Hace ahora medio siglo que el “porno duro” entró en las salas de cine de Estados Unidos. La película Garganta profunda (1972) provocó un largo proceso judicial que le dio tal fama que acabó dando nombre al confidente que provocó la caída de Nixon por el escándalo Watergate. Tanto el director italoamericano de origen católico (Gerard Damiano) como los dos protagonistas (Harry Reems y Linda Lovelace), han muerto ya. Lo que pocos saben es que las personas ocultas bajo esos seudónimos “nacieron de nuevo” cuando se convirtieron al cristianismo, tras dejar la pornografía.

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A la generación del video doméstico en los 80 y de Internet en este siglo le cuesta imaginar que el “vicio solitario” se practicaba en grupo y al lado de desconocidos en cines normales. “Nadie con menos de cincuenta años, sabe siquiera quién soy yo –dijo antes de morir, el hombre que aparecía con el nombre de Harry Reems en la mayor parte de las películas que se hacían “para adultos” hasta mediados de los 80– a no ser que seas un historiador del porno, y eso sí que me parece algo enfermizo” –decía, riéndose, “el primer actor procesado por un tribunal federal a causa de una película”–.

El llamado porno chic tuvo tal efecto en la sociedad norteamericana que muchos famosos reconocían en la televisión haber visto esta película en cualquier cine de las grandes ciudades estadounidenses. La forma en cómo se permitió, legalmente, la pornografía en aquella época era con el calificativo de “valor social redentor”. Al principio eran cintas danesas que pretendían ser medios de educación sexual, pero mostraban actos explícitos ante algún personaje con bata de médico. Luego son historias que aúnan estas escenas con diálogos e imágenes en el exterior, donde los intérpretes que eran a menudo actores de verdad –no gente que se dedicaba a la prostitución– aparecían vestidos entre medio de una serie de encuentros sexuales sin otra justificación que la estimulación sexual del espectador. 

[photo_footer]Los cristianos hablan mucho de la moral y de la familia, pero poco del Evangelio que transforma pecadores.[/photo_footer]

Legalización de la pornografía

Antes de llegar la pornografía a las salas, se vendían revistas de fotos en “librerías para adultos”, donde empezaron a instalarse máquinas y cabinas que mostraban en bucle cortos, como los actuales videoclips de Internet, por el pago de monedas que ingresaban los fondos de la mafia que estaba detrás de esta incipiente industria. Es así como el joven neoyorquino Damiano consigue la financiación de la mafia para hacer su primera película en Florida, que pasará a la historia por el largo proceso judicial al que dio lugar, que llenó las páginas de los periódicos durante muchos años.

Curiosamente, la acusación que llevó a los tribunales a once personas por Garganta profunda, no fue por “indecencia” o “escándalo público”. Fueron arrestadas en 1974 por el FBI, por el cargo de “conspiración de transportar material obsceno, más allá de las fronteras interestatales”. Los detenidos se aferraron a la Primera Enmienda, siendo absueltos en 1977, tras un recurso en el que Harry recibió el apoyo público de actores como Warren Beatty o Jack Nicholson, después de ser elegido Jimmy Carter. 

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Desde entonces, hablar de “abolición” de la pornografía es como pretender poner “vallas al campo”, algo todavía más imposible en la era de Internet de lo que fue entonces. Fue además, el partido republicano –no el demócrata– el que permite la “revolución sexual” como consecuencia de la libertad de la sociedad de consumo capitalista –ya que no solo tanto el nazismo o el fascismo, prohibieron el “arte inmoral”, sino también los llamados países socialistas o comunistas–.

[photo_footer]Hasta ser absuelto en 1977, Harry recibió el apoyo público de actores como Warren Beatty o Jack Nicholson.[/photo_footer]

De vuelta a casa

Linda, que de soltera, se llamaba Boreman, murió en un accidente de coche en el año 2002, a los 53 años. En los años 80 dijo que “Dios había cambiado su vida”. Dejó la pornografía y acusó a su marido, Chuck Traynor, de haberla obligado a hacer escenas sexuales a punta de pistola, algo que han negado siempre los que hicieron aquellas películas con ella. Se casó de nuevo y tuvo dos hijos con su nuevo apellido, Marchiano, emprendiendo una cruzada con cristianos y feministas contra la pornografía. Varias películas cuentan ahora su historia.

