando se habla de la iglesia de Jesús, ¿a qué iglesia se refiere, a la creada por el doctor Martin Lutero de hace 15 siglos o a la Iglesia que tiene más de dos mil años de existencia? ¿Qué concepto de la Iglesia tenía Lutero? El primer concepto que se formó sobre la Iglesia es, "la comunidad de los que creen en Cristo, y como la creencia es interna e invisible, en tal iglesia no existirá autoridad externa. Saludos
 

Luis Alberto
14/10/2022
12:17 h
2
 
Lo curioso es que el autor no menciona el juicio de aquellos "profetas" de la prosperidad que se "llevan" el dinero de miles de gente a través de los diezmos. Y lo extraño, todos estos "profetas" hablan "en nombre" de la SOLA escritura. Como dice un adagio latino: "La virtud se encuentra en el medio cuando los polos son viciosos. Así que, el sol sale para justos e injustos y no para un solo lado. Saludos
 

Alfredo
13/10/2022
09:06 h
1
 
José Hutter ¿ quién determina la ortodoxia si la única autoridad es mi sola fe, mi sola convicción y mi sola (interpretación privada de la) Escritura? Lutero añadió la decisiva palabra "solamente" a Rom. 3:28 ("allein") arrimando claramente el ascua a su doctrina, a su convicción personal, a su fe particular,a su opinión...Si la Biblia no enseña "solo Escritura" ( 2 Tes. 2:15) ni "solo Fe" ( 1 Cor. 13:2; Stgo 2:24) ¿No es mas honesto reconocer el error de partida?
 
Respondiendo a Alfredo

Luis Alberto
14/10/2022
12:18 h
3
 
De la misma manera, ¿quién habla EN nombre de la iglesia no católica en los Medios de Comunicación? Saludos
 



 
 
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