Las dificultades existentes a la hora de interpretar el texto bíblico (¡Que las hay!) no deberían desanimarnos al enfrentarnos con esa tarea.
Sí, cuidado con el literalismo bíblico porque a lo largo de la historia siempre ha habido y sigue habiendo esa tendencia de muchos a interpretar la Biblia de forma literal y así aplicarla en todas sus partes y en todo tiempo, sin tener en cuenta el género literario usado por los autores bíblicos, el contexto cultural, las circunstancias en las cuales se escribió el texto, la parte de la Biblia a la cual pertenece (Antiguo o Nuevo Testamento), etc. Tener en cuenta esas realidades, no solo nos permitiría conocer el verdadero sentido del texto, sino realizar una trasposición del mismo para aplicarlo a nuestro propio tiempo y contexto cultural. Con lo dicho al principio, ya hemos definido lo que es el literalismo. Práctica que lleva a muchos pastores y creyentes a enseñar y cometer verdaderos disparates que sólo con el paso del tiempo, a veces a base de sufrimiento y enseñanza adecuada, caen en la cuenta de lo errado de su posición.
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Sabemos que la Biblia fue escrita en el transcurso de unos 1500 años, por unos 40 autores en lugares diferentes, con posiciones sociales, circunstancias y estados de ánimo muy diferentes. A todo eso hay que añadir los idiomas en los que fue escrita: hebreo, arameo y el griego y usando diferentes estilos literarios: historia, poesía, género epistolar, didáctico, profético, apocalíptico, etc., lo cual dificulta, en gran parte, su interpretacióni.
Cuando era joven oí en un medio de comunicación la noticia de que en un país de Sudamérica un hombre se había cortado la mano con un machete, porque según él “le era ocasión de caer” y Jesucristo dijo aquello de... “Si tu mano te es ocasión de caer, córtala y sepárala de ti; pues mejor es que se pierda uno de tus miembros y no que todo tu cuerpo sea echado en el infierno” (Mt. 5.27-30). Aunque ese caso nos parece un tanto exagerado, peor todavía fue el hecho de que por interpretar y aplicar literalmente algunos pasajes de la Biblia, muchos cristianos han justificado la esclavitud y, por siglos, han considerado a la mujer como inferior al varón, impidiéndole su formación cultural y ministrar en las iglesias, de acuerdo a los dones recibidos de parte de Dios.
Podríamos añadir algunos ejemplos más. Por seguir una interpretación y aplicación literalista del texto bíblico, en el pasado no muy lejano, en muchas iglesias se ha visto mal el arreglo personal de las mujeres y han prohibido el uso de adornos (1ªTi.2.9-15; 1ªP.3.2-4) hasta el punto de que, incluso parecía ser más espiritual que las mujeres vistieran con colores nada atrayentes. El color gris parecía el color preferido -¡y más espiritual!- mientras que los colores alegres, eran vistos como “mundanos y carnales”. Igualmente, hemos conocido creyentes que no querían comprar nada a plazos, porque decían: “La Biblia dice: ‘No debáis nada a nadie’” (Ro. 13.8). De esa manera se coartaba en los creyentes la idea de comprar a plazos cosas necesarias para el desenvolvimiento en la vida diaria.
Otra mala interpretación y aplicación de un texto bíblico se encuentra en Isaías 64.6, donde leemos: “Si bien todas nuestras obras son como suciedad y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia”. Pero ese texto tiene sentido dentro del contexto de una sociedad corrompida de forma evidente, a todos los niveles: el politico, el jurídico, el religioso y el social; pero todos tenían la prentensión de conseguir el favor de Dios a todos los efectosii. Sin embargo, he visto una y otra vez cómo muchos lo han aplicado y lo siguen aplicando en la evangelización a toda persona que tienen delante. Pareciera que están empeñados, a toda costa, en que el oyente “comprenda” la doctrina de “la depravación del ser humano”, porque si no, no pueden hablarle todavía de la salvación de Dios en Cristo. Pero una cosa es señalar que “todos somos pecadores” (Ro.3.22) y que nuestras obras no podrán jamás pagar por nuestra salvación, ni justificarnos delante de Dios -por muy buenas que sean- y otra es calificar las obras del que tenemos delante, de lo que dice el texto bíblico mencionado. Estos “predicadores” tratan de hacer la obra del Espíritu de Dios, donde el Espíritu no está haciendo ni tratando de decir nada de lo que ellos pretenden. Siempre he pensado que, al menos de vez en cuando algún “Natanael” nos habremos encontrado y del cual podíamos decir lo que dijo Jesús de aquel!iii Lo cual no significaría que el tal se le exima de los requisitos para ser salvo, tal y cómo ordena el Evangelio de Jesús.