Harry Reems –cuyo nombre real era Streicher– dejó la pornografía a finales de los 80, destrozado por el alcohol. Murió de cáncer en 2013, a los 65 años en Utah, donde vivía “durante más de veinte años, limpio y sobrio, casado con la misma mujer y asistiendo a la iglesia”. Un pastor metodista, Mark Heiss, le llevó a la fe evangélica en Park City Community Church, después de visitar varias iglesias, siendo todavía alcohólico. Decía que “si no hubiera puesto a Dios en mi vida, estaría muerto ahora”, pero no se consideraba “religioso, sino espiritual, al cien por cien”. 

Tanto Harry como Linda, nacieron en el barrio neoyorquino del Bronx. Los dos tuvieron padres distantes, uno era policía, pero el otro recogía dinero para un gánster, antes de montar una imprenta. Él era judío, pero ella tuvo una educación católica. Sus compañeras la conocían como “la señorita santa, santa”, por la distancia que mantenía de los chicos. Sin embargo, tuvo un hijo a los 19 años, que entregó a la adopción. Perdió la virginidad, también, después del instituto.

La revolución sexual

Harry fue a la universidad para ser dentista, cuando le llamaron a Vietnam. Estaba en el hospital, cuando su padre se puso terminalmente enfermo. Ella tuvo un grave accidente de coche, por el que volvió a casa a recuperarse. Eran los años 60. Los dos se convirtieron en hippies. El hacía teatro y anuncios de cereales, cuando conoce a una “stripper” mayor que él, que le lleva a Puerto Rico. En esa época Linda encuentra a su marido. Él era dueño de un bar, pero había tenido un pasado proxeneta. Aunque ella no se dedicó a la prostitución, dice que la mantuvo prisionera, golpeándola y obligándola a todo tipo de juegos sexuales, que según él, ella hacía voluntariamente.

Los dos entran en la pornografía cuando era todavía ilegal. Hacen cortometrajes mudos, los llamados loops, que se filmaban secretamente con cámaras de 8 milímetros en apartamentos de Nueva York. Harry fue contratado como técnico de iluminación, pero acabó convirtiéndose en el protagonista masculino de la mayoría de las películas, por la facilidad que tenía para poder realizar un acto sexual en cualquier momento –algo nada sencillo, para el hombre, cuando no había pastillas y se sentía intimidado al ser el centro de atención–.  Algunos eran actores profesionales, generalmente de mediana edad. Las chicas tenían aspecto hippy, pero los hombres solían ser ya edad madura, como Reems, que solía hacer de médico, por la coartada legal que hacía pasar la pornografía como medio de educación sexual.

Resulta increíble hoy que estas películas se vieran en cines normales, como vemos en Taxi Driver. La creación de salas especiales fue en los años 80. La aparición del vídeo a mediados de esa década cambiará toda la industria. La producción se hace mucho más barata. Los primeros estudios desaparecen con su sistema de “estrellas”. Era un grupo cerrado, pero bastantes murieron a causa del sida, por transmisión sexual o drogas. Linda y Harry no eran más que los supervivientes de un mundo que desapareció y ya ni siquiera está a la distancia de un móvil o un clic de ordenador, porque la pornografía cambió totalmente.

[photo_footer]La primera película que hizo Harry en 1970 fue la historia del predicador David Wilkerson.[/photo_footer]

Pornografía y evangelismo

El cristianismo es hoy una religión respetable, pero hubo un tiempo en que eran los corruptos y las prostitutas quienes eran amigos de Jesús. El evangelismo y la pornografía no están tan lejos como muchos piensan. La primera película que hizo Harry fue La cruz y el puñal en 1970, la historia del predicador pentecostal David Wilkerson, que fue a Nueva York en los 50 para evangelizar a los miembros de bandas juveniles que caían en los lazos de la droga. Es el único filme que dirigió el actor que trabajó con Marilyn Monroe en Bus Stop, Don Murray, pero lo produjo el principal artífice de las películas de Billy Graham hasta los años 60, Dick Ross. Su intención era hacer obras más realistas, que llegaran al gran público, utilizando actores famosos como el cantante evangélico Pat Boone o la estrella de la televisión Eric Estrada, pero también chicos de la calle como Harry.

Curiosamente, la principal protagonista de las películas de Dick Ross para Billy Graham en los años 50 y 60, hasta Los inquietos, era Georgia Lee, que acabó haciendo una película erótica con la compañera de Reems en Garganta profunda, Linda Lovelace. En ella aparece también su marido, que era un reconocido predicador que fundó una iglesia presbiteriana en un valle de California, ¡además de su hija! ¿Cómo es esto posible? Esa es otra historia, mucho más compleja que demuestra que nuestros relatos de conversión son a veces demasiados simples.

