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Shibboleths que dividen

Shibboleth describe los marcadores culturales que separan el “Nosotros” de “Ellos”. ¿Cómo navegan las personas con mentalidad misionera por este paisaje de shibboleths?

ACTUALIDAD AUTOR 1001/Sally_Mann TRADUCTOR Rosa Gubianas 02 DE MAYO DE 2022 16:47 h
Bancos, jardines y aventuras en búsqueda de la justicia social para desmantelar shibboleths. / Vista Journal.

Recuerdo haber visitado la Tate Modern para ver una sorprendente instalación artística de Doris Salcedo en 2007. Se trataba de una larga grieta en el suelo, que se profundizaba y ensanchaba en algunos puntos, y que recorría la enorme Sala de Turbinas.



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Me quedé intrigada por la forma en que los visitantes interactuaban con la misma (está claro que soy más socióloga que crítica de arte). Algunas personas seguían sus bordes dejando que les dirigiera a lo largo del vestíbulo, a los niños parecía encantarles saltar por encima, otros se sentaban a horcajadas y se dividían en el momento de estar a un lado y al otro.



Una gran fisura que pedía respuestas y era difícil de ignorar. Tenía un título intrigante: Shibboleth I-IV.



Soy socióloga laboral y la palabra “Shibboleth” ha encontrado su lugar en mi disciplina. Se utiliza para describir los marcadores culturales que los grupos utilizan para definir quiénes son, separando el “Nosotros” de “Ellos”.



Es parte de la “alteridad” que fomenta la solidaridad del grupo mediante prácticas excluyentes. Hay muchos shibboleths eficaces. La palabra puntualiza los códigos del lenguaje frecuentemente, pero hay aplicaciones más amplias y una plétora de prácticas culturales que politizan la diferencia.



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Al observar la instalación de la Tate, no sabía entonces que la palabra Shibboleth es bíblica. La misma solo aparece una vez. Se trata de un extraño vocablo antiguo que quiere decir “espiga” o posiblemente “río” y que procede de un relato del libro de los Jueces, capítulo 12, versículos 1-15.



Pero no es el significado literal lo que ha hecho que esta antigua palabra se utilice actualmente en la sociología y el arte sino la extraña narración de la que procede. Es una historia sobre fronteras y entornos hostiles y acerca de los efectos letales de la alteridad.



Es una leyenda para interrogar la práctica misionera de hoy y que, para mí, reúne la imaginación sociológica y las experiencias vividas en la misión de Newham, el distrito multitudinario londinense en el que vivo.



La historia bíblica está ambientada en las secuelas de la guerra. Las tribus israelíes de Efraín y Galaad estaban divididas físicamente por el río Jordán. Una guerra reciente con los amonitas provocó un conflicto interétnico.



Los de Galaad fueron conducidos a la victoria por Jefté, un gobernante con un pasado traumático, pero era evidente que servía para la guerra. Tras la derrota amonita, algunos efraimitas, que habían apoyado al bando equivocado o habían cruzado el río para recoger parte del botín de su vecino, quedaron abandonados en el lado incorrecto del Jordán.



Mientras intentaban cruzar a su país, los hombres de Jefté vigilaban los puentes y vados, exigiendo a los viajeros que pronunciaran la palabra “shibboleth” para poder pasar con seguridad.



Los efraimitas occidentales no tenían el sonido sh en su lengua y así se revelaba su alteridad. “Los hombres de Jefté capturaron a cuarenta y dos mil hombres y los mataron aquel día” (Jueces 12:2-6); un verso casi desechable que describe la carnicería de la guerra.



Me quedé estupefacta ante este verso y su descripción casual de la matanza militar. La Biblia me hace eso a veces.



Dejo la Biblia y pongo las noticias y soy muy consciente de que nuestro contexto pide a gritos su propia eiségesis. Europa se ha visto inmersa en una nueva guerra; no sea que alguna vez dejemos de lado nuestro compromiso con el militarismo.



Esta guerra está cerca y replantea este debate sobre las fronteras y la alteridad. Estoy al corriente del privilegio de tener un lugar seguro para la reflexión y de lo burdas que suenan las discusiones teóricas mientras otros miles de personas en Europa se ven desplazadas, pierden sus hogares y sus vidas.



Nos estremecemos ante el horror de las armas que apuntan a quienes intentan encontrar un paso seguro. Estas escenas nos hablan del coste humano de las fronteras nacionales. Son lugares donde se manifiesta la “banalidad del mal”, como describe Hannah Arendt.



Los intentos de rediseñar y reforzar los shibboleths se llevan a cabo con la destrucción no solo de vidas humanas, sino de las mismas cosas que definen nuestra humanidad.



Y, gracias a Dios, también vemos allí a quienes están dispuestos a atravesar las fronteras de la diferencia y a proteger, curar, alimentar y acoger.



Más allá del teatro de la guerra, el auge del popularismo y los efectos perturbadores de la globalización han dejado el panorama europeo desgarrado de fronteras físicas y culturales.



El comentarista indio Mishra describió nuestra sociedad como la “era de la ira”, trastornada por la incertidumbre geopolítica en la que la política está impulsada por un enfoque implacable en la “lógica” y el “racionalismo liberal” a expensas de la capacidad de sensibilidad emocional.



[photo_footer]Vista Jorunal.[/photo_footer]



Los “shibboleths” que nos separan a “Nosotros” de “Ellos” son internacionales, nacionales y locales. Se expresan en la polarización del discurso político, en las sala de eco de las redes sociales y en la deshumanización de todos los que cruzan o difuminan las fronteras: desde los migrantes hasta los “raros”. 



¿Cuál es la respuesta que daría Jesús? ¿Cómo podemos expresar la kenarquía de Dios, el alboroto del amor, en un paisaje así?



