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Recuerdos de un proceso

¿Cómo denunciar el mal de otros cuando no somos capaces de reconocer y denunciar el nuestro propio?

PALABRA Y VIDA AUTOR 942/Angel_Bea 05 DE OCTUBRE DE 2022 10:00 h
Imagen de [link]Egor Myznik[/link], Unsplash.

A mediados de los años sesenta del siglo pasado yo tenía el atrevimiento de hablar de política con mis amigos de ideología comunista. Ellos parecían tener más formación que yo. ¡Sin duda alguna! Pero ante la defensa a ultranza de la Unión Soviética, en lo que había leído y sabía, yo les decía que Stalin había sido tan criminal como Hitler. Lo que me venía encima a continuación era para verlo de cerca. Como metralletas parlantes, enrojecían en la defensa de quien consideraban había sido un “paladín” en la lucha por “la libertad de los pueblos” y, en especial, “por la clase trabajadora”. Stalin era reconocido como “el benefactor de los pueblos” –decían- “¿Cómo puedes hacer esa comparación? Tú no sabes lo que dices”. Además, añadían con mucho énfasis: “Todo cuanto dices proviene de la propaganda imperialista americana”.



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Esas palabras las escuchaba con cierta frecuencia. Sobre todo cuando yo trataba de demostrarles con ciertos escritos lo que les decía[1]. Por otra parte, yo sabía que ellos escuchaban la emisora clandestina conocida como “La Pirenaica”. Esta emisora fue creada con el propósito de ser un ariete contra el régimen de Franco.  A escondidas, un par de veces conecté con aquella emisora para oír qué era lo que se decía. Durante un buen rato uno podía escuchar alabanzas al régimen soviético y sus “logros”; y la descripción del mismo era a base de presentar con todo lujo de detalles el “bienestar de la clase trabajadora”, en todos los aspectos. Luego había algún “testimonio” que confirmaba aquellos discursos. Después se pasaba a animar con soflamas revolucionarias a la “pobre clase trabajadora española” (¡y claro que lo era!) a fin de que mantuviesen el ánimo, “¡hasta el día en que llegue la hora de la revolución de la clase obrera… y echemos abajo al criminal régimen del dictador Franco!”. Más o menos esos eran los contenidos y el tono de dicha emisora. De lo que yo puedo recordar, Dolores Ibárruri, conocida como “La Pasionaria” intervenía con frecuencia y parecía “muy convincente” dada la elocuencia, el fervor y la convicción con la cual se desempeñaba.



Luego, a medida que pasaba la década de los años sesenta ocurrieron dos cosas importantes. La primera fue que el régimen de Franco no fue derribado por ninguna revolución de la clase trabajadora. El régimen de la dictadura fue evolucionando lentamente y se “deshizo” poco a poco, con influencias externas e internas. De la parte externa, el turismo que comenzó ya con fuerza a principio de los años sesenta, contribuía a dejarse el dinero en la España tan “llena de sol, simpática y acogedora”, iba creando una forma de ver la vida, bien diferente a lo que habían sido las décadas controladoras de los años cuarenta, cincuenta y gran parte de los sesenta. Pero por otra parte, la celebración del Concilio Vaticano II[2] trajo un cambio importante en gran parte de la Iglesia Católica en términos generales, aunque quedaría mucho recorrido para que la cúpula de la I.C., aquí en España asumiera aquellos cambios que se esperaban tuvieran lugar. Uno de los “cambios” al menos, fue que a los llamados “herejes protestantes” a partir de entonces, comenzaron a llamarnos  “hermanos separados”[3] con los cuales se podía tener comunión a través del cauce que pronto se puso en marcha como fue, el llamado Ecumenismo.



Dicho cambio se podía apreciar, incluso en el trato respetuoso que algunos de los oficiales más jóvenes daban a los evangélicos en el Ejército, a diferencia de otros que se resistían a dicho cambio[4]. Pero tampoco cabe duda de que los países democráticos también influyeron en el cambio hacia la democracia. Puedo recordar cuando el recordado luchador por la libertad religiosa, D. José Cardona tuvo una entrevista con el Ministro de Asuntos Exteriores, D. José Mª Castiella, a requerimiento de éste, el cual  le dijo: “Si usted me demuestra que hay protestantes en España[5] y ese maltrato que me dicen están recibiendo, podemos hablar de libertad religiosa, pero si no es así, aténgase a las consecuencias”[6]. Mucho del trabajo de la Comisión de Defensa Evangélica y la buena disposición del citado Ministro, influenciado por el Concilio Vaticano II, consiguió que se promulgara la Ley de Libertad Religiosa de 1967. Un logro que fue un paso adelante –aunque insuficiente- hasta que viniesen tiempos mejores para el pueblo protestante/evangélico.



Solo aquellos que veían que el régimen franquista se estaba desintegrando y que querían mantener las cosas como siempre habían sido, se resistían al cambio. Esa “fuerza” era conocida como el “búnker”, tanto por una parte del Ejército y otras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, como cierto sector de la Iglesia Católica y unos pocos más, de las clases sociales altas. Pero el cambio se percibía más o menos inminente e inevitable y, gracias a políticos del mismo régimen, otros que no lo eran y con el Rey Emérito Juan Carlos I a la cabeza, el cambio se produjo, dando lugar al nuevo régimen de la Monarquía Parlamentaria con la conocida Constitución de 1978.