[photo_footer]La protagonista de las películas de Billy Graham en los años 50 y 60, Georgia Lee, acabó haciendo una película erótica con Linda, su hija y su marido, que era predicador.[/photo_footer]

Es cierto que Linda misma fue algo contradictoria. Sus cuatro autobiografías, las dos primeras defendiendo la pornografía –parece que escritas por su marido y agente, Traynor–, mientras que las otras dos en contra, revelan la inestabilidad de una persona que tendía siempre a culpar a los demás de sus problemas. Su idea de que la pornografía no era más que “una violación legalizada”, no convenció a muchos, pero sus suaves maneras mostraban una chica confusa, necesitada de amor y aceptación.

Harry era más honesto. Reconocía su responsabilidad por todo lo que había hecho. “Fue el tiempo más solitario de mi vida”, dice. Lo cuenta en el documental que hicieron sobre la película en el año 2005. Habla de su pasado tan abiertamente, que a veces uno tiene la impresión de que no se avergüenza realmente de ello. Hay testimonios de conversión sobre los que dice Spurgeon que son como “echar flores sobre tu tumba”. Son palabras sinceras de personas que han sido realmente convertidas, pero, por la manera en que se recrean en su pasado, parece que finalmente están orgullosos de ello.

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El milagro de la conversión

Los testimonios tienen, sin embargo, el valor de mostrar cómo Dios puede cambiar a cualquier persona. Es por eso por lo que cuento esta historia, obviamente. La vida de Linda y Harry nos muestra que no hay nadie que esté tan perdido que no haya esperanza para él. Dios salva pecadores, no lo olvidemos. La impresión que da la Iglesia, a veces, es todo lo contrario. Parece un lugar respetable, para gente buena, donde pocos se atreven a entrar. Se habla mucho de la moral y de la familia, pero poco del Evangelio que transforma pecadores.

El escándalo de la cruz es que Cristo murió por nosotros, siendo aún pecadores (Romanos 5:8). El cristianismo no es para buenas personas, sino para hacernos nuevas personas. Cuando los autores del documental encontraron a Harry en 2005, “habían oído que era un cristiano nacido de nuevo y se prepararon para lo peor, pero él realmente encarna los valores que los extremistas cristianos sólo pretenden”. No volvió a beber, ni a ver una película porno en veinte años. Cuando Linda tuvo que hacerse un trasplante de hígado, le mandó dinero, pero nunca volvió a hablar con ella después de la película. Aprendió que “lo único que tiene que cambiar, para cambiar, es todo”, dijo.

Es el milagro de la conversión, algo imposible de explicar por la mera fuerza de voluntad. El optimismo humanista habla del poder del espíritu humano para superar cualquier problema, pero la realidad es que dejas una adicción, para adquirir otra. ¿No es la fe otra dependencia más? Cuando Jesús dijo a Nicodemo que tenía que “nacer de nuevo”, era para “entrar en el Reino de Dios” (Juan 3:3). No podemos ser libres si Dios no gobierna nuestra vida, pero lo que para nosotros es imposible, es posible para Dios.

[photo_footer]Harry murió de cáncer en 2013, a los 65 años en Utah, donde vivió durante más de veinte años, limpio y sobrio, casado con la misma mujer y asistiendo a la iglesia.[/photo_footer]

Nueva vida

Nuestro problema no es la educación disfuncional que hayamos recibido. No somos un producto de nuestra condición social o configuración genética. Nuestra dificultad es la tendencia incorregible que tenemos dentro, a vivir siempre centrados en nosotros mismos. Nuestro orgullo frustra continuamente todos nuestros empeños de ser mejores y cambiar este mundo. Es por eso por lo que la moralidad y la religión no pueden crear nuevas personas, porque se basan en la justicia propia, que viene de la autodisciplina y el esfuerzo humano.

Jesús le dice a Nicodemo que debemos nacer del agua y del Espíritu (Juan 3:5-7). Se refiere a la profecía de Ezequiel, por la que Dios anuncia a su pueblo rebelde que los lavará con agua y vivirá por su Espíritu en medio de ellos. Esa agua no se refiere al bautismo de arrepentimiento de Juan el Bautista, que no era tampoco suficiente, sino al lavamiento de la regeneración. Está diciendo, en una palabra, que hace falta la obra sobrenatural de Dios para cambiar al hombre.

El Espíritu de Dios actúa libremente en medio de los hombres (Jn. 3:8). La obra de Dios es soberana. No se puede controlar, ni predecir, solo observar su intervención en la vida de la gente. No hay personas más predispuestas que otras, a que Dios entre en su vida. Corruptos y prostitutas precederán a muchos religiosos en el reino de Dios (Mateo 21:21). Nadie está demasiado lejos para que Él lo alcance. ¿Qué otra esperanza tenemos de que Dios nos cambie?