Vivo en una ciudad en la que los despojos del Imperio están incorporados a su arquitectura, dentro de una cultura plagada de colonialismo. Mi rincón de Londres es un muelle de aterrizaje multicultural para el mundo, formado por olas de migración. Newham tiene el porcentaje más bajo de residentes británicos blancos de todos los distritos de Londres. 



La proporción de británicos blancos en la población se redujo del 33,8% en 2001 a cerca del 15% en la actualidad, el mayor cambio en cualquier dominio local de Inglaterra en este periodo de tiempo. La “raza” importa aquí. Newham es también el distrito más religioso del Reino Unido (según el censo de 2011).



El 40% de los encuestados en el censo se identificó como cristiano (lo que refleja la herencia de los migrantes recientes), el 32% musulmán (que es el grupo religioso de más rápido crecimiento) y el 8,8% hindú.



Hay pequeñas comunidades budistas, sijs y judías y con un 9,5%, tenemos la tasa más baja del Reino Unido de “no afiliados” a ninguna religión.



Muchas de las iglesias cristianas son independientes y un número importante de ellas son ramas de iglesias internacionales, sobre todo africanas. Yo soy étnicamente blanca y culturalmente “cockney”, de una comunidad de clase trabajadora del East-End, la cuarta de seis generaciones de mi familia que viven en las mismas cuatro calles.



Celebro mi culto en la misma iglesia en la que mi abuela encontró la salvación cuando era niña en un barrio marginal del East-End. Soy una de los ministros de la misma iglesia



Mi sentido de la vocación se ha expresado a través de una llamada a permanecer y ser una presencia cristiana fiel dentro de un panorama que cambia rápidamente; a ser una persona familiar para mis vecinos, a ser abierta y esperanzada.



Nuestra principal práctica misionera ha sido la organización de la sociedad y la reunión fiel para el culto en la comunidad plural que amamos.



Así pues, mi vida y mi fe estarían representadas en la instalación de la Tate como esa persona que salta el shibboleth, que cruza y vuelve a cruzar, viendo lo que me ocurre a mí y a los demás en los espacios liminales.



En mi vecindad, cada día es una oportunidad para encontrar al “Otro” de forma transformadora. Ha sido una forma de vida y creo que “permanecer aquí” me ha ofrecido un increíble viaje espiritual.



Entonces, ¿cómo navegan las personas con mentalidad misionera por este paisaje de shibboleths?



Para mí, el Evangelio implica encontrar a Cristo en momentos de alteridad; de encuentros con el extranjero. Me siento atraída por los bordes borrosos de la vida eclesiástica y por la búsqueda de prácticas misioneras que salven las diferencias.



En mi iglesia de Bonny Downs hemos encontrado muchas formas de trabajar por el bien común con nuestros vecinos: dando vida a un centro comunitario y a un jardín; organizando actividades deportivas y trabajando juntos en la provisión de jóvenes.



Estar aquí durante casi tres décadas nos ha dado tiempo para crear estructuras en torno a estos esfuerzos. Nos unimos a otros para crear una asociación comunitaria local.



Como seguidores de Jesús, nos reunimos para el culto en el jardín comunitario en verano y en el centro en los meses más fríos.



Hemos asumido el reto de caminar hacia un culto que sea más de “mesas que escenarios”. Buscamos reuniones de varias voces para reflejar nuestro modelo de liderazgo más plano. El estipendio de nuestro ministro único se divide entre cuatro líderes misioneros, de los cuales yo soy uno.



Todos somos biprofesionales, con funciones en proyectos comunitarios locales. Nuestra visión de futuro es reconstruir nuestra iglesia como una “abadía urbana” en la que podamos vivir de forma intencionada e invitar a los que están en transición de “personas en situación de sin hogar” a unirse a nosotros.



Consideramos que la hospitalidad es importante, tanto para darla como para recibirla. Ser un vecino puede expresarse a través de tener un banco en el jardín delantero y no en el trasero - aquí está el mío. Es un lugar para darse a conocer y alternar con los vecinos.



Mi iglesia trata de ser un lugar de acogida para los inmigrantes recientes en un entorno hostil. El pan de cada día de la pastoral urbana es ofrecer espacios de encuentro a los vecinos y proyectos de justicia que acerquen a la gente.



Adoptamos métodos basados en los activos para extraer los dones de quienes se encuentran en el limbo de nuestros procesos de asilo. Esto ha dado lugar a una empresa social de jardinería y a grupos de conversación en inglés en torno a la cocina.



Nada de esto es especialmente único en la misión urbana. Sin embargo, es hermoso, desordenado y hace que mi comunidad sea el mejor lugar del mundo para ser discipulada.



En resumen, hemos encontrado que las mesas, los bancos, los jardines y las aventuras en búsqueda de la justicia desmontan los shibboleths y nos ayudan a encontrar nuestra identidad primaria como peregrinos a través de una cultura cambiante y desenmarañada, sostenidos con seguridad dentro de la kenarquía expansiva y cósmica de Dios.



 



Sally Mann es ministra bautista, profesora de sociología en la Universidad de Greenwich y enseña en los programas de máster del Nazarene Theological College. Ella y su marido Dave son los fundadores de Red Letter Christians UK, cuyo objetivo es dar voz a las iglesias locales que trabajan por Jesús y la justicia.



Este artículo apareció por primera vez en la edición de abril de 2022 de la revista Vista. Vista es una revista online que ofrece información basada en la investigación sobre la misión en Europa. Fundada en 2010, cada edición temática cubre una variedad de perspectivas sobre temas cruciales para la misión. Descargue la última edición o lee los artículos individuales aquí.


 

 


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