Hay un peligro serio al decir a los pastores jóvenes y a los miembros de las iglesias que la psicología es mala per sé.
Hace tiempo, estaba escuchando una predicación de un líder evangélico famoso el cual tiene muchos seguidores. En su predicación hablaba en contra del uso de la psicología en la iglesia como parte de la consejería bíblica/cristiana. No digo el nombre. En YouTube puedes buscar “Predicaciones sobre la Biblia y la psicología” y te saldrán algunos predicadores famosos que sostienen esa posición. Eso sí, casi todos son de la misma línea teológica.
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Al considerar el tema del uso de la psicología dentro de la consejería cristiana, se puede entender que algunos tengan cierto rechazo hacia ella porque, durante décadas, a la psicología se la había considerado como la panacea que iba a solucionar todos los males del alma. Para ese tiempo a los pastores se les había arrebatado su trabajo en relación con la cura de almas y los psiquiatras eran como los nuevos sumos sacerdotes del siglo XX. Ellos se arrogaron la facultad de atender y “solucionar” todos los males del alma de la gente. Pero tuvieron que pasar algunas décadas para que se demostrara que, si bien pudieron ayudar a la gente en parte, los resultados no estuvieron a la altura de sus pretensiones. Seguramente sería por eso que, después de tanto trabajo y ardua e ilusionada dedicación por parte de psicólogos y psiquiatras, que la mayoría sufrieran una gran frustración.
En la década de los años sesenta del siglo pasado, un tal Jay E. Adams, que trabajaba en una clínica psiquiátrica, se dio cuenta de que muchos males y comportamientos raros que tenían su origen en causas espirituales, los diagnosticaban como “enfermedades mentales”. Él advirtió que, en muchos casos, tanto el diagnóstico como el tratamiento a los comportamientos consecuentes estaban totalmente equivocados. Él vio que esos supuestos “enfermos mentales” estaban condenados a la ruina el resto de sus vidas por una mala actuación psiquiátrica. Ante esa realidad, Jay E. Adams se dio al estudio de esa situación y descubrió que muchos supuestos enfermos mentales, se hubieran podido curar con tan solo un diagnóstico y terapia diferente al que recibieron. Así concluyó que para un diagnóstico y terapia espiritual, la psicología y psiquiatría estaba de más, y la cura de almas debía ser devuelta a los pastores de las iglesias a los cuales se les había arrebatado. Jay E. Adams fue así el pionero y a quien hay que agradecer mucho su buen trabajo en el sentido expuesto. El mismo Jay Adams aplicaba una técnica, que él llamó noutética, de modo que estaba haciendo ciencia con los propios principios bíblicos.
Sin embargo, y a pesar de sus conocimientos, tanto teológicos como psicológicos, Adams no agotó todo lo que se podía decir referente a la teología y la psicología. En un sentido, es lo que pasa cuando uno está afectado sensiblemente por su propio contexto y experiencia vivida. Así que era lógico que llevado por lo que había vivido, rechazó totalmente el uso de la psicología en la consejería cristiana, salvo que el paciente tuviera algún daño orgánico demostrado de forma médica. A partir de ahí, como teólogo que era, la Biblia sería la única fuente de consulta y cuyos principios serían usados como terapia en dicha consejería. No importaba el síndrome o problema psicológico que se le presentaba. Él tenía establecido en su consulta que si una persona no experimentaba cambios después de 8 sesiones, no seguiría más con ella debido a que, después de todo, era la persona la que no quería cambiar. Todo lo dicho anteriormente, queda recogido en su libro titulado, “Capacitado para orientar”i
Como siempre suele ocurrir, era posible irse al otro extremo y aunque muchos males del alma tienen una solución de carácter espiritual, recogida en las Sagradas Escrituras, eso no quiere decir que en el proceso de sanidad no se puedan usar las herramientas que tenemos a nuestro alcance, para procurarla sanidad interior de las personas de forma integral. Sobre todo, cuando se mezclan causas espirituales y de otro tipo.
El hecho es que por diversas razones, como la falta de conocimiento de las Escrituras y su aplicación, una cosmovisión defectuosa de la vida cristiana, una formación teológica deficiente, un llamamiento al ministerio equivocado, una falta de preparación de muchos pastores y una apreciación equivocada del propósito y las limitaciones de la propia psicología, han hecho que, en muchos lugares la psicología se haya entronizado en los púlpitos de las iglesias, usándola en lugar de la predicación y la enseñanza de la Palabra de Dios; y ésta, como la base principal de la consejería cristiana. Esa buena y preciosa “Palabra” que el apóstol Pablo calificó como de “sana doctrina”. “Sana” porque no solamente es la verdad de Dios (donde descansa la verdadera ortodoxia) sino porque tiene la virtud de sanar interiormente a las almas. Y aquí, se vino a caer en la gran contradicción de que, mientras al principio la psicología fue impuesta por los grandes impulsores de la misma, ahora, en vez de discernir el papel primordial de las Escrituras y el papel secundario de la psicología en la cura de almas, se le ha dado a esta última el primer lugar. Es decir mucha psicología y poco o nada de Palabra de Dios. Y eso no es de recibo. Eso es una desgracia para la iglesia.