La otra cosa que muchos fuimos descubriendo más y más, era el conocimiento de que lo que yo decía a mis amigos sobre Lenin, Stalin y el régimen comunista, que  era mucho más de lo que imaginábamos. Criminales y genocidas de los más grandes de toda la historia de la humanidad. Luego, con mi conversión al cristianismo evangélico, me permitió conocer misioneros que pasaban biblias de contrabando a esos países, dado que la Biblia estaba prohibida. Tener una Biblia era un gran tesoro y algunos de los que las tenían las donaban a la comunidad cristiana a fin de que pudieran servir para que otros copiaran a mano, de la misma. En muchos lugares los hermanos se turnaban, de forma clandestina y según el tiempo libre de cual disponían cada uno para escribir a mano un libro de la Biblia: Salmos, Proverbios, S. Mateo, S. Juan, etc., hasta disponer de biblias completas. Solo de esa manera también podían disponer de alguna parte del Libro, que luego se intercambiaban unos a otros. 



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Conocimos a un hermano, llamado Hans[7], holandés, que formaba parte del equipo del conocido “hermano Andrés” (también holandés) fallecido recientemente y que se dedicaban a pasar biblias de contrabando a esos países. De ahí que el hermano Andrés, fuese conocido como “el contrabandista de Dios”. El hermano Hans, además, era misionero en el Surinam holandés (al nordeste de Sudamérica). En la búsqueda de los contactos que podían ayudar a colocar y distribuir las biblias clandestinas, Hans fue testigo al ver hermanos que por su fidelidad habían sufrido cárcel y torturas; alguno con las manos destrozadas, sin uñas… 



El citado hermano Hans estuvo entre nosotros sobre el año 1975 y pudimos oír de su propia voz testimonios de mucho valor, tanto de la obra de Dios como de la persecución que sufrían nuestros hermanos en los países que visitaban, “tras la Cortina de Hierro”[8]. Todavía recuerdo las palabras del hermano Hans. Él fue guiado a un pastor de una iglesia legalmente reconocida por las autoridades. Hans le preguntó cómo podía dejar las biblias en buenas manos para su distribución y, aquel le contestó: “Hermano yo ya no puedo hacerme cargo de ese trabajo. He sufrido mucho por hacerlo en otras ocasiones”. Le dijo que estaba muy vigilado. Entonces le mostró las manos torturadas, y añadió: “Pero yo sí puedo indicarle una dirección…”. 



Esto es solamente un “detallito” de los millones y millones de encarcelamientos, torturas, desplazamientos y crímenes que se cometieron y de lo que pasaba en esos “paraísos comunistas”[9]. De todo ello ya se ha escrito bastante y, como dice la Biblia: “El que ignora, ignore”. Pero todo esto fue algo que se fue conociendo poco a poco. Sin embargo a pesar de lo que ya se conocía, muchos no podían renunciar a esa idea mitológica que tenían de los grandes personajes del comunismo y de aquellos regímenes “maravillosos” llegando incluso a justificar sus crímenes con argumentos increíbles, hasta el día de hoy. Otros de los que, militando en el Partido Comunista en su juventud, cuando descubrieron la verdad que les había estado oculta huyeron decepcionados de esa ideología con ganas permanentes de vomitar, para no volver jamás. Generalmente, suelen ser los más anti-comunistas.



Sin embargo otra gran mayoría de la izquierda de este país, aun llegando a saber todas esas cosas, jamás reconocieron los hechos y que ellos se habían equivocado. Jamás pidieron perdón ni dieron ninguna explicación por el engaño de sus grandes “convicciones” respecto de aquel “paraíso soviético”, del cual estaban tan seguros y que defendían con tanto ardor guerrero. Y eso, en muchos, hasta el día de hoy. La prueba de lo que digo aquí se vio (entre otras) en que cuando el escritor ruso, Alexander Solzhenitsin[10] visitó España en 1976, la izquierda de este país “lo  puso a parir” –nunca mejor dicho- con insultos de todo tipo[11]. 



Sin embargo, mis amigos comunistas tenían a  su favor que lucharon contra la dictadura y algunos/as sufrieron por ello y también contribuyeron al cambio; pero sin la contribución de los factores antes mencionados (menos conocidos, por una cuestión de propaganda informativa interesada) aquella minoría –bastante escasa- no lo hubiera conseguido por sí misma, nunca. 