Otra cita bíblica mal entendida y sobre todo aplicada es la que se encuentra en el Salmo 37.25: “Joven fui y he envejecido y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan”. Texto este que se toma como una promesa de carácter absoluto, cuando ni es una promesa y mucho menos de carácter absoluto, dado que “el justo” muchas veces le fue negado el pan y sufrió carencias de todo tipo, precisamente por “ser justo”. De otra forma no se hubiera escrito Hebreos 11.35-38, ni tantos otros pasajes de la historia de la cristiandad, bajo regímenes totalitarios. Entonces, el texto debe interpretarse acorde con su estilo literario, su significado y en su propio contexto. Luego, no todos los textos de la Biblia son de aplicación para nuestros días; o quizás pudieran tener una aplicación diferente de la que tuvo en su tiempo. Ponemos por ejemplo, el lavado de pies que hizo Jesús a sus discípulosiv. Hoy no se hace esa práctica, por razones más que lógicasv. Sin embargo la aplicación del texto mencionado es de actualidad por el principio que se deriva de la acción de Jesús. Dicho principio es el que el creyente debe tener una actitud para el servicio, sin importar cuán humilde pudiera ser este.
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La interpretación y aplicación literalista del texto bíblico sin tener en cuenta el contexto cultural y todo aquello que podría llevarnos a entender que podría tener una aplicación diferente en tiempos y culturas diferentes, se ha convertido en muchas ocasiones en una tiranía que ha esclavizado a muchos verdaderos y sinceros cristianos que reciben de buena fe las “enseñanzas” de sus líderes/pastores como si fueran de Dios mismo. Sin embargo dicha realidad contrasta con las palabras de Jesús:
“Si permaneciereis en mi palabra, y mis palabras permanecen en vosotros seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (J.8.31-32).
Claro, una cosa es la palabra de Jesús que nos enseña y nos libera y otra muy diferente las interpretaciones que nosotros mismos podamos hacer de las palabras del Maestro. Nuestras palabras solo pueden ser provechosas a efectos de verdadera libertad, de “edificación, exhortación y consolación”vi cuando nos mantenemos fieles a la Palabra de Dios. Pero las interpretaciones incorrectas nos llevarían en todo caso a errores, no solo a nosotros sino a los que pudieran estar bajo nuestro cuidado pastoral. Y eso es un asunto bastante serio y delicado. Sin embargo, las dificultades existentes a la hora de interpretar el texto bíblico (¡Que las hay!) no deberían desanimarnos al enfrentarnos con esa tarea. Más bien deberían de llenarnos de humildad, echando mano de la gracia de Dios, reconociendo la asistencia del Espíritu Santo que inspiró las Sagradas Escrituras y haciendo uso de las herramientas adecuadas. Entre otras importantes, algunos buenos libros que tratan sobre hermenéutica, es decir “la ciencia -y el arte- de la interpretación bíblica”vii Así estaremos en condiciones de emprender tan inestimable y santa tarea.
Entonces, ¡Ánimo y adelante!
Notas
i Eso no quita que reconozcamos que el mensaje principal de la Biblia se pueda entender facilmente; es decir el cómo ser salvo por medio de Jesucristo y lo que Dios demanda para vivir la vida que a Él le agrada. Pero eso no es el todo en las Sagradas Escrituras, lógicamente.
v Y cuando se lleva a cabo, se hace más de forma simbólica, expresando de esa manera la condición de “siervo” y el deseo de servir del que así lo hace. Bien sea en su nombre o en nombre de la institución que representa.
vii Martínez José María. HERMENÉUTICA BÍBLICA. Edt. CLIE. 1984. Stott John.
HERMENÉUTICA. Entendiendo la Palabra de Dios. J. Scott Duval y J. Daniel Hays. Edt. CLIE, 2008
EL CRISTIANO CONTEMPORÁNEO, 1995. Edt. Nueva Creación. Especialmente el capítulo 12, titulado “La trasposición de la Palabra”. (Afortunadamente, tenemos a nuestra disposición muy buenos libros relacionados con el tema de la hermenéutica y entre los cuales están los mencionados aquí)
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