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Así que, de ese contexto donde se ha priorizado la psicología sobre las Sagradas Escrituras, pasamos ahora al otro extremo; es decir con predicadores que desprecian la psicología que bien podría ser útil en el ministerio de la consejería cristiana. Y eso, por mucho que digan en contra, ciertos predicadores “famosos”. Como decía uno de ellos:
“Si una persona viene a ti, pastor, para ser aconsejada, ¿Tú qué haces, la enviarás al psicólogo?” Preguntaba el “gran predicador” de YouTube. A continuación comienza a hablar mal de la psicología y a argumentar que “la Biblia es suficiente…” Y añade: “Los fundadores de la psicología eran enemigos de la iglesia: Freud, Roger, Skinner… Entonces, ¿¡Cómo es posible que uses de la psicología en la consejería cristiana!?”.
Uno no puede dejar de pensar en aquellos hermanos y hermanas que son psicólogos y que pudieran estar entre el auditorio de ese predicador: “¡Tierra trágame!” Pensarían. Y los demás del auditorio, ¿no comenzarán a mirar de reojo al hermano/a “psicólogo/a” a partir de ese momento?
Pero, ¡un momento, predicador, déjame decirte algo! Si una persona viene a mí con problemas… no la envío al psicólogo. No necesariamente ni de forma inmediata. De momento, la atiendo yo o la persona que en la comunidad cristiana tiene la preparación en consejería bíblica para ello. Y eso durante el tiempo que haga falta. Pero mira, predicador, la gran mayoría de pastores, si bien pueden llevar a las almas a Cristo y al camino de la salvación y ayudarlas a ordenar sus vidas de acuerdo a la Palabra de Dios, por medio de la enseñanza y el buen consejo bíblico,no están capacitados para saber cuando tienen delante una persona con un problema con trastorno bipolar, un trastorno límite, o un trastorno disociativo de la personalidad (por poner algunos ejemplos). Tampoco sabrían cómo diagnosticar los males derivados de abusos y/o las violaciones cometidas reiteradamente en menores de edad. Ni tampoco podrían determinar qué tipo de depresión es el que sufre una determinada persona. Unas podrían tener su origen y ser de carácter espiritual, pero otras nada tendrían que ver con la espiritualidad de la persona; otras podrán ser endógenas y otras exógenas. Otras, podría incluir tanto lo espiritual como lo que no lo es. No. No podrían por muchas sesiones que tuvieran con ellas. Eso sin pensar en que como le pase algo grave o mortal al paciente, se vea en graves apuros legales por mala praxis y por no estar colegiado en el Colegio de psicólogos. O como haya una denuncia de por medio se vea también en apuros legales o administrativos.
En muchos casos de los mencionados, las personas sufren de un desequilibrio bio-químico y necesitan urgentemente (algunas, desesperadamente) un tratamiento médico. Y los pastores, tenemos que saber cuándo derivar a un profesional a una persona que no responde a la consejería bíblica, por mucho empeño que se ponga, ni en 8 ni en 20 sesiones; ni con oración, ayuno y uso de la Biblia y todo lo demás… A lo mejor sucede alguna vez, excepcionalmente, pero no es la norma. Sin embargo, un psicólogo (o un pastor con suficiente formación en teología y psicología) sabe cuándo enviar a un paciente al médico-psiquiatra, para que diagnostique y prescriba de acuerdo al mal que padezca. Hemos de tener en cuenta que para ser psicólogo hay que cursar un grado de 4 años mínimo… ¿qué formación terapeútica se da a los pastores en los seminarios? ¿Y qué pasa con aquellos que no han ido a seminario? ¡Ah, pero se han leído cuatro libros sobre consejería pastoral! Si queremos seriedad, el equilibrio está en buscar los principios bíblicos y aplicarlos con las herramientas de la psicología. Indudablemente un cristiano con cosmovisión bíblica sabrá discernir qué recursos/herramientas/terapias del campo de la psicología puede aplicar.
Por esas razones, añado, que es peligroso decirle a los nuevos pastores que con conocer la Biblia y la teología ellos podrán tratar con todos los casos y salir exitosos, porque, les dicen: “la Biblia es-todo-suficiente”. ¿Suficiente para qué? Esa es una buena pregunta que es necesario contestar debidamente. Porque cabe la posibilidad de que creamos que la Biblia es-todo-suficiente para salvarnos del pecado, vivir santamente en este mundo y darnos una esperanza cierta para el cielo, pero no tengamos ni idea de qué es y cómo funciona eso en otros muchos casos; aunque de manera tozuda digamos que sí, que lo sabemos.