La lección que saqué de toda esa experiencia es que se adquiere una mayor autoridad moral ante los demás, cuando habiendo faltado contra la verdad, se reconoce sin ambages, se pide perdón y se condena aquello que con tanto ardor se defendía. El mal es, será y estará siempre mal. La corrupción tanto ideológica como de cualquier tipo, no lo es menos porque se encuentre en aquel partido político al cual podemos ser afines. No importa si se es de derechas, de izquierdas o de cualquier otro tipo. ¿Cómo denunciar el mal de otros cuando no somos capaces de reconocer y denunciar el nuestro propio? Aquello que dijo Jesús de… “¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, y no ves la viga en tu propio ojo?”[12] también es aplicable aquí en política. Lo que pasa es que para hacer eso hace falta, como mínimo, una buena dosis de humildad, de honradez y de honestidad; y eso no es fácil encontrar siempre y en todo caso. Por mi parte, prefiero confiar en el evangelio de Jesucristo que puede transformar nuestro corazón y dar la vuelta a nuestra forma de ser y de pensar y de actuar mucho más allá de lo que los seres humanos podemos imaginar. 



Fue el Apóstol Pablo, quien escribió: “Porque el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree...”[13] Poder de Dios para salvación de la mentira y el engaño, de la deshonestidad y de la falta de integridad; salvación para darnos una nueva capacidad de conocer y comprender como Dios comprende y de recibir de su propia sabiduría y de Su gracia para perdonar y buscar, si fuera posible, la reconciliación con nuestro prójimo. En eso estamos y en eso perseveraremos; aunque, eso sí, sabemos que nos falta mucho por aprender todavía. 



 



Notas



[1] Como mi conversión fue a último del año 1966, pronto supimos, de primera mano, lo que pasaba en los países comunistas a hermanos nuestros, fuesen evangélicos, protestantes luteranos, católicos, ortodoxos, etc., que no obedecían al partido comunista del país que fuera, tanto en la Unión Soviética, como los llamados “Satélites de la URSS” y también en la China de Mao, etc.



[2] El Concilio Vaticano II tuvo su comienzo en octubre de 1962 y terminó en diciembre de 1965. 



[3] Los cambios no fueron tan rápidos como debieron serlo, ni en la medida que debieron producirse; pero se produjeron, poco a poco y con la finalidad de dejar atrás el Régimen dictatorial. El Cardenal Vicente Enrique y Tarancón, fue, junto con otros hombres significativos, artífice de lo que hoy se conoce como el “periodo de la Transición”. De parte de algunos del llamado búnker de las fuerzas armadas, dicho Cardenal tuvo que oír en el entierro de algunas de las víctimas asesinadas por ETA: “Tarancón al paredón” por formar parte de aquel cambio de régimen. 



[4] Fue precisamente, un capitán del Ejército el que tranquilizó a mi padre (Brigada de la Guardia Civil, entonces) cuando yo me entregué al Señor, diciéndole: “No se preocupe usted... de aquí a 20 años todas las iglesias van a estar unidas”. Entre otras cosas, eso era lo que él había percibido del C. Vaticano II. Y su consejo surtió efectos positivos en mi progenitor.



[5] Al parecer el Ministro mencionado estaba mal informado y creía que todo cuanto le decían en las cancillerías sobre el maltrato a “los protestantes” en España, era un infundio. Así que los embajadores de otros países le instaban a que se aprobaran leyes sobre la libertad religiosa en España. 



[6] Cito de memoria. El Sr. Cardona dio un amplio testimonio en nuestra ciudad cuando, desde la Fraternidad de Pastores se le dio un homenaje por su labor durante tantos años, a favor del pueblo Evangélico. Pero básicamente, ese fue el contenido de la frase que aquí he compartido.



[7] El citado hermano Hans, estuvo entre nosotros sobre el año 1975 y pudimos oír de su propia voz testimonios de mucho valor, tanto de la obra de Dios como de la persecución que sufrían nuestros hermanos en los países “tras la Cortina de Hierro” que visitaban.



[8] Así se denominaban a los países que estaban bajo el dominio de la Unión Soviética, mientras que la conocida como “Cortina de bambú” se aplicaba a la barrera que impedía entrar en la China con propósitos “ilegales”, según el Régimen Comunista chino.



[9] Por supuesto no todos los que sufrieron persecución y murieron eran creyentes. Muchos más eran críticos con el gobierno, otros solo eran sospechosos “de algo” que parecía que era necesario que fuesen a engrosar las filas de los deportados, encarcelados, torturados, esclavizados y/o fusilados. Más de veinte millones de personas murieron en ese criminal régimen soviético en el espacio de unos 30 años, más o menos. 



[10] Alexander Solzhenitsin fue condenado a 10 años a trabajar en uno de los campos del llamado Gulag, solo por criticar al gobierno de Stalin en una carta que pasó la “censura”. Él escribió algunos libros y entre ellos los titulados “Un día en la vida de Iván Denisovich” y “Archipiélago Gulag”. En el primero describe lo que era un día en el campo de concentración y que fue lo que él mismo experimentó; y en el segundo todo lo relacionado con los campos de concentración repartidos por toda la Unión Soviética, donde millones de personas fueron esclavizadas y condenadas a morir. En el año 1970 Solzhenitsin ganó el Premio Nobel de Literatura. Pero según mis amigos comunistas, este acto también fue una acción de propaganda para poner en evidencia a la Unión Soviética.



[11] Una referencia posterior a la citada visita del citado escritor.



[12] Mateo 7:1-6.



[13] Romanos 1:16-17.


 

 


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