Gran poeta, prosista y autor dramático, nació en Cádiz el 3 de mayo de 1897. Otros biógrafos, inexplicablemente, sitúan el año de su nacimiento en 1898. Estudió bachillerato en Cádiz y la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla, doctorándose en Madrid. A los 16 años lee su poema Trova en los Juegos florales del Puerto de Santa María. Fue muy aplaudido. Los aplausos se repitieron, aumentados, dos años después en el curso de una lectura de su poesía en el teatro Reina Victoria de Sevilla.

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De 1920 a 1930 Pemán escribe mucho. Poesía, ensayo y periodismo. Ya es conocido como poeta nuevo y poeta andaluz. Durante algún tiempo ejerció la abogacía. En 1936 fue designado miembro de la Real Academia de la Lengua Española y director de ese organismo desde 1939 a 1947. Durante la guerra incivil fue presidente de la Comisión de cultura y enseñanza del Gobierno de Burgos. Su primer libro, De la vida íntima, aparece en 1932, prologado por Rodríguez Marín. Monárquico convencido, fue presidente del Consejo Privado Político de don Juan de Borbón, Conde de Barcelona, abuelo del actual Rey de España Felipe VI. Sus ideas monárquicas las expuso en el libro titulado Razones para la Monarquía.

Entre 1941 y 1948 viajó por varios países de Hispanoamérica donde tuvo grandes éxitos y reconocimiento a su gran talento y cultura. En 1981, el entonces rey Juan Carlos le otorgó el Toisón de Oro, la más alta condecoración que concede la monarquía española. Autor dramático y fecundo, una de sus representaciones de más éxito fue El divino impaciente, basada en la vida de San Francisco Javier. En televisión española tuvo mucho éxito con la serie El Séneca, en la que intervino el popular actor conocido como ‘El Brujo’. Ganó el Premio Mariano de Cavia y el Premio Pujol, dotado con 100.000 pesetas de las de entonces.

José María Pemán murió en la misma ciudad donde nació, Cádiz, el 19 de julio 1981 a los 84 años. 

Ascenso del hombre hacia Dios

Tú estás también en el pecado mismo 

como en la sombra el sol.

Hay algo que te anhela

en cada anhelo y en cada pasión.

Y cada crimen lleva en el impulso 

que lo mueve, empezada

su propia redención.

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Separa tú la paja

de los granos, Señor,

en la turbia cosecha de mi vida, 

florida de pasión.

Yo, Señor, te lo ofrezco todo junto:

el anhelo y la angustia y el gozo y el dolor

¡y el surtidor esbelto de plata y sol que fluye 

como un llanto invertido, sobre mi corazón!

Tú, Señor, en tu torre de silencio

y lejanía, estás sobre la arena 

de mi desolación.

Por el vaivén que mueven en su altura 

displicente, las hojas de las palmas, 

he adivinado el soplo de tu amor...

¡Pero no lo he sentido 

llegar hasta la arena 

de mi desolación!

¡Ay, quién me diera una palabra nueva, 

virgen como la aurora, para

nombrar al Dios de la Verdad, con ella!

Una palabra exacta que tuviera, 

como el prado con lluvia, una infinita 

ternura blanda y una

clarísima belleza.

¡Y repetir esa palabra siempre: 

con las esquilas de la madrugada

y en el atardecer, con las hogueras!

Y hacer así de esa palabra bella 

profesión y ejercicio

y oración y poema...