Por ejemplo, cuántos han confiado en el poder de Dios y sus promesas para las enfermedades físicas y, confiados en “su Palabra” han orado por un enfermo, y han creído que sería sano, sin necesidad de la atención médica y el tratamiento consecuente. Pero al final, aunque la Biblia, las promesas y el poder de Dios son “más que suficientes” el enfermo murió, con las consecuentes frustraciones que padecen aquellos involucrados en todo eso.ii Pero luego, sería mejor aceptar con humildad que estuvimos equivocados, en vez de tratar de justificarnos echando la culpa al enfermo o a los demás, por no tener “suficiente fe”. Luego, ¿cuántas veces hemos oído citar el versículo que dice, “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Flp.4.13) para aplicarlo a cualquier situación, sin tener en cuenta el contexto donde aparece el citado versículo? Cuando eso se hace así, los resultados suelen ser funestos, salvo que por la misericordia de Dios resulte de la manera que esperábamos. Pero la verdad es que no suele suceder.
También oímos un argumento bastante débil para rechazar el uso de la psicología en la consejería cristiana. Se dice que “antes de la psicología los cristianos solo tenían la Biblia, ‘la Palabra de Dios’, la cual aplicaban a todos los casos”. Pues claro que sí. Los que tenía problemas emocionales eran tratados a base de consejería bíblica y, en muchos casos las respuestas eran positivas; porque ciertamente, muchos de los problemas emocionales y psicológicos, -al igual que hoy- son de tipo espiritual y cuando se arreglan las causas, las consecuencias también se arreglan produciéndose una sanidad importante, fruto de la paz y el sosiego que recibe un corazón al cual Dios ha atendido de forma misericordiosa. Es ahí donde vemos al evangelio obrar con poder y eficacia. (Lucas 4.18-20). Eso jamás lo negaremos. El evangelio era y es salvación, es decir ¡salud!, para el que lo cree y lo recibe. (Ro.1.16-17).
Sin embargo no se diría toda la verdad si se afirmara que aquellas personas que tenían trastornos de la personalidad, como los mencionados más arriba, eran sanos solo con aplicar la consejería bíblica. Nada de eso. Salvo por algún milagro que no hemos de descartar, la realidad es que muchos tenían que convivir con sus trastornos; ellos y sus familiares. La razón es que no podían responder a la consejería bíblica porque tenían un serio trastorno de la personalidad, en alguna medida. Pero de eso estos predicadores que rechazan la psicología, no dicen nada. Hay graves trastornos psicológicos que requieren de terapias especializadas, y que no están al alcance de un pastor. Estos anti-psicología deberían hacérselo mirar porque los que se creen todo-suficientes son ellos.
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Así que hay un peligro serio al decir a los pastores jóvenes y a los miembros de las iglesias que la psicología es mala per sé, porque los que la propulsaron “eran enemigos de la iglesia” y por tanto, “no debe usarse en la consejería cristiana”. La verdadera psicología, ni comenzó con ellos ni es patrimonio de ateos o creyentes.
Por tanto, si nos quedamos con aquella visión negativa, a partir de ahí podrían darse (de hecho se dan) todo tipo de conclusiones equivocadas, en relación con pacientes con ciertos trastornos emocionales. Sin embargo, los psicólogos (y pastores, cuando éstos tienen la formación adecuada) están capacitados para saber cuándo una persona debe ser derivada al médico-psiquiatra, que determinará el trastorno que padece, y el tratamiento medicamentoso que necesita. Pero cuando no hay esa formación, cualquier peregrino y simplista diagnóstico es posible.iii Entonces, ni que decir tiene acerca del peligro de aplicar una terapia consecuente y por tanto, inadecuada, por muy “espiritual” que parezca. Una vez más, pues, nos percatamos que el sentido común, del cual se ha dicho que es el menos común de los sentidos, se hace necesario que acompañe a la verdadera espiritualidad. De otra forma, no creo que estemos cumpliendo con la Gran Comisión de forma integral; aquella natural de Génesis 1.27-28 y la otra, de Jesús, encomendada a la Iglesia en el Nuevo Testamento. (S.Mt.20.19-20). Afortunadamente hay una ventaja y es que cada vez más las personas que profesan fe y se suman a una comunidad cristiana, pudieran estar ya diagnosticadas antes de que pasen por alguna consejería cristiana. Lo cual es una gran ventaja y ser de gran ayuda para cualquier pastor.
Concluyo diciendo que espero que se entienda que lo expresado en el escrito no es menospreciar el valor y poder de la palabra de Dios en el cumplimiento de Sus propósitos en nuestras vidas, sino más bien aceptar que en el plan soberano de Dios, todo aquello que está debajo de sol y que pertenece a lo creado por Él, sin que el ser humano lo haya pervertido, ni esté en contra de su Revelación, nos pertenece y podemos usarlo como herramientas para nuestra salud y progreso, en todas las áreas de nuestra vida, y para Su gloria.
Notas
iiAlgo parecido le ocurrió al autor de este escrito y no le deseo a nadie pasar por esa amarga experiencia. Aunque lo más doloroso podría ser el testimonio que produce cuando ocurre algo semejante.
iiiFaltaría mucho espacio aquí para hacer referencia a ejemplos, en los cuales por una falta de un verdadero diagnóstico y aplicación de la terapia adecuada, algunos casos no solo empeoraron sino que acabaron en suicidio. Otros casos son aquellos en los que a algunos pacientes con ciertos trastornos psico/emocionales los calificaban (y en muchos casos, ¡aún todavía!) de estar “poseídos de espíritus malos”